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EDUARDO GÓMEZ
Sábado, 19 de agosto 2017, 00:13
Una vieja fotografía de los terrenos en el este de la ciudad donde se asentaría la Residencia Sanitaria nos trae recuerdos del entorno de lo que iba a ser el gran acontecimiento para la ciudad, escogiéndose para ello la zona conocida como Lobete.
Antes de ponerse la primera piedra del gran complejo ya existía la barriada llamada de las Casas Baratas, que se gestaron en 1924, acogiéndose a una ley nacional de 1922. Se construyeron 83 viviendas en torno a una plaza con iglesia y escuela, que con el tiempo acabó en una ebanistería. La calle postrera de la barriada al sur limitaba a lo largo con el ferrocarril, hoy Jorge Vigón. Saltando la vía, huertas y huertas hasta la carretera de Villamediana.
El espacio previsto para la gran construcción limitaba al este con la calle que actualmente se llama avenida de la Autonomía. Al oeste, donde ya estaba el Seminario Conciliar, corría a lo largo de la finca el río Reniega, un arroyo para el riego, que continuaba cruzando la carretera de Zaragoza a la altura de la fábrica textil Quemada.
Al norte, entre la zona donde esperaba la futura Residencia y la carretera de Zaragoza (hoy Avenida de la Paza) existía la finca de Luis Díez del Corral, donde con el tiempo se habilitó para una arteria de entrada a la Residencia Sanitaria, bautizándose como calle Donantes de Sangre, donde hoy se ubica la Escuela de Enfermería, un convento construido en el chalet y finca del coronel Innerariti y un parking subterráneo.
Entre la carretera de Zaragoza y la finca prevista para la Residencia existió un camino con fincas a ambos lados donde estuvo instalada la empresa Talleres Piqueras, fabricando maquinaria y haciendo famosos a nivel nacional los aprietos de carpintería. El camino terminaba en el restaurante Villa María, que regentaba Matute, con una pista central rodeada de arbolado, especializada en bodas y banquetes.
Cuando todavía no se pensaba en el importante proyecto, el espacio se presentaba propicio para que los chavales lo utilizaran como campo de fútbol y fueron muy numerosos los partidos que allí se ventilaron, que podían presenciarse desde la acera de la avenida ya construida que daba acceso a las Casas Baratas, uno de cuyos vecinos celosamente sacaba habitualmente una jarra de agua para atender a los ídolos de entonces Zarra, Panizo o Gainza. Aquellos partidos fueron germen de la creación de equipos de fútbol en el incipiente barrio de Ballesteros.
La obra dio paso a un gran clima de expectación en Logroño, pues era de prever un gran número de empleos, primero, en la construcción de los edificios y después, en el empleo de personal. De hecho fueron muchos los que abandonaron puestos habituales en su trabajo para ingresar como celadores, auxiliares, enfermeros, etc., buscando una garantía de trabajo fijo y remunerado.
En relación con los datos técnicos y recurriendo a la referencia que de ello hace el recordado compañero Jerónimo Jiménez, citaremos que las obras de la Residencia se inauguraron oficialmente el 15 de junio de 1948 y que duraron 48 meses. Se le dio el nombre de Antonio Coello Cuadrado, un riojano de 22 años, capitán del ejército, muerto en campaña. Ocupó un espacio de 21.828 metros cuadrados con 12.224 metros construidos y se abonaron 280.000 jornales.
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