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Recetas y salud a cara descubiertaTras el cierre oficial de la pandemia anunciado el martes desde La Moncloa, 24 horas después, decayó la obligatoriedad del uso de las mascarillas, una 'prenda' tan molesta como necesaria con la que nos ha tocado convivir durante 1.157 días, en concreto desde su imposición el 4 de mayo de 2020.
La publicación, en el Boletín Oficial del Estado (BOE), del real decreto aprobado por el Consejo de Ministros ha eliminado este miércoles la última medida de prevención vigente desde el estallido de la crisis sanitaria en marzo de 2020, el uso de los protectores buconasales en farmacias, residencias de mayores, hospitales, ambulatorios y otros centros sociosanitarios. Las mascarillas, que ya el pasado 8 de febrero dejaron de ser compañeras imprescindibles en el transporte público, solo quedan como una recomendación en caso de síntomas, excepto en aquellos ámbitos en los que era una exigencia antes incluso de la visita del Sars-CoV-2: quirófanos, UCI y espacios con inmunodeprimidos.
Este miércoles ya era difícil encontrar algún rostro protegido tras la tela. Solo unos pocos despistados en las farmacias y algún paciente con síntomas en los centros de salud cubrían su boca en el primer día de «libertad», según celebraban la mayoría de los consultados.
«Teníamos muchísimas ganas porque teníamos que estar todo el día con la mascarilla puesta, pero sobre todo por ver las expresiones de la gente, porque la cara comunica, y porque, además, era mucho más difícil entenderse con algunos mayores que no nos escuchaba bien», admitía Andrea Gutiérrez, técnico en Farmacia México, quien reconocía que, «pese a las ganas de quitárnosla, nos ha venido muy bien y debe seguir siendo así, porque aquí viene gente enferma y la mascarilla es una barrera que nos protege».
Andrea Gutiérrez
Técnico en Farmacia México
Junto a ella, Sara Larios, cliente de la farmacia, asentía, para añadir: «Yo también tenía muchas ganas de que dejase de ser obligatoria, porque soy 'profe' y cuando se quitó en los colegios fue un salto tremendo y un alivio tanto para los niños como para nosotros. Ahora con este último paso ya está todo normalizado o casi y tenemos que seguir adelante. Creo que hemos aprendido todos y, aunque era incómodo, teníamos que hacerlo y solo nos queda agradecer a los sanitarios y a los farmacéuticos todo lo que han hecho».
También en Vara de Rey, en la Farmacia Manuel Sabrás Dulín, Martín Ferrer, auxiliar, coincidía en que «es mucho más cómodo ir sin mascarilla, aunque había que llevarlas claro. Mucha gente todavía tenía dudas de si era obligatorio o no hoy». «Para nosotros es más fácil atender a los pacientes sin mascarilla porque esta siempre es una atención muy cercana, pero sobre todo lo principal es la sensación de que hemos pasado ya la pandemia. A ver cómo va todo», terciaba por su parte el titular del negocio, Manuel Sabrás.
Martín Ferrer
Farmacia Manuel Sabrás Dulín
Junto a ellos, atendida por otra auxiliar, María Begoña García Ezquerro espera sus medicamentos tras una vida al otro lado de un mostrador similar. «Aunque ya no sea obligatoria tenemos que acostumbrarnos a llevarla en el bolso», asegura esta farmacéutica jubilada, que defiende la necesidad de que los ciudadanos sean responsables en salud. «Si no hemos aprendido algo después de todo esto es que somos idiotas», aseguraba rotunda tras abogar por menos imposiciones y obligaciones y más responsabilidad. «Lo primero que necesitamos es educación, lo segundo educación y lo tercero educación porque en este país tenemos de todo menos educación», concluye María Begoña.
Mercedes Tutor
Farmacia de la calle Belchite
En la farmacia de Mercedes Tutor en la calle Belchite, el diagnóstico es casi idéntico. «¿Ganas de que llegase esto? Pues sí, la verdad, y sobre todo ahora con estos calores del verano. Además de la molestia de llevarla todo el día, había veces que nos costaba hacernos entender por los pacientes más mayores», aseguraba la farmacéutica, que añadía: «Nos hemos apañado y, aunque ahora creo que ya no, la mascarilla ha sido necesaria y luego sería bueno recuperar su uso en caso de los síntomas de algunas de las patologías invernales».
«Igual tenemos que concienciarnos como ya pasa en muchos países orientales y no olvidarla en invierno, cuando lleguen los síntomas catarrales o de la gripe», coincide Miguel Ángel Robredo Abad, cliente de la farmacia que, no obstante, admite que «yo tenía unas ganas terribles de que la quitaran porque ha sido siempre un incordio, pero a la vez muy necesaria».
No muy lejos, en la Farmacia del Carmen de avenida de Colon con la calle Villamediana, su responsable, José Manuel Cano, ultima los preparativos para retirar también las mamparas. «No eran obligatorias, pero sí han servido para proteger al equipo, aunque a veces dificultaban la comunicación, igual que las mascarillas. Por eso claro que había muchas ganas de despedirnos de ellas después de ese periodo de casi tres años, aunque lo más importante es que haya acabado la pandemia», remata para insistir en que «no llevar mascarilla nos da más facilidades, porque poder ver la cara de la gente nos da mucha más información y nos facilita ese trato cercano y personal que siempre ofrecemos».
La satisfacción era compartida por los profesionales sanitarios, como Inma Zamalloa, Paqui Manzano y Marian Madurga, enfermeras en el centro de Salud Espartero. «Han sido tres años muy largos con mascarilla, pero lo damos por bien empleado y la alegría es que ya ha pasado la pandemia y hemos vencido al virus», explicaban las dos primeras, que insistían, a la vez en hacer un llamamiento a las responsabilidad. «Insistimos a los pacientes en que hay que seguir teniendo cuidado porque siguen saliendo positivos y que si tienen algún síntoma, dolor de cabeza o de garganta, etc..., que se pongan la mascarilla porque no cuesta nada», aseguraban Inma Zamalloa y Paqui Manzano, a las que a menudo todavía acompaña el protector en su labor. «En las consultas seguimos usándola a veces, porque conocemos a nuestros pacientes y sabemos con quién debemos ponérnosla para protegerles, bien porque son inmunodeprimidos o tienen ciertas medicaciones».
Inma Zamalloa y Paqui Manzano
Enfermeras del centro de salud Espartero
Marian Madurga
Enfermera del centro de salud Espartero
«Yo cuando voy a los domicilios me la pongo siempre y aquí en consulta también a veces, porque todavía sigue habiendo casos positivos de covid y estamos muy cerca del paciente a la hora de las extracciones, por ejemplo. No obstante, al menos tienes algunas treguas y solo poder llegar y marcharte sin la mascarilla ya es un placer», coincidía su compañera Marian Madurga.
No ha desaparecido, pero ha dejado de ser un problema sanitario de primera magnitud. La incidencia del covid en La Rioja se ha desplomado, según los últimos informes del Ministerio de Sanidad. En el del cierre de la semana pasada, la tasa a 14 días era de 23,14 casos por 100.000 habitantes (mayores de 65), cuando a principios de junio era de 187,3. Además, las consecuencias más dramáticas del virus también se han reducido en intensidad, tanto en la cifra de ingresados –4 el pasado viernes y solo 1 en la UCI– como en la letalidad, con 14 fallecidos en este 2023 de los 976 totales durante toda la pandemia.
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