Rebájeme usted mi delito

Miente, en fin, nuestro presidente del Gobierno, que por una parte defendió antes lo contrario de lo que defiende ahora y que por otra toma decisiones por razones muy distintas a las que dice que le mueven. Miente, pero su coro prefiere olvidarlo. Antes tenía razón y ahora también, aunque el antes y el ahora sean incompatibles.

¿Era necesario cambiar el delito de sedición? Pues sí, porque no estaba preparado para algo como lo que pasó en Cataluña en 2017: un gobierno regional intenta ilegalmente declarar la independencia convocando para ello un referéndum ilegal y amañado de inicio, usando los medios públicos para un fin inconstitucional. Se debía, sí, tipificar con más claridad ese comportamiento, y no precisamente para bajar sus penas, sino para hacerlas disuasorias.

Lo que se ha hecho es lo contrario. El delincuente exigía que su delito no sólo se perdonara (que eso ya se hizo con el indulto) sino que el mismo delito desapareciera. Algo tan adacadabrante que parecía imposible. Hace un par de semanas Feijóo parecía un sobreactuante cuando adujo este tema para romper la negociación del CGPJ. Ahora, sin embargo, todo parece justificado; cómo pactar nada con quien se carga las posibilidades de perseguir un comportamiento así, y que lo hace por un calculo de votos tan rastrero: tú me votas en Madrid, y quizá en un tiempo lo hagas también en Cataluña, si por un casual el PSOE gana las autonómicas otra vez.

Soy de los que piensan, sí, que un conflicto como el de Cataluña se pelea con apaciguamiento y tiempo. Pero también creo que, como en el caso de ETA, hace falta que además haya un techo legal severo y amenazador. Una espada de Damocles con un mensaje claro: si nos llevamos bien, mejor todos. Si te pasas de la ley, acabarás en la cárcel. Y para rato.

Sánchez, envuelto de nuevo en mentiras, olvida un dato evidente en la historia: los independentistas son solo eso, independentistas. Las demás derivadas políticas les son secundarias. Son escorpiones que picarán a la rana que les ayuda a cruzar el río, porque está en su naturaleza. Y aunque esa rana se llame Sánchez.

Cuando se trata de temas sociales tiendo a escuchar lo que dice la gente de Cáritas. Porque llevan años a ras de suelo y saben lo que allí ocurre, y porque sus diagnósticos tienen la clase de terrenal sentido común que hace falta.

Esta semana Cáritas ha estado recogiendo firmas para llevar a las instituciones una iniciativa legislativa muy sencilla: que se regularice a los más de 400.000 inmigrantes ilegales que viven en España.

A la ONG de la Iglesia le preocupan, fíjese, las personas. Gente como usted y como yo, que nació en un país con menos suerte, que anda por aquí trabajando de tapadillo. No viven el aire, no: trabajan, aunque en negro. Sacarles a ellos a la luz sacaría también una parte de esa economía 'B' que tanto daño hace a las arcas de un país y que tan fácilmente olvidamos. Ayudaría a que su vida fuera más fácil, ayudaría que se integraran en un país que también puede ser suyo, ayudaría a ganar brazos y esfuerzos en una España que necesita de ambos.

Y sería, en fin, la decisión más humanitaria y más cristiana posible. Hagámoslo pronto.

Y volvieron a aparecer las camisetas verdes. Por ahora en una rueda de prensa, y no sin algo de retraso, cuando han pasado tantas cosas en la educación riojana en los últimos meses que ya era hasta un punto bochornoso que quien tan puntilloso era con el PP fuera tan laxo con el PSOE. Pero en fin, CCOO ha sacado su prenda favorita del armario para apuntar al consejero Uruñuela y recordarle que hay un profesorado desorientado por las nuevas leyes, retrasado por una burocracia incomprensible y al que, encima, se le tocan las narices con una orden de convivencia pueril. Qué cosas: a Uruñuela se le está poniendo carita de Cacho.