«Nos hemos rapado por un amigo con cáncer»

«Queríamos mostrarle nuestro apoyo de alguna manera, así que nos reunimos y decidimos cortarnos todos el pelo para trasmitirle fuerza durante su enfermedad», cuenta Aimar Artetxe, uno de los jóvenes que no ha dudado en sumarse a esta iniciativa solidaria, tanto más efectiva al producirse en la distancia corta. «Estamos seguros de que él hubiese hecho lo mismo si cualquiera de nosotros nos encontráramos en la misma situación», matiza Beñat Gerrikabeitia que también se ha apuntado al reto de lucir el pelo al cero por su amigo.

Los chavales, de entre 15 y 16 años, comenzaron a pasarse la cuchilla por la cabeza a partir de las vacaciones de Semana Santa. Lo hicieron de manera escalonada y al gusto de cada uno. Algunos han preferido pasar por la barbería o peluquería de confianza, pero al resto «nos lo han cortado en casa con la maquinilla nuestras amas», explican. Algunos, los más audaces, han decidido confiar la apariciencia que les acompañará los próximos meses a sus propios amigos. «Quedábamos en la calle para raparnos los unos a otros, hasta que todos hemos quedado igual», relatan. Un proceso aparentemente simple, pero que no cualquier chaval de su edad está dispuesto a asumir.

«Los vi el otro día y cuando me contaron por qué iban así… Es para quitarse el sombrero, la verdad», señala, emocionada, Maite Sanz, una vecina de la localidad. «Cualquiera no tiene unos amigos de ese calibre. Y menos a esa edad, en la que tanto las chicas como los chicos tienen mucha tontería y le dan tanta importancia al peinado y a la ropa», apuntaba.

En un gesto instintivo, a los 'rapados' de Gernika se les ve cada dos por tres llevándose la mano a la cabeza, como sorprendidos de su propia ocurrencia, pero orgullosos de pasearla por su casa, la calle en la que viven o el instituto donde aprenden Matemáticas o Euskera al tiempo que modelan su carácter. Nadie duda de que, al margen de la maña que se den con la tabla periódica, los senos y cosenos, en lo referente a la personalidad tienen merecida la matrícula de honor.

Porque da la sensación de que esa acción les une todavía más a su colega, «que se ha quedado calvo por el tratamiento», lamentan. «Lo nuestro, al fin y al cabo es una cuestión de estética y el pelo nos crecerá, pero para él suponemos que tiene que ser duro», le apoyan.

De su amigo, al que no quieren dejar solo en su batalla por superar la enfermedad, solo tiene buenas palabras. «Es muy majo», coinciden en decir. La primera vez que se presentaron ante él con el pelo cortado «fue en un partido de fútbol que disputamos en el campo de Urbieta», recuerdan. «Vino a vernos con sus padres y allí nos plantamos todos. No se lo esperaba y se emocionó mucho. También su familia nos agradeció el gesto».

Ese acto de empatía conmovió también a las personas que fueron testigos de aquel momento entrañable, una comunión que iba más allá de las palabras. «Le llevamos una pancarta y vestimos camisetas con mensajes de ánimo», detallaron estos chicos. Sus palabras de aliento, sin embargo, no terminarán ahí. «Ahora estamos diseñando nuevos carteles motivadores para colgarlos en clase y recordarle que estamos con él para lo que necesite». Con amigos así, ¿quién no plantaría batalla?