«El profesor necesita también una formación específica en inclusión»

El profesor afirma que durante las últimas décadas se han dado pasos muy importantes para mejorar la inclusión de los estudiantes universitarios con discapacidad, «pero la permanencia y el éxito son aún asignaturas pendientes. Esto se ve reflejado en que el número de estudiantes con discapacidad que acceden a la universidad aumenta cada año, pero no todos ellos logran finalizar las titulaciones que comienzan». Sostiene que en las universidades «se han desarrollado medidas como la gratuidad de la matrícula para los estudiantes con discapacidad o la creación de servicios de apoyo a estos estudiantes, que se encargan de facilitar los recursos que necesitan, así como de asesorar al profesorado sobre las necesidades de estos estudiantes». «Sin embargo, –añade– la investigación muestra que los estudiantes con discapacidad continúan encontrando muchas dificultades durante su trayectoria académica. Esto se debe, en parte, a la falta de sensibilización y formación de la comunidad universitaria».

Aunque la atención a la diversidad en las etapas de educación obligatorias ha recibido una mayor atención, también en ellas queda un largo recorrido, opina Carballo. «No obstante, la diferencia fundamental puede residir en que las escuelas cuentan con profesionales con formación especializada. La formación del profesorado universitario, en cambio, es muy diferente. En primer lugar, porque no reciben una formación pedagógica obligatoria para enseñar en la universidad y, en segundo lugar, porque mucho menos la reciben en materia de inclusión y discapacidad».

En el equipo BUDA de la universidad de Sevilla, que lidera la doctora Anabel Moriña, «llevamos más de 10 años investigando sobre la inclusión de los estudiantes universitarios con discapacidad. En el estudio los docentes identificaban muchos beneficios de la presencia de estudiantes con discapacidad en la universidad, ya que hace que se eliminen prejuicios y ayuda a mejorar la comprensión de la discapacidad por parte de toda la comunidad educativa. Además, para los docentes supone una oportunidad de desarrollo profesional y aprendizaje, en tanto que trabajar con estudiantes con discapacidad les mueve a mejorar y perfeccionar sus conocimientos y estrategias para ofrecer una enseñanza de calidad a todos los estudiantes».

En cuanto a las capacidades que debe tener el docente ideal, destaca que es conveniente que «establezcan una relación cercana, de igual a igual que realmente se preocupe por el aprendizaje de todos sus estudiantes y que pongan en práctica metodologías docentes activas e innovadoras, huyendo de la lección magistral tradicional. Además, cuanta más variedad de métodos emplee, mejor valorado es por los estudiantes. Sobre todo, que use diferentes formatos, digitales y físicos».

En este sentido, la tecnología ha supuesto una notable mejora para la calidad de vida de las personas con discapacidad, «no solo en el terreno académico, sino en todos los ámbitos de la vida». En la universidad, «utilizan muchos recursos tecnológicos y digitales que facilitan su aprendizaje y sus relaciones. Por tanto, es imperativo que el profesorado utilice recursos de enseñanza basados en la tecnología para favorecer la participación y el aprendizaje de las personas con discapacidad».

Estos recursos tienen múltiples beneficios: facilitan la planificación del curso, reducen las dificultades derivadas de ausencias a clase, son una oportunidad para hacer un seguimiento del aprendizaje individual, permiten la comunicación asincrónica, aumentan la motivación en todos los estudiantes, permiten utilizar diversidad de recursos educativos y reducen las dificultades de acceso a la información».

La Universidad Internacional de La Rioja es una entidad comprometida con la inclusión de sus estudiantes. En el año 2020/21 el número de alumnos con discapacidad que estudiaron en UNIR fue de 753, once de ellos riojanos. La universidad pone a su servicio multitud de recursos y presta adaptaciones y apoyos en función del tipo de discapacidad. La flexibilización del calendario académico en cuanto a actividades y exámenes, contenidos adaptados y software de apoyo son solo algunos ejemplos.