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Pablo (no es su nombre real) se enganchó como todos, casi sin querer y sin darse cuenta. O mejor dicho, sin querer darse cuenta. La primera vez que probó tenía 27 años. De eso hace ya diez años, entonces era algo esporádico, «muy de vez ... en cuando, por probar si tenía suerte, lo típico», cuenta.
Apostaba desde el móvil y lo que en principio era de ciento en viento se convirtió en un problema en 2018. Ese año empezó a juguetear con las drogas, una travesía peligrosa que le aisló de su familia. Con el paso de los meses acabó inmerso en un círculo vicioso de drogas y apuestas cada vez más frecuentes. «Primero 100 euros, luego 300 y llegaba a fin de mes y le generaba deudas a mi familia de un montón de dinero», relata. En dos años la deuda engordó hasta los 15.000 euros. Por aquel entonces no trabajaba y desde aquel fatídico 2018 hasta que entró en la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre tuvo dos empleos. En el primero «me iba bien», cuenta, pero «acabaron echándome por falta de producción». El segundo apenas le duró unas semanas: «No me presentaba y acabaron despidiéndome», narra.Le rondaba la falsa idea de que «jugando podía conseguir más dinero que trabajando». Ysí, un par de veces con una apuesta de 30 euros logró ganar 2.000 o 3.000 euros pero los volvió a gastar. Fueron las únicas, perdió muchísimas más de las que ganó.
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Pablo jugaba cuando estaba en casa solo, sobre todo por las tardes. Podía estar tres o cuatro horas enganchado y cuando hacía una apuesta revisaba el móvil cada cinco o diez minutos para ver cómo iba el partido o cualquier otro evento al que hubiera apostado.
Su familia se dio cuenta de su problema muy tarde. «No supieron que jugaba hasta que mi consumo era muy grande», asegura. Para entonces apostaba todos los días, algo menos los fines de semana porque se los dedicaba a su novia. «Pero de lunes a viernes prácticamente todo el día», detalla.
Su familia se enteró cuando a su hermana le empezaron a llegar cartas de las empresas de apuestas deportivas. Pablo había dado la dirección de ella y cuando en el buzón vio por primera vez una de esas misivas se la enseñó su madre «y se dieron cuenta de que yo estaba metido en el juego». A partir de ese momento todo explotó. La noticia cayó como un jarro de agua fría: «Lo llevaron fatal, me dijeron que qué estaba haciendo, que el dinero hay que conseguirlo trabajando...». Nada que en su fuero interno no supiera.
Su estado de ánimo era una montaña rusa. Cuenta que notaba ansiedad, nerviosismo y «cuando perdía me frustraba, cuando ganaba sentía una euforia enorme porque piensas que vas a seguir ganando cuando no es así. Puedes tener suerte una vez, pero de cien veces vas a perder 99».
El pasado 13 de junio ingresó en Proyecto Hombre. «Estaba sin trabajo, sin ingresos, sin ahorros y sólo tenía necesidad de ayuda, así que hablando con mi madre decidimos que era lo mejor», recuerda. En la comunidad terapéutica ha estado un mes en lo que en la jerga denominan 'experiencia', algo así como un tiempo para reflexionar en el que te invitan a cuestionarte. En ese tiempo sólo tenía una idea: acabar el proceso cuanto antes. También pensó en tirar la toalla un par de veces, «incluso saqué la ropa del armario, pero son momentos puntuales, impulsos que te dan». Finalizada la 'experiencia' su pensamiento ha cambiado y quiere seguir todos los pasos necesarios para salir del pozo en el que le han sumergido las apuestas deportivas.
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