Lidia Calvo es una experta en «cambiar mi destino» desde niña. Amante de los idiomas, pero no de la docencia, inicialmente fue traductora (hizo el postgrado y el master en Inglaterra) como autónoma en Madrid y después en La Rioja trabajando para diferentes empresas. ... Hasta que un día opositó a la Comunidad (su marido también es funcionario) «pensando en un futuro con hijos» que le permitiera conciliar la vida laboral y familiar. «Espero que algún día la empresa privada se equipare», afirma, aunque solo sea «para evitar que la natalidad siga cayendo».
De las mujeres destaca «nuestra generosidad, nuestro espíritu de sacrificio y nuestro tesón», aunque «no hay que esteriotipar» y ante el 8M manifiesta «sentimientos encontrados», ya que «me da miedo que se caiga en los radicalismos y nos pasemos de frenada». A sus hijos les educa en igualdad y les anima a «que todo lo que hagan en la vida lo hagan con ilusión, preparándose lo máximo posible, porque la meta es no depender de nadie». «No ser –añade– 'la hija de', la mujer de' o 'la madre de'; querer ser tú y lograrlo». «Que lo que tengas lo ganes tú y si compartes la vida con alguien, que sea algo elegido, no que lo tengas que hacer porque no te queda otra. Y, desde luego, si no te gusta lo que haces –enfatiza–, ¡cámbialo!».
Calvo se considera afortunada con su vida y su trabajo, y «jamás» se ha sentido discriminada, pero «no me gusta que me allanen las cosas por ser ¡mujer». «¡Me ofende!», advierte.
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