Judy, Laurie, Montse y Michela posan con el cartel de bienvenida en el Hospital de Peregrinos San Juan Bautista de Grañón. Irene Jadraque
Camino de Santiago en La Rioja

Pueblos, gentes, sellos y abrazos

Peregrinación ·

Navarrete, Azofra o Grañón son ejemplos de localidades que viven por y del Camino

Juan Marín del Río

Logroño

Lunes, 19 de agosto 2024, 07:23

Mientras muchos peregrinos deciden pernoctar en localidades como Logroño, Nájera o Santo Domingo, otros prefieren hacerlo en Navarrete, Azofra o Grañón, municipios pequeños que viven ... para, por y del Camino de Santiago.

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Localidades que atraen a caminantes como Andrea, un veneciano que antes de iniciar desde Navarrete otra etapa, reflexiona sobre la Ruta Jacobea: «Te deja mucho tiempo para pensar acerca de tus problemas y sus posibles soluciones. Es un camino no solo en la propia marcha, sino también en lo espiritual». En la misma terraza navarretana desayunan Toni y Birgit, de Eisenstadt (Austria) y Roda de Ter (Cataluña). Lo hacen por primera vez, comunicándose en un primitivo inglés pero con la ilusión propia de dos personas que comparten un mismo objetivo. Esta misión no solo consiste en llegar a Santiago, sino también en «conocer personas y hacer cada uno su Camino, cada uno a su ritmo», como señala Toni segundos antes de brindar con su nueva compañera. «La primera vez que viví la experiencia hice muchas fotos, ahora disfruto más del paisaje», indica Birgit, taza de café en mano.

Débora, Andrea, Chiara y Nino desayunan antes de emprender la marcha desde Navarrete. I.J.
Birgit y Toni brindan con el café tras conocerse en Navarrete. I.J.

Azofra, situado a 25 kilómetros al oeste de Navarrete, es otro de los pequeños municipios que son emblema del Camino. Además, ofrece una importante oferta de hospedaje para peregrinos: un albergue municipal, una pensión y hasta un hotel de tres estrellas. Garbiñe, donostiarra 'de pura cepa', espera a que abran el Albergue Municipal de Azofra mientras reflexiona sobre este viaje. «Estoy haciendo el Camino poquito a poco porque tengo una lesión en la rodilla, pero llevaba quince años queriendo hacerlo por una promesa». Al igual que Andrea, Garbiñe también disfruta «combinando la compañía con la soledad» y, aunque su idea inicial era vivir la experiencia sola, le resulta «inevitable» pararse a conocer a gente que tiene motivos muy diversos para realizar este trayecto.

Garbiñe junto al Albergue Municipal de Peregrinos de Azofra. I.J.

Además de los alojamientos mencionados, Azofra cuenta con un par de transitados bar-restaurante en el centro del pueblo con menús diseñados expresamente para saciar el hambre de los peregrinos que han caminado durante horas. Patricio y Leonardo, padre e hijo nacidos en Sao Paulo, regentan desde hace siete años el bar Sevilla, por el que pasan unos 400 peregrinos al día durante los meses de mayo y septiembre, los más concurridos del año.

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El 'menú peregrino' triunfa entre los caminantes que visitan este negocio familiar, especialmente un típico plato español que quizá estemos acostumbrados a comer en otro momento. «A los coreanos les encanta la paella para desayunar. Sacamos un montón cada mañana, sobre las siete u ocho ya nos empiezan a pedir paellas y fideuás de todo tipo. ¡Se vuelven completamente locos!», comenta entre risas Leonardo.

Patricio y Leonardo, padre e hijo, regentan el Bar Sevilla en Azofra I.J.

También Grañón alberga una gran tradición peregrina. Por ello, la farmacia de la plaza de la iglesia es «muy necesaria». Allí, Cristina atiende cada día a grañoneros y peregrinos que acuden a ella para calmar los dolores provocados por tantas horas de caminata. «Las patologías son muy diversas: desde esguinces hasta pérdidas de uñas, pasando por edemas, torceduras y ampollas», comenta Cristina en la puerta de su farmacia.

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Cristina en su farmacia de Grañón. I.J.

Sin embargo, el gran tesoro de este pueblo se encuentra dentro de la iglesia: el Hospital de Peregrinos San Juan Bautista, un complejo incrustado en la propia parroquia. Allí, cuatro hospitaleras llegadas de diferentes partes del mundo atienden a «todo aquel que lo necesite» gracias a los donativos que los caminantes dejan en el hospital. Así lo cuenta Montse, una catalana que pasa quince días al año ayudando de forma altruista a estas personas a las que se les ofrece desayuno, comida, cena y una colchoneta para dormir. Para evitar que los peregrinos acudan únicamente para recibir uno de los sellos que permiten completar la Compostelana, Montse y sus compañeras no estampan sellos en las credenciales. «Nuestro sello es un abrazo 'corazón con corazón' que recordarán para siempre», señala Montse emocionada.

Montse se encarga de recibir a los peregrinos hispanohablantes. I.J.
Uno de los sellos que se estampan en las credenciales. I.J.
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