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Juan Enrique Soto, inspector jefe de la Policía Nacional –actualmente en situación de segunda actividad– y doctor en Psicología, dirige el Máster Universitario en Investigación Criminal de UNIR. Creó y dirigió durante diez años la sección de análisis de conducta de la Policía. Su formación ... teórica y su experiencia práctica le ayudaron a idear un sistema (el método VERA) que se utiliza para elaborar perfiles psicológicos de agresores desconocidos. Si, como advierte el fiscal del caso del niño de Lardero, «el mal existe», Juan Enrique Soto lleva años analizándolo desde todos los puntos de vista.
– Cuando sucede un caso como el de Lardero, tendemos siempre a pensar que el autor está loco o que no puede ser «normal». ¿Hasta qué punto esto es así?
– Como sociedad nos resulta incomprensible que alguien sea capaz de hacer eso y buscamos la explicación más sencilla posible: tiene que haber algún tipo de trastorno que hace que estas personas no sean responsables de sus actos. Pero la realidad nos dice que suele suceder lo contrario. Estas personas tienen un completo control de su voluntad, saben lo que hacen y quieren hacerlo.
– Lo que nos da miedo entonces es asomarnos a los abismos de la personalidad.
– En cierto modo, sí. Nosotros nos movemos en sociedad y cumplimos ese contrato, pero siempre hay un porcentaje de individuos que se salen de ese contrato y cometen delitos, ya sean robos, estafas, asesinatos... Por suerte hechos tan horrendos como el de Lardero son escasos. Pero ocurren.
– Normalmente se define al psicópata como alguien narcisista, sin empatía ni remordimientos. Pero hay mucha discusión sobre quién es realmente psicópata. ¿Hay alguna definición exacta?
– La verdad es que no. Cuando hablamos de psicópatas en términos más académicos hablamos de «constructo», ni siquiera de concepto porque es una cosa que realmente no conseguimos definir. Tenemos un conjunto de rasgos y de conductas, e incluso podemos categorizarlos en dos grupos: el individuo inteligente, muy frío, calculador, sin empatía; y el impulsivo, muy violento, que no es capaz de controlarse y busca siempre nuevas experiencias. Sabemos que hay algo, pero nos cuesta definir qué es. La paradoja es que podemos medirla bastante bien e incluso hay instrumentos para evaluar si una persona puede ser incluida en la categoría de la psicopatía. Sin embargo sigue siendo un concepto muy resbaladizo. No sabemos en qué consiste realmente y, lo que es peor, no sabemos cómo tratarla.
– Tomemos el caso de Almeida. Comete una agresión sexual y entra en la cárcel. Sale y a los pocos meses comete otra y asesina a una mujer. Entra otra vez en la cárcel. Vuelve a salir y, todavía presuntamente, agrede y asesina a un niño de nueve años. ¿Son irrecuperables? ¿Es imposible la reinserción?
– Hay evidencias científicas de que los tratamientos penitenciarios que se dan a las personas catalogadas como 'psicópatas' no sólo no funcionan, sino que les ayudan a perfeccionar sus intenciones, sus motivaciones. No únicamente no mejoran, sino que empeoran. Y eso supone un grave problema. ¿Qué podemos hacer con ellos? Esperar a que cumplan su condena, poco más.
– Esta gente que catalogamos como piscópatas, ¿lo llevan en los genes o influye mucho la educación que hayan recibido o la situación social en la que han vivido?
– Todos los seres humanos somos el producto de nuestro equipaje genético, pero unido de una manera muy intensa con el contexto en el que uno se desarrolla: con la educación que recibe, con el ambiente en el que vive... Ese equipaje genético lo que establece es unos márgenes, por arriba y por abajo. El contexto social, la educación, la alimentación, la contaminación..., todo eso va diciendo cuánto de ese intervalo se desarrolla o no. No podemos determinar si el psicópata nace o se hace; es la conjunción de ambas cosas la que determina el resultado.
– Eso abre al menos la puerta a intervenir en la educación o en la mejora de los contextos sociales.
– Sin duda. En realidad, abre dos vías: por un lado, intervenir en el ambiente, en la educación, en el cariño; y por otro, hacerlo desde un punto de vista más físico. Voy a poner un ejemplo: los cerebros de los individuos catalogados como psicópatas pueden tener alteraciones morfológicas con respecto a los que no lo son, del mismo modo que los cerebros de los taxistas han desarrollado unas estructuras mentales, relacionadas con la memoria o con el espacio, diferentes a las de quienes no somos taxistas. Hay por lo tanto diferentes vías muy prometedoras desde que las que se puede actuar. Pero vamos muy despacio, mucho más de lo que nos gustaría, para poder prevenir conductas como las que estamos comentando.
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