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La cuarta sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de La Rioja contra el acusado de asesinar con desatascador al hombre al que cuidaba se centró este jueves en la declaración de doce policías –diez nacionales y dos locales– que de una ... u otra forma intervenieron en el caso. Los agentes de la Jefatura Superior que se encargaron de la inspección ocular de la vivienda de la víctima el 6 de agosto de 2020, un día después del suceso, explicaron que comprobaron todos y cada uno de los desagües de la vivienda y todos «funcionaban correctamente».
Una afirmación que, según la declaración efectuada un día antes en la misma sala de vistas por un técnico sanitario, desmontaba la versión del procesado, quien, según le explicó a este testigo, había comprado el líquido abrasivo ante la supuesta insistencia del anciano «para acabar con unos pelos en la ducha» que estarían obturando las tuberías.
A estos mismos policías el acusado, que se enfrenta a 23 años de cárcel por asesinato con alevosía, les entregó voluntariamente dos testamentos que les dijo que eran antiguos y que no tenían valor, el válido, al parecer, estaba en su poder. También les dio las llaves del piso, aunque tenía otro juego en su casa, y dos cartas manuscritas que son las supuestas notas suicidas en las que la víctima se despedía de su familia, les reprochaba su desatención y alababa los cuidados del procesado.
El agente que coordinó la investigación aseguró que les sorprendieron los mencionados manuscritos porque la víctima apenas escribía, en el domicilio no se encontraron más que algunos fragmenos sueltos para realizar las pruebas caligráficas y «que lo hiciese para despedirse de una familia con la que apenas tenía contacto era extraño». El uso de las sintaxis y de las preposiciones en las notas también les llamó la atención. «No eran propias de una persona que ha hablado toda su vida castellano», dijo.
Sobre el uso del desatascador, les pareció «extraño» que se comprase la mañana del mismo día de los hechos, sobre todo si, tal como se comprobó después, funcionaban bien los desagües. «No tenía mucho sentido y ese producto limitaba mucho las posibilidades de vida de la víctima», además, si su intención era suicidarse había otros productos en casa, como la lejía, que podía haber utilizado con este fin y «sin embargo usó desatascador».
Un líquido corrosivo que, según el visionado de las imágenes del establecimiento donde se adquirió, el procesado tardó en comprar dos minutos. «Parece tener claro dónde se dirige, lo coge, lo paga y se va» y eso pese a la amplia superficie del local.
Este mismo testigo explicó que algunos de los vecinos habían oido conversaciones entre el acusado y la víctima sobre temas económicos e incluso, uno de ellos, había escuchado al hombre de avanzada edad mostrar su desacuerdo con el testamento.
A los sanitarios del servicio de emergencias les sorprendió, según este agente, por el mal estado en el que se encontraba la víctima, lo que hacía suponer que «llevaba mucho tiempo así», y porque el acusado estaba vestido de calle pese a que supuestamente se acababa de levantar de la cama. «Nunca habían visto algo similar, un intento autolítico con la ingesta de un corrosivo y antes somníferos que habrían dificultado la ingesta del desatascador».
La botella del ácido se encontró cerrada con un cierre de seguridad, algo que requiere una «fuerza y una destreza» que sorprende en una persona a la que le había dado un ictus unas semanas antes y le faltaban dos falanges distales. También llamó la atención que la víctima, de 82 años, no tenía llagas o quemaduras en la boca, cuando, aunque lo hubiera ingerido queriendo, según le explicaron los facultativos que le atendieron, habría intentado regurgitarlo en un acto reflejo.
El agente también puso el foco en dos reintegros que hizo el acusado los días 20 y 28 de julio de las cuentas de la víctima y en que las dos últimas retiradas de medicamentos en la farmacia las hiciera el procesado cuando, en la botica habitual, aseguraron que siempre iba él.
También compareció en la sesión de un juicio que continuará este viernes con la declaración de varios peritos, el agente que analizó los datos del terminal móvil del acusado y, de acuerdo con esta información, la relación entre la víctima y el procesado comenzó en junio de 2020 por el alquiler de una plaza de garaje, de hecho tenía registrado el teléfono de la víctima como plaza de garaje. Los contactos se prolongaron en julio y agosto, nunca antes, y siempre era el procesado el que llamaba al hombre al que cuidaba.
En el mismo dispositivo se hallaron pantallazos de fotografías efectuadas en julio de 2020 en las que él aparecía con la víctima, pero «estaban tomadas de una manera como para detallar que estaba con esa persona y qué cuidados le prestaba, comiendo, sentados en el sofá...». También había imágenes de documentos notariales sobre un garaje, un inmueble, una cartilla bancaria de la víctima con 102.000 euros y de su DNI.
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