Lo que la presidenta debió haber dicho
El repaso ·
Cuando algo puede ser interpretado como un insulto, sin duda lo será. Que se lo digan esta semana a AndreuEl repaso ·
Cuando algo puede ser interpretado como un insulto, sin duda lo será. Que se lo digan esta semana a AndreuA la presidenta Andreu se le montó el miércoles un dos de mayo que no esperaba. Ni, en parte, merecía. Le pasó lo que a tantos políticos tantas veces: que por un raro miedo a decir las cosas claras, acabó con un siesnoes que ... degeneró en mosqueo generalizado en quien menos mosqueado debe estar: los sanitarios en general, y las enfermeras en particular.
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Vino a decir Concha Andreu que si no se habían podido poner más vacunas (y La Rioja salía muy fea en la foto de los porcentajes) era porque faltaban manos. Porque los sanitarios estaban de vacaciones. Merecidas, añadía, quizá consciente del jardín que empezaba a pisar. Pero vacaciones.
Decirle eso así, sin anestesia, a un colectivo que oscila entre lo quemado y lo heroico es arriesgado. Porque a estas alturas ya sabe la presidenta, como sabemos los del gremio juntaletras, que si algo puede ser interpretado como un insulto ésa será la interpretación predominante. Aunque no fuera la intención inicial de quien abrió la boca.
Creo yo para mí que la presidenta dijo eso porque, en realidad, se quedó a media salida de lo que debía haber dicho pero tampoco quería decir. Lo que es un misterio es por qué no lo dijo. Cuando era tan fácil decirlo.
Pero me estoy liando, perdonen. Voy al grano. El Gobierno de La Rioja sabe/teme desde hace semanas que a partir de Reyes se le venía encima una tercera ola como un castillo. Sabe que para ese momento, sobre todo a partir de estos próximos días, iba a necesitar otro esfuerzo sanitario que pondría a prueba la gasolina de ese colectivo que ya anda con la reserva a medias. Y por tanto, durante el mes de diciembre se prefirió facilitar la mayor cantidad de descansos posibles, sacrificando así un despliegue más rápido de la vacuna durante los primeros días. Lo cual, esto último, es evidentemente malo, pero en eso consiste la cosa tantas veces: en elegir.
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Esa fue la opción obvia, y no debería ser tan difícil explicarlo. Cierto, se podría haber optado por otras opciones.
Pero puesto que ese ha sido el criterio (por muy no escrito que estuviera), y es un criterio defendible, la cosa hubiera sido defenderlo. Y ya de paso, tratar a la audiencia como si estuviera compuesta por adultos, algo que he echado muchas veces de menos en la comunicación de esta pandemia.
Porque si no, cuando las cosas aparentemente fáciles se quieren hacer difíciles, pasa lo que pasa. Que las enfermeras se sienten llamadas vagas, cuando nadie en su sano juicio podría decir eso. Y menos desde que empezó esta pesadilla.
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Jueves | Capitolio
Lo que pasó en la capital del mundo libre (eso se creen ellos, sí) el jueves es como para descolocar a cualquiera. Incluso aunque no hubiera habido un señor tatuado con el torso desnudo (en enero, en Washington) y los cuernos de un vikingo pasado de pastis protagonizando el asalto al Capitolio. Muy fuerte: una de esas cosas que nos pegan a la tele y, demasiado a menudo, nos polarizan.
Por eso me gusta la rara casi-unanimidad que voy viendo estos días en una conclusión básica: el populismo, sea cual sea el pelaje con que se vista, es un peligro para la democracia, para la paz, para la convivencia, para la sociedad, para cualquier cosa que sea justa y buena.
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Y aunque siempre habrá quien discuta, a un populista se le distingue a la legua: es ese señor que habla alto y que encuentra con pasmosa facilidad soluciones sencillas y culpables evidentes de problemas complejos. Y que suele además, ser amigo del atajo: como ese excandidato de Vox logroñés que hablaba el jueves de la lucha «del valiente pueblo americano por preservar la democracia».
Ay, los que quieren preservar la democracia acabando con sus instituciones. Huyan.
Viernes | La cuenta
Muy pronto, demasiado pronto. Será esta semana, casi con total seguridad: La Rioja contará su muerto número 600 por culpa del coronavirus. Quién nos iba a decir esto cuando hablábamos de la gripe china, verdad. Quién iba a prever semejante matanza, sobre todo de abuelos, de esos que deberían estar recibiendo ahora algo más que una aterradora espera, una soledad sin abrazos.
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Y cómo explicárselo a los de la rave de Barcelona, a los del bar de la 'Zona' logroñesa de la noche de Reyes, a los que van diciendo por ahí que no se les puede privar del «derecho a divertirse». Ojalá para ellos el 600 signifique algo. Que lo dudo, en fin.
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