la rioja
Logroño
Miércoles, 1 de diciembre 2021, 20:32
Agua pasada, y bienvenida. Tras las primeras nieves del año, y tras una semana de lluvias, llegó la primera crecida de la temporada invernal (y otoñal) de este 21-22. Lo que empezó este martes en La Rioja Alta se ha trasladado este miércoles a ... la Baja, en ambos casos con pocos daños, dejando un puñado de bonitas imágenes y la prueba de que algunas de las medidas contra las crecidas van funcionando.
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Así, a su paso por Alfaro el Ebro ha experimentado en esta jornada un caudal creciente, superando los 1.300 metros cúbicos a media tarde, confirmando la previsión de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que situaba la crecida entre las ordinarias. Quedando lejos de otras mayores, que llegaban a duplicar esos caudales, la CHE subraya que entraron en funcionamiento los recursos implantados por la Estrategia «Ebro Resilience» para evitar daños en los mazones y en las fincas y cultivos que defienden: el nuevo espacio fluvial habilitado hace un año en La Nava, dando hectáreas a la crecida para expandirse; el cauce de alivio del soto de El Estajao, donde 'estrenó' el nuevo espacio fluvial que Ebro Resilience está habilitando en los últimos meses; o el curage en el linde con Castejón (ramales antiguos limpiados de sedimentos para que el agua utilice su antiguo cauce y los sotos naturales).
Lo que crecía en La Rioja Baja decrecía en la Alta y en el entorno de Logroño. La situación en Haro y Briñas ha regresado a la normalidad, aunque en estado de vigilancia constante debido al incremento de las precipitaciones esperadas para la noche. El acceso a Haro desde Labastida ha permanecido abierto ya desde las primeras horas de la mañana ante la ausencia del agua que se acumuló el día anterior en el asfalto. Del mismo modo, el paseo de Briñas ha vuelto a ser transitable. Quedaban las marcas del paso del fuerte caudal registrado, que arrastró residuos e incluso árboles, y derribó parte de la barandilla del camino.
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Juan Marín/Sonia Tercero/FErnando díaz/María Caro/Diego Marín A.
Mientras, el cauce de los ríos Iregua y Leza disminuía en las últimas horas, después del pico de la crecida producido el martes. El parque del Iregua en Logroño, donde desemboca este río sobre el Ebro, ha reducido sus zonas inundadas. En Agoncillo, donde desemboca el Leza, también ha descendido más de un metro el nivel del agua, aunque en este caso la zona recreativa de Las Fuentes continuaba anegada.
En todos esos lugares el espectáculo del agua crecida no ha tenido el habitual contrapeso de los daños. Y en La RIoja Alta, los calceatenses han disfrutado de algo que perdieron hace ya meses: su río.
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Y es que el Oja ha vuelto a Santo Domingo de la Calzada. El agua discurre desde el el martes por todo su cauce –más abajo, hacia Villalobar, aún se filtraba en el terreno, aunque ya llevaba algunos días recorriendo algún tramo, alimentado por los canales, que suelen llenarse antes. Cosas del acuífero.
Dicen en la ciudad calceatense que «el Oja baja cuando se le antoja». Y es verdad. Ha tenido que inundarse media España para que el río calceatense muestre su patita. Desde principios de verano, cuando se marchó en silencio, sin el bombo y platillo que siempre acompaña su llegada, solo se veía su esqueleto de piedras; un lecho que ahora ha cobrado de nuevo vida para alegría de los calceatenses, que se acercan, bien al puente del Santo o la pasarela peatonal, para saludarlo.
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No faltan entre los espectadores algunos lamentos. Porque sí, da alegría ver bajar el agua, pero la cuestión –dicen– es que solo hace eso: bajar. Y, además, bien rápido. Algunos opinan que habría que almacenar algo, por si falta.
Así es el Oja, un río inexistente la mayor parte del año, pero que también tiene genio, aunque, afortunadamente, solo lo saca muy de vez en cuando. Hace unos años, con motivo de unas jornadas de geología, sus organizadores indicaban que «Santo Domingo, irónicamente patrón de los ingenieros en España, no pudo elegir un lugar menos apropiado para edificar su puente y, con él, su ciudad, ya que se sitúa donde más peligrosas y destructivas pueden ser las avenidas del río Oja». En 1918, por ejemplo, hubo una gran crecida que causó graves destrozos en el puente del Santo, donde tan solo un año antes se había reinaugurado la ermita que otra imponente avenida, en 1906, se llevó por delante.
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*Información elaborada por Ernesto Pascual, Diego Marín, María Caro y Javier Albo
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