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Era considerado, por unos y por otros, como una persona íntegra, como los elementos químicos, que están compuestos de un mismo tipo de átomo. Con motivo del 150 aniversario de la creación de la tabla periódica, el ciclo de conferencias 'La Tabla de Nuestras ... Vidas' de la Universidad de La Rioja rindió ayer homenaje a la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba. En un principio estaba previsto que ofreciera la conferencia 'La Tabla Periódica y la política' pero su muerte hace poco más de un mes obligó a los organizadores a planificar una mesa redonda que sirvió para rendir homenaje al que fuera ministro de Educación cuando se creo la UR.
'La Tabla Periódica y la política: en recuerdo de Alfredo Pérez Rubalcaba' fue moderada por Susana Cabredo, profesora de Química Analítica. En ella participaron José Ignacio Pérez, delegado del Gobierno en La Rioja; Pedro J. Campos, catedrático de Química Orgánica de la Universidad de La Rioja; Nazario Martín, catedrático de Química Orgánica de la Universidad Complutense de Madrid; y Lucía Méndez, redactora-jefe del diario El Mundo.
Pérez Sáenz mantuvo «una relación larga» con Rubalcaba. El delegado del Gobierno recordó su trabajo conjunto para crear la Universidad de La Rioja: «Creamos juntos la universidad, él desde la Secretaría de Estado de Universidades y luego como ministro y yo como consejero de Educación en los ochenta y presidente de la Comunidad en los noventa».
Nazario Martín compartió con Rubalcaba el departamento de Química Orgánica de la Complutense pero, sobre todo, «su amistad». Martín recordó que la huella del que erá también doctor en Química será imborrable en la universidad madrileña hasta el punto de que desde ayer el aula magna de la Facultad de Química llevará su nombre. No escatimó en adjetivos elogiosos y recordó su ingeniosa comparación entre la Tabla Periódica y el hemiciclo del Congreso.
La periodista Lucía Méndez compartió muchas horas con Rubalcaba para escribir sus artículos. «Era un hombre sabio y sólido en momentos de políticos líquidos». A su juicio, su muerte sirvió de catarsis para el PSOE, permitió «la cauterización de las heridas del partido; unió su pasado y su presente».
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