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Inquieto, emprendedor autodidacta y acostumbrado a echar a volar su imaginación y sus ideas con la misma seguridad con la que hace despegar a sus drones. Roberto Varona Rodríguez (Viguera, 1978) supo de la primera carrera de drones controlados por la mente, un experimento realizado ... en la Universidad de Florida (Estados Unidos) en el año 2016, y decidió zambullirse en el mundo de la electroencefalografía, la informática y la inteligencia artificial como un reto personal impregnado de altruismo.
«Yo defiendo que toda esta tecnología puede estar al acceso de cualquier persona sin tener que dejarse un dineral con los artilugios que venden los gigantes del sector y pasar por caja cada vez que saquen una actualización», asegura este riojano, con formación en electrónica y especialista como operador de drones.
Durante meses recopiló toda la información posible sobre coronas neuronales y detección y tratamiento de las señales electroencefalográficas (EEG) y se puso manos a la obra. «Cree una diadema casera neuronal, similar a las profesionales que puedes comprar en Estados Unidos, y programé el SDK (Software Development Kit/Kit de desarrollo de software) para poder hacer la comunicación entre el dispositivo, un dron, y la corona neuronal, que lleva los mismos componentes, circuitos eléctricos y el sensor que las profesionales, con la diferencia de que en la mía invertí 50 euros frente a los 300 o más que cuestan las que se comercializan que, además, no son fáciles de traer a España».
El siguiente paso fue diseñar la BCI (Brain Computer Interfaces), «el sistema que establece la comunicación directa entre el cerebro y el ordenador o móvil para capturar la información neuronal, los registros de las ondas cerebrales, para su procesamiento e interpretación informáticos», aclara, para tratar de explicar de forma sencilla que «esa combinación de diadema y programa me permite, por ejemplo, mover solo con concentrarme y pensarlo un dron, pero podría llegar a moverse una silla de ruedas, la prótesis de un brazo robótico o la cama articulada de un enfermo, de una persona tetrapléjica. Es como el mando de cualquier aparato, pero con las ondas cerebrales».
Roberto Varona Rodríguez
Emprendedor
Su diadema, por cuestiones económicas, solo lleva un sensor, también eran así las de la Universidad de Florida. «No es invasivo, es como el de los aparatos de medir la tensión, no hay que implantar un chip invasivo», matiza para añadir que «con un solo sensor solo puedes elegir un movimiento del dron, por ejemplo para adelante, que es lo que se hizo en Florida, pero se podrían instalar incluso 24, lo que permitiría todo tipo de movimientos y, por ejemplo, atribuir colores a movimientos y que solo con concentrarse y pensar en el color que el dispositivo ejecute esa orden».
Su programa, la BCI, que ha bautizado como Drone Brain, la registró en la Biblioteca de La Rioja, donde presentó el dossier completo y el código fuente, además de abonar una tasa de 40 euros para evitar plagios.
Su inquietud le ha llevado también al mundo vegetal. «He desarrollado otro dispositivo EGG para plantas que me ha permitido demostrar que éstas también emiten ondas 'cerebrales', entre comillas, que son leídas por el programa. Las plantas no se pueden comunicar verbalmente, pero sí a través de esas ondas, lo que abre la posibilidad de poder detectar posibles enfermedades y plagas. También determinar si la fotosíntesis es adecuada, lo que es muy importante porque de ahí surge la posibilidad de optimizar la obtención de energía biofotovoltaica, que es la más limpia. Si a una planta con una buena fotosíntesis le colocas un ánodo y un cátodo, que simplemente son dos polos, puedes obtener energía eléctrica, igual que la que se obtiene de un panel solar, pero con la ventaja de que sigue funcionando sin sol y, además, sin genera los desechos que suponen las placas y demás componentes», aclara.
Roberto Varona ha llamado a varias puertas y parece que en un futuro próximo estará acompañado en su reto. «Justo esta semana ha contactado conmigo una empresa de programación, tecnología y robótica riojana, que me han comunicado que están interesados en esto, con lo que parece que vamos a poder seguir avanzando en el sistema y en los procedimientos», asegura ilusionado y con la esperanza de que en el ámbito educativo decidan aprovechar su labor: «El programa permite fijar la concentración necesaria, de 0 a 100. Por ejemplo si pones 80 o más hay que concentrarse mucho más y eso puede ser un entrenamiento muy bueno para niños con déficit de atención, mientras juegan, por ejemplo con un cochecito dirigible que podrán mover con la diadema neuronal».
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