Fermín Navaridas, profesor de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de La Rioja, habla con pasión de evaluaciones, calificaciones, aprendizaje... Lo hace incidiendo en varias de las ideas que considera claves (¿qué hay que evaluar?; ¿para qué hay que evaluar?; ¿se puede evaluar bien, ... pero calificar mal?) y recordando que «la evaluación tiene que dar respuesta a dos principios fundamentales de la calidad educativa: «La equidad y la igualdad de oportunidades y desde un planteamiento inclusivo. No se puede evaluar de una manera igual a todas las personas, porque todas son distintas y tienen distintas circunstancias».
Su peso en el proceso formativo, apunta, es innegable, tanto que «la evaluación es la principal estrategia metodológica que tiene un profesor para cambiar la actividad de estudio de un alumno», si bien en nuestro sistema educativo «siempre va acompañado de un debate muy intenso y cierta polémica generando en ocasiones más insatisfacciones que bienestar, ya que ha estado asociado a momentos finales en los que ya no hay marcha atrás», lo que justifica el «debate» abierto en torno al real decreto, que aboga por trabajar durante el proceso formativo y no llegar a ese último momento sin alternativas.
«Si queremos mejorar y dar respuesta a los grandes retos en la educación del siglo XXI no nos podemos plantear si hay que evaluar o no. Debemos quitarnos ese planteamiento y pensar en qué hay que evaluar y para qué hay que hacerlo», defiende el docente de la UR. Descendiendo al real decreto aprobado el martes por el Consejo de Ministros, cree Navaridas que «el hecho de que se elimine una convocatoria extraordinaria no significa que no se vaya a realizar con otro tipo de planteamiento, continuo y global, a lo largo del curso, para comprobar si los alumnos están aprendiendo y de qué manera. En todo caso, y pese a que algunos lo confunden, evaluar no es un fin en sí mismo del sistema educativo. El fin último es la calidad del aprendizaje y la evaluación es un medio para garantizar que se hace con calidad».
Y ahí entra en juego otra de las ideas clave que traslada Navaridas: «Se puede evaluar bien, pero se puede calificar mal. Un estudiante podría suspender una asignatura a final de un ciclo por múltiples circunstancias, pero en una revisión colegiada se puede decir que se han tenido en cuenta múltiples variables y que, considerándolas, está preparado para promocionar aunque tenga una nota de un 4,5. Esto resolvería problemas enquistados en algunos centros en los que hay profesores que consideran que su materia es la más importante y suspenden con un 4,9 siendo capaces de discriminar una centésima de conocimiento».
Otros factores
Navaridas recuerda ademas que en toda calificación influyen otros factores (presiones, recomendaciones, ganas de quitarse a un alumno...) diferentes al rendimiento escolar que «pueden oscurecer el verdadero sentido de la evaluación», por lo que considera que es positivo «un sistema de evaluación global y conjunto y no uno basado en evaluaciones individuales y aisladas de cada profesor». Todo esto, resume, «nos lleva a un enfoque distinto al que se venía dando hasta ahora y es el de una evaluación continua y formativa, no una evaluación final cuando ya no hay vuelta atrás». Es lo que plantea el real decreto, «una evaluación global formativa con un carácter continuo donde los estudiantes pueden autorregular su propio aprendizaje». El sistema, dice el profesor de la UR, requiere que reciban una retroalimentación para ir corrigiendo lo que sea preciso y llegar con éxito al final del camino.
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