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c. n.
Sábado, 9 de octubre 2021, 19:44
El de Viña Ijalba es un ejemplo de recuperación de minas a cielo abierto para viñedos. Aunque Dionisio Ruiz Ijalba, propietario de la bodega que se levanta al final de la logroñesa cuesta Pavía, fue cocinero antes que fraile y en los años 60 montó ... una empresa de extracción de áridos que destinaban a la elaboración del hormigón que se emplea en las carreteras. En los 70 fue uno de los pioneros en recuperar las canteras una vez explotadas. Cuando se alcanzaba la roca madre, a unos diez metros de profundidad, y ya no había nada más que extraer, se rellenaba con las piedras más grandes que se depositaban en la parte más profunda, luego se echaban unos 80 centímetros de tierra vegetal que se traía de la siguiente cantera que explotaba y sobre esta se plantaban viñas. Así se hizo, explica Pedro Salguero, enólogo de Viña Ijalba, hasta que en 1992, cuando tuvo una superficie suficiente, fundó la bodega «para llevar allí las uvas que había ido plantando y que antes llevaba a otras».
A día de hoy, tiene 90 hectáreas de viñedo, todas sobre antiguas canteras repartidas en diferentes zonas de La Rioja, pero sobre todo en Logroño y Villamediana de Iregua. En Calahorra, algunas de las canteras se recuperaron para olivar y variedades más tardías como el graciano. Pero como recuperar viñedos significa tener las autorizaciones de plantación, «en algunos momentos ha habido más tierra y entonces se ha optado por plantar olivo arbequina y parte de almendra».
Esta forma de actuar no pasó desapercibida y en el año 2000 a Dionisio Ruiz le concedieron un premio europeo por su labor restaurando minas para plantación de viñedo. «Marcó el camino –detalla Salguero– para hacer una bodega más sostenible». De hecho, la propia bodega está sobre una antigua cantera. Además, en San Vicente de la Sonsierra, en un monte que se excavó en parte, el empresario prepara un proyecto enoturístico con una pequeña bodega y zona social.
Entre otras ventajas, las plantaciones sobre antiguas canteras, por sus dimensiones, permiten hacer vino ecológico. Se puede dejar distancia con la parcela contigua de forma que crezca vegetación espontánea y pueda haber fauna auxiliar «que ayude en la lucha biológica». Además, los suelos donde plantan son «muy pobres» porque solo tienen esos 80 centímetros de tierra vegetal y «desde el primer momento tenemos una producción controlada», detalla.
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