Ponga que gano yo

Dos encuestas, cada una de su padre y de su madre. Una para El Mundo, otra para el PSOE. Y en cada una sale ganando lo que al patrón más le apetece: el PP en la primera, el PSOE en la segunda. Una de las dos se equivoca, pero no seré yo quien diga cuál a estas alturas. A mí que me registren.

Van a ser unas difíciles elecciones para los analistas de la cosa pública. Porque ahora mismo lo único cierto es que quién sabe. De las pocas evidencias que nos quedan una es el regreso con fuerza del bipartidismo. En un Parlamento con 33 sillas, ambos partidos se creen asentados en el entorno del 15. Pero es una barrera volátil: siendo como es La Rioja, un porcentaje pequeñito basta para que los escaños vuelen como golondrinas a la bancada de enfrente.

Y más cuando, por un lado, hay una enorme cantidad de indecisos (más de un cuarto del electorado, según la encuesta socialista). Y cuando, por otra parte, el arte de pronosticar se vuelve diabólico cuando miramos hacia abajo. Hay tres partidos que podrían o no entrar en el juego. Todos los sondeos dicen que el que más posibilidades tiene de hacerlo es Vox, lo cual le vendría bien a un Capellán que ya empieza a modular su rechazo inicial a los verdes. Pero todo es posible, sí: que haya cinco partidos y un parlamento de fuegos artificiales o que haya dos, mayoría absoluta y rodillo soporífero.

En fin. Si me piden mi opinión, mejor que en las encuestas (en las que uno percibe por detrás eso de «póngame usted que yo gano») convendría estar más atento a ver qué hacen el expansivo Sánchez y el adusto Feijóo. Porque, ay, de sus vaivenes acabará dependiendo lo que pase por aquí, como casi siempre. Mal que les pese al adusto Capellán y a la expansiva Andreu, al final el riojanito vota casi siempre mirando a La Moncloa. A veces uno piensa que para nosotros mismos tampoco somos más que ese «más uno».

Pasan los días y parece que en el PSOE se han hartado. Cierto es que hasta ahora todo el peso de esa monumental pifia que es la 'ley del sólo sí es sí' está cayendo sobre los hombros de Podemos. Pero antes de que la porquería se esparza hasta las alfombras de La Moncloa, los socialistas han lanzado un bonito órdago: o la cambias, ministra Montero, o la cambio yo con los votos del PP.

Es una estrategia inteligente, tanto por parte de los socialistas como de los de Feijóo. Los dos consiguen un bien preciado en estos tiempos en los que su principal guerra es recuperar todo lo que puedan del bipartidismo: aparecer como los respetables frente a los radicales y chapuceros.

Claro que Montero y compañía (azuzados por un Iglesias que no tiene ya nada más que perder mientras le sigan haciendo casito) se lo están poniendo muy fácil. Seguir con el discurso de que la ley es «perfecta» y de que son los jueces fachas los que conspiran contra Podemos, con 300 penas reducidas a delincuentes sexuales es algo muy parecido a un suicidio político.

Pero de eso, en fin, Podemos sabe mucho.

Pensiones alimenticias que no se pagan, indemnizaciones que tampoco, sentencias que no se cumplen, escritos que no se firman y trámites que se quedan en la bandeja de entrada sin que sirvan para nada. Tenemos la Justicia casi paralizada, sin que hasta el momento nadie del Gobierno haya dicho ni Pamplona ante la huelga de los letrados, antiguos secretarios judiciales. Es curioso cómo hay paros que hacen saltar a los ministros mientras otros parecen darles soberanamente igual. Aunque en este caso tampoco es tan raro: ya que la administración de Justicia siempre ha ido mal, pensarán, qué más dará.