Noelia Muñoz y Pachi Ginés siempre lo han tenido claro. El uso habitual del teléfono móvil en sus dos hijos, ya en la adolescencia, llegará cuando estén preparados. Son conscientes de que no es lo habitual y que a veces es difícil lidiar contra la ... corriente generalizada. La inmensa mayoría de los compañeros y compañeras de clase de sus hijos, dos mellizos de 12 años, ya tiene uno.
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Ellos son la excepción, «pero todos los amigos lo respetan y no hay ningún comentario», precisan sus progenitores, vecinos de Calahorra. En el caso de sus hijos, hasta ahora no les resulta complicado moverse en el mundo de los adolescentes sin tener que andar pegados a un dispositivo electrónico.
«No tienen ningún problema. Si quieren quedar con los amigos lo hablan antes. Otras veces hay amigos que nos mandan un mensaje (al móvil de los padres) para que sepan que han quedado», explica Noelia.
A los 12 años, lo más habitual en Calahorra es que la chavalería pase la tarde del sábado y del domingo en el centro joven de la ciudad, un centro comercial o en algún parque. «Les pongo una hora para que vengan a casa o pasamos a recogerlos», cuenta Noelia sobre el control de las salidas los fines de semana sin la compañía de un adulto.
El móvil como apoyo a su seguridad es algo que en este momento han descartado. «Para eso llevan un localizador y podemos ver dónde están en cualquier momento», aclara Pachi, quien suele reflexionar con sus hijos sobre la necesidad de un teléfono con 12 años. «A mí si me exponéis y me demostráis que necesitáis el móvil para algo de verdad mañana mismo lo tenéis», cuenta que les dice. Pero, «al final se miran los dos y nos dicen que realmente no les hace falta». «Si le dices que no necesitan el móvil, aprenderán a estar sin el teléfono y ellos ya se encargarán de quedar con el resto, de otra forma, para salir», insiste.
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El matrimonio defiende esta postura «no por ser más o menos severos», sino «por tener un control, porque la mayoría de los niños no ve el peligro de lo que puede haber detrás de una pantalla». Y es que ni siquiera los adultos somos conscientes de la «cantidad de información que das en el momento en el que te descargas cualquier cosa», dice Pachi.
Por ello el control parental, en el momento de dar a un menor un teléfono, lo consideran fundamental. Aunque grietas para escapar las hay. «Hoy un menor puede crear una cuenta en una red social aunque no tenga la edad. Con que ponga otra es suficiente», lamenta. Así que «los padres casi nos tenemos que hacer ingenieros informáticos», apunta.
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Es este otro de los problemas, porque la brecha digital sigue ahí y para no todas las familias es fácil acceder a los mecanismos de control. «También creo que en los colegios se podía enseñar a hacer un buen uso del teléfono y explicar sus riesgos», interviene Noelia, quien considera que el paso de Primaria a Secundaria no es el mejor momento para que comiencen a manejar un móvil con aplicaciones incluidas, como se ha generalizado. «Al final es un cambio importante y tienen que estar centrados», opina.
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