Jorge Ezquerro, con una foto de su padre, hace unas semanas en Zaragoza, ciudad en la que reside la familia del comandante asesinado por ETA.P.G.M.
«No te preocupes mamá; yo no soy ningún objetivo»
Memoria Riojana del Terrorismo ·
Jorge Ezquerro, hijo del comandante de Estado Mayor Julián Ezquerro Serrano al que asesinó ETA: «Los terroristas que mataron a mi padre siguen impunes, ¿Se irán de potes tranquilamente?»
Era el 19 de septiembre de 1979. Bilbao. Apenas quedaba media hora para las nueve de la mañana. El comandante de Estado Mayor Julián Ezquerro ... Serrano (nacido en Pradejón, de 39 años de edad, padre de cuatro hijos y otro a punto de llegar) y su compañero, el coronel tinerfeño Aurelio Pérez Zamora, del Arma de Caballería, aguardan en la puerta de las viviendas anexas del cuartel de Garellano a un Land Rover (conducido por el soldado Gustavo Pérez Domínguez) para dirigirse a sus puestos de trabajo en el Gobierno Militar de Vizcaya, sito en el Palacio de Ibaigane, actual sede del Athletic de Bilbao. Tráfico denso. El vehículo transita por la calle Zancotea en dirección a la entonces Avenida José Antonio –ahora Sabino Arana– para atravesar por debajo el ramal de la autovía que asciende con dirección a Santander y Vitoria y dirigirse hacia la Gran Vía.
Una agente de la Policía Municipal, que gestiona el tráfico en ese punto estratégico de la ciudad, ordena frenar la marcha a los coches que se incorporan a la vía principal. El soldado conductor Gustavo Pérez aminora al máximo su vehículo y deja el coche prácticamente al ralentí. Son las 8.40 horas de la mañana y tres terroristas de ETA, que nunca fueron juzgados por la muerte de ambos oficiales, descargan sus armas a traición y sin previo aviso sobre los tres militares. El atentado dura apenas unos segundos. Caen asesinados los dos oficiales y el conductor salva su vida de milagro. Los terroristas se esfuman caminando en dirección a la plaza del Sagrado Corazón y se montan en otro coche que había sido sustraído a punta de pistola por dos jóvenes, a las siete de la mañana, en el cercano parque de Doña Casilda.
El comandante Julián Ezquerro, nacido en Pradejón, solo llevaba quince días en su destino de la capital vizcaína cuando fue asesinado
Una de las hermanas del militar riojano asesinado se negó a saludar al ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún. Le dijo: «Remedios, no; pero evitar, sí se podía haber evitado».
P.G.M. /La Gaceta del Norte
Jorge Ezquerro, que reside en Zaragoza, es el hijo pequeño del militar riojano y contaba con apenas siete años cuando mataron a su padre: «Siempre recordaré el momento en el que se fue y del que jamás regresó. De lo que tengo conciencia total es de la última conversación que tuvo con mi abuela. Estábamos en casa y ella le dijo a mi padre: 'Julián, ten cuidado en Bilbao, que las cosas están allí muy calientes'. Mi padre contestó que no se preocupara, que él no era ningún objetivo. Se me quedó grabada aquella conversación. Al final, pasó lo que pasó».
Testigo de excepción
Un testigo de excepción del atentado fue Paulino Alonso, chófer de una ambulancia de la DYA, que junto a un médico que pasaba por allí fueron las primeras personas que intentaron socorrer a los militares. Así relató al diario 'El País' cómo se desarrollaron los hechos: «El jeep, que venía por la calle de Zancoeta, paró para ceder el paso. Se acercó un joven a la ventanilla delantera del lado derecho y otro dos por detrás e hicieron fuego. Cuando acabaron de disparar, los tres huyeron en dirección a la plaza del Sagrado Corazón».
«El jeep, que venía por la calle de Zancoeta, paró para ceder el paso. Se acercó un joven a la ventanilla delantera del lado derecho y otro dos por detrás e hicieron fuego«
Paulino Alonso, testigo y chófer de una ambulancia de la DYA
El coche, por la inercia, chocó contra un vehículo aparcado y el soldado conductor «salió tambaleándose y se desmayó». Los dos oficiales iban también delante y el coronel Pérez Zamora todavía respiraba. Lo trasladaron al Hospital Civil de Basurto, en el que falleció minutos después en la sala de Urgencias. El comandante, que ocupaba la parte central del asiento delantero, debió morir en el acto. Me pareció que un disparo le había entrado por un oído, saliendo por la cabeza, con pérdida de masa encefálica. Nada pudimos hacer por él.
El comandante riojano estuvo durante una hora en el interior del vehículo, –con la cabeza tapada por una bolsa de plástico azul– hasta que el juez ordenó el levantamiento del cadáver. Un disparo le entró por el pabellón auricular derecho y otros le alcanzaron en el tórax.
El comandante Julián Ezquerro, en una de sus últimas fotos.
J.E.
El soldado conductor fue intervenido de un disparo en la espalda 'en sedal' –según el parte médico–, siendo su herida de pronóstico menos grave. Se le atendió también de contusiones y erosiones varias. En el lugar de los hechos se encontraron alrededor de quince casquillos de bala, de nueve milímetros 'Parabellum', munición habitualmente utilizada por la organización terrorista ETA.
Otro testigo apuntó la existencia de un cuarto individuo que, cuando detectó la llegada del vehículo militar, realizó diversas señales con un pañuelo a los pistoleros: «Tres de ellos vestían ropa deportiva, con vaqueros y camisas o chamarras y llevaban bolsas de deporte. El cuarto vestía de blanco. Se montaron en un Citroën GS de color amarillo, con el que salieron huyendo».
Nunca más se supo de ellos, aunque cuatro días más tarde la organización terrorista ETA-Militar se declaró responsable del atentado a través del consabido y mil veces repetido comunicado en diferentes medios de comunicación. El coronel se había incorporado hace un mes a su destino en Bilbao y el comandante Julián Ezquerro apenas llevaba quince días en su puesto de la capital vizcaína.
«En la época de mi padre ser militar era un suicidio. Muchos de sus compañeros si les destinaban al País Vasco renunciaban a su carrera en el ejército. Pero, por lo que he sabido, mi padre, que era profesor en la Academia Militar de Zaragoza, cuando le dijeron que su destino iba a ser el País Vasco y concretamente Bilbao, no se lo pensó dos veces. El cumplimiento del deber estaba por encima de cualquier cosa».
La conmoción de Alberto
El periodista Gorka Angulo recoge en su libro 'La persecución de ETA a la derecha vasca' (Almuzara, 2018) cómo le impresionó este atentado a Alberto López-Jaureguízar, número dos en la lista de Alianza Popular por Vizcaya en las elecciones generales de 1979: «La dantesca escena le conmocionó por la impunidad y la sangre fría con la que actuaron los terroristas, y también las circunstancias de los dos oficiales muertos. Los dos llevaban menos de un mes destinados en la capital vizcaína, y el comandante Ezquerro, de 39 años, era padre de cuatro hijos de corta edad con su esposa embarazada de un quinto. Aquel doble crimen le concienció de hacer algo por las víctimas, como asistir a los funerales para acompañar a sus familiares, dejar un ramo de flores en el lugar de los atentados o poner la bandera española con un crespón negro en el balcón de su vivienda cada vez que asesinasen a militares, policías o guardias civiles».
Alberto López-Jaureguízar fue asesinado en Gecho (Vizcaya), el día 16 de julio de 1982, cuando tenía 42 años de edad. Al igual que por el atentado que le costó la vida al comandante riojano y al coronel tinerfeño, no existe condena. Según la Secretaría de Paz y Convivencia Gobierno Vasco, la situación procesal es de sobreseimiento provisional.
Sin condena
Ese vacío en el cumplimiento de la ley le provoca una reflexión al hijo del militar riojano: «A mi padre lo mataron unos jóvenes de veintitantos años. Tengo la imagen grabada de uno de ellos, el que se le acercó y le vació un cargador a bocajarro. Ninguno de los implicados en el atentado llegó a ser detenido ni puesto ante la justicia para pagar penalmente su delito. Muchas veces me pregunto qué habrá sido de ellos, qué tipo de vida pueden llevar. Me imagino haber hecho algo así y sería incapaz de acarrear con semejante carga, matar a una persona con cuatro hijos, con una vida normal... Ellos asesinaron por ideología, por fanatismo o por dinero, ya que se han dado muchos casos en la banda terrorista ETA que eran asesinos a sueldo porque se movía mucho dinero y en el fondo eran verdaderos sicarios».
«Imagino haber hecho algo así y sería incapaz de acarrear con semejante carga, matar a una persona con cuatro hijos, con una vida normal...»
Jorge ezquerro
A colación de esa reflexión de Jorge Ezquerro, merece la pena recordar unas declaraciones a Televisión Española tras el atentado de Carlos Garaikoetxea, presidente entonces del Consejo General Vasco, que denunció el «comercio macabro de impuestos revolucionarios».
«Ellos asesinaron por ideología, por fanatismo o por dinero. En la banda terrorista ETA que eran asesinos a sueldo porque se movía mucho dinero y en el fondo eran verdaderos sicarios»
«¿Se irán de potes?»
Sigamos con los pensamientos de Jorge Ezquerro: «Fueron tres, uno que comenzó a disparar, otros dos que llegaron a rematar, además del que vino a recogerles en un coche cuando se marcharon tranquilamente andando del lugar del atentado. ¿Se irán de potes tranquilamente? ¿Habrán matado solo a mi padre y a su compañero o serán responsables de más asesinatos? ¿Cuánta gente estaba implicada en el atentado? ¿Cuántas personas conocen los detalles y saben quiénes fueron los autores? ¿Cuántos miembros de organizaciones políticas cercanas a ETA saben exactamente lo que sucedió? Si de algo estoy seguro es que sé perfectamente a qué partido votan. Otra de las cosas que me cuestiono es si alguna vez han indagado en las historias de las personas a las que asesinaron, si han pensado en los padres, los hijos o las parejas de los seres a los que mataron. Mi capacidad de reflexión y mi propia conciencia no me permitiría llevar una vida normal con algo así sobre mis espaldas. Me pregunto incluso si cuando pasan por el sitio del atentado piensan que fue aquí, exactamente aquí, el lugar en el que fulminé dos vidas, la de un hombre joven de 39 años y la de otra persona que estaba a un paso de jubilarse. No eran entidades políticas ni militares relevantes. Eran dos funcionarios que se estaban ganando la vida como cualquier otro ciudadano».
«Me cuestiono si han pensado en los padres, los hijos o las parejas de los seres a los que mataron»
Jorge intenta mantener lo más vivo posible el recuerdo de su padre: «Hay veces que viene algún compañero de mi padre y nos cuenta diferentes anécdotas suyas de viajes o de andanzas en el Ejército y es muy reconfortante porque nos ayuda a mantener vivo el recuerdo de su existencia. Han pasado muchos años y parece que las cosas se difuminan poco a poco. Es muy difícil mantener esa llama viva y constante a lo largo de tanto tiempo. Yo lo que hago es realizar diversos momentos de reflexión e igual que voy a Pradejón una vez al año (tal y como le prometí a mi tía en su lecho de muerte), sigo yendo al cementerio a estar con él una vez al año. Más que recuerdos, lo que mantengo con mi padre son instantes de soledad, de reflexión. Han pasado muchos años pero no quiero que se borre su memoria en nuestra familia. Es vivir su ausencia porque no tuve demasiado tiempo para vivir su presencia como otros niños. Mi padre vivió 39 años, hace poco tiempo cumplió más tiempo muerto que vivo».
«Han pasado muchos años y parece que las cosas se difuminan poco a poco. Es muy difícil mantener esa llama viva y constante a lo largo de tanto tiempo»
Jorge Ezquerro
Y mantiene recuerdos muy reales: «Era una persona muy sencilla, de gustos espartanos. Mi madre siempre dice que yo he heredado buena parte de su forma de ser. Le encantaba ir a Pradejón y le gustaba mucho el cine. La última película a la que me llevó fue la de Supermán y tengo ese recuerdo intacto. Además hicimos la colección de cromos de la película y una de las cosas que más me gustan es el cine. De alguna manera se lo debo a él».
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