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Lo que comenzó el 5 de agosto como una experiencia única en un lugar recóndito se ha convertido para Vanesa y Seila en un atribulado viaje del que ya ha pasado lo peor. Ambas participan en un programa organizado por una ONG que combina turismo ... y solidaridad en Nepal, recorriendo junto a otra veintena de españoles los enclaves imprescindibles del país y conociendo a la vez los proyectos que la entidad desarrolla en diferentes puntos del territorio.
Todo transcurría según lo previsto hasta que el sábado, después de conocer el parque natural de Chitwan, el grupo trató de llegar hasta Lumbini. La lluvias ya había comenzado, pero desconocían que el monzón hubiera afectado tanto las carreteras. «Los desprendimientos que generalmente tardan en limpiarse un par de horas se alargaron hasta ocho y la vía quedó cortada», explica restando cualquier dramatismo a una situación de la que empezaron a asumir la dimensión sólo cuando sus familias comenzaron a llamarles alertadas por las noticias que llegaban a España. «No temimos por nuestra seguridad en ningún momento y siempre estuvimos controlados por el guía, que en aquel momento gestionó el regreso a Chitwan hasta ver cómo evolucionaba la situación», rememora al tiempo que iban sabiendo que muchas personas habían perdido sus casas aunque desconocían que algunos turistas estaban siendo evacuados.
De regreso al lugar de partida, permanecieron incomunicadas en el nuevo hotel situado a más altura entre unas tormentas de una intensidad desconocida desde hacía quince años. «El domingo al amanecer, todo estaba anegado», sigue relatando. «No se inundaron las habitaciones, pero las escaleras de acceso a los bungalows estaban cubiertas hasta medio metro, permanecíamos rodeadas de agua y no había electricidad ni cobertura». El lunes el escenario empezó a cambiar, pero tampoco existían todas las garantías de que pudieran estar operativa la carretera que les debía llevar a su siguiente parada en Pokhara. Fue el único momento de cierta intranquilidad. «Hablando con el guía y el consulado», explica. «Nos recomendaron gestionar un vuelo bien a Pokhara o Katmandú, pero no había ningún avión disponible».
La coyuntura remitió y por fin el grupo pudo partir en coche hacia su destino no sin dificultades. «Fueron 30 kilómetros complicados porque las carreteras tienen poco que ver con las que conocemos y el monzón provoca desprendimientos que son complicados de solventar, pero ya estamos en Pokhara». El penúltimo lugar de su visita a Nepal antes de llegar hoy a Katmandú, de donde el sábado parte el vuelo que les devolverá a España. «Son cosas que pasan desafortunadamente a la gente de aquí y lo importante es que poco a poco las cosas están volviendo a la normalidad», insiste para asegurar que «todo ha quedado en una aventura en un maravillo país».
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