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Esta pasada semana la OCDE volvía a encender la chispa de la eterna polémica sobre determinadas profesiones que pese al paso de los años y a la incorporación de la mujer al mundo laboral siguen siendo cotos por géneros. El viejo tema de debate ... de la coexistencia en clara minoría de los pocos varones que se dedican a la enseñanza en los primeros niveles educativos con una amplia mayoría de féminas volvía a cobrar fuerza con el último informe de esta organización. En él alertaba de la escasez de maestros-hombres y por tanto de la asimetría entre sexos en las aulas españolas. Una cuestión que para la OCDE es «preocupante» porque al niño le van a faltar, decía, «los referentes masculinos en la etapa en la que se forman los estereotipos».
La Rioja no está exenta de este desequilibrio de géneros. Los hombres no sólo es que siempre hayan estado en minoría en Infantil y Primaria, incluso en las clases de 3 a 6 años su presencia ha sido simbólica, sino que además su número no para de menguar. De acuerdo con las estadísticas del Ministerio de Educación, hace 18 años, durante el curso 1999-2000, el 27,8% de los maestros de Infantil y Primaria eran hombres, diez años después (curso 2009-2010) representaban el 20,5% y en el curso 2015-2016, el último sobre el que ofrece datos el Ministerio de Educación, el 17,8%, o lo que es lo mismo, ni siquiera dos de cada diez, eran varones.
La desproporción por sexos también se ha instalado en las aulas de las universidades en las que se forman los futuros docentes. En la Universidad de La Rioja (UR), por ejemplo, este curso 2017-2018 sólo 21 (6,6%) de los 315 estudiantes de Educación Infantil son hombres, frente a las 294 mujeres. En las aulas de Educación Primaria conviven 203 estudiantes varones -el 34%- con 390 féminas.
Una vez conocido el informe de la OCDE, el Gobierno de España se apresuró a pronunciarse sobre la advertencia hecha por esta organización calificando de «irrelevante» el género del profesor a la hora de transmitir a los alumnos los conocimientos y valores. El consejero de Educación del Ejecutivo riojano, Alberto Galiana, sostiene una tesis muy similar. Si bien reconoce que es innegable la abrumadora mayoría de mujeres maestras, este hecho 'a priori' «ni es bueno ni es malo, simplemente es un hecho estadístico y demográfico» porque hay determinadas profesiones que «por cuestión cultural» se han ido orientando hacia un sexo u otro como pasa con aquellas relacionadas con la ciencia, las ingenierías o la tecnología, que a veces son predominantemente masculinas. Precisamente, apuntó, «estamos tomando medidas contra ello, de manera que las profesiones de ciencias e ingenierías sean más femeninas». Por tanto, «que los alumnos tengan un referente tanto masculino como femenino en el ámbito de la enseñanza es algo valioso pero tampoco hay que ser extraordinariamente puntillosos con los porcentajes, siempre y cuando haya una presencia significativa de cualquiera de los dos géneros», concluye.
María Ángeles Goicoechea dirige la unidad de Igualdad de la UR y además es profesora en los grados de Educación. Es testigo directo de la brecha de género en las aulas del antiguo Magisterio en el campus público y conocedora de que, especialmente en la primera etapa educativa, la presencia de hombres en el pasado y en el presente es muy minoritaria, «pero se debe a razones históricas que tienen que ver con la distribución de roles de género de la población masculina y femenina española».
Magisterio y Enfermería fueron de las primeras carreras a las que podía acceder una mujer, «porque se les presupone más sensibles y con más capacidad para realizar estas tareas», apunta. De ahí que «sigan siendo carreras más de mujeres que de hombres». En su opinión, esta sería una circunstancia a cambiar, «pero también sería deseable modificar las mentalidades de los hombres y las mujeres para que empiecen a enseñar que los cuidados son cosa de todos». ¿Cómo darle la vuelta a esta situación? A su juicio, introduciendo asignaturas como Educación para la Ciudadanía en la que se trabajen aspectos de género para que todos puedan acceder a los mismos puestos.
Desde ANPE no comparten la idea de la OCDE, porque «no creemos que los estereotipos se arraiguen en los alumnos a los 10 años, sino entre los 6 y los 7 y los roles por sexos no sólo se adquieren en la escuela, sino también los observan en la familia, la televisión y publicidad», sostiene el presidente de este sindicato, Gustavo Navas. Además, considera que «estudiar una carrera y luego dedicarse a una profesión u otra no depende del sexo, sino que es una opción individual y siempre ha habido estudios en los que las mujeres o los hombres han sido mayoría».
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