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Mediados los años 80, alcanzó cierta popularidad entre los españoles una serie que emitía TVE los domingos por la noche. Se titulaba 'Enredo'. Gracias a ella ganó alguna celebridad el actor Billy Crystal, entonces un desconocido, que protagonizaba las escenas más marcianas de aquel artefacto: ... una continua, interminable, hilación de gags, a cual más delirante. La suma de todos ellos generaba una especie de tiovivo eterno, donde la acción avanzaba formando un barullo imposible de descifrar. Un laberinto para iniciados, con su correspondencia al otro lado de la ficción: también la vida es así, a veces. Un disparate. Como la política, tanto la vieja como la nueva. Porque quienes, como los arquitectos de Podemos, llegaron para cambiar el antiguo ecosistema han acabado incurriendo en los defectos que antes criticaron. Es el caso de su territorial riojana, un ejemplo muy acabado de esta propensión al delirio que distingue a la nueva izquierda.
Escena inicial. Podemos llega a las instituciones en La Rioja como en el resto de España, surfeando la ola buena del 15M. De las acampadas callejeras al Parlamento regional y los ayuntamientos, donde sus líderes no perdieron el tiempo: nada más alcanzar los escaños ya empezaron las huestes moradas a despeñarse en medio de conflictos internos y externos. En apenas unos meses dispuso de tres portavoces parlamentarios distintos en el Legislativo regional, entre denuncias cruzadas de acoso, persecución laboral y hostigamientos entre las diferentes almas que forman el partido. Las querellas intestinas desembocaron en los tribunales donde hubo pronunciamientos de toda índole en favor tanto del sector oficial como del crítico. Con una particularidad: que la foto de sus disputas era una imagen en movimiento, con trasvases continuos de dirigentes de un sector al otro. Los aliados de hoy son los enemigos de ayer. Y viceversa.. Imposible seguir el hilo a esta función.
Avanza la trama. Los protagonistas de este enredo llegan al final de la pasada legislatura noqueados, como sus siglas. Los electores castigan la división interna, penalizan los errores estratégicos y dañan las aspiraciones de sus candidatos, elegidos en medio de un conflicto que alcanza a su dirección nacional. Desde Madrid, se impone al frente del partido a una gestora, dirigida por un grupo que dispone cada día de menos efectivos, hasta que acaba prácticamente en manos de los guardianes de la ortodoxia. Kiko Garrido, su pareja Nazaret Martín y unos pocos afines que, según denuncia la facción rebelde, tienen secuestrado el partido, no someten sus decisiones a la militancia y tampoco abren el proceso de primarias para confeccionar las listas. El retroceso en las elecciones de primavera fue inevitable, de nuevo entre denuncias por la falta de democracia interna que llegan a los tribunales ordinarios y desembocan en la sombría noche electoral del 26 de mayo: de cuatro diputados en el Parlamento regional, Podemos se queda con dos a pesar de que concurría a las autonómicas en coalición con Izquierda Unida. Quienes resisten tratan esa misma noche de recomponer los restos del naufragio: la alianza con el ganador PSOE parece inevitable, en buena lógica, para acabar con 24 años del PP en el poder. Pero la tendencia al lío de los actores de este vodevil presagia días tormentosos.
Escena final. Alarmada por las extravagancias de sus dirigentes riojanos, la dirección nacional puso al frente de la candidatura regional a la periodista Raquel Romero, quien llevaba tiempo viviendo en Berlín ajena a la realidad de La Rioja. Se une en coalición con IU, obtiene uno de los dos parlamentarios pero en vísperas de nombrar presidenta a la socialista Concha Andreu, retira su apoyo a sus socias, vuela por libre y aconsejada por unos misteriosos asesores manchegos que también lo ignoran todo sobre La Rioja impide la primera investidura y humilla al PSOE hasta conseguir su ansiada cartera en el Gobierno recién constituido, mientras protagoniza con sus compañeros de siglas otro vodevil. Porque acto seguido la gestora propone como candidata a consejera a Martín, que debe renunciar por el veto socialista (tiene causas pendientes ante la justicia), opta luego por otra aspirante pero finalmente inclina la rodilla. Romero se ha salido con la suya y este viernes toma posesión, desafiando la amenaza de sus antiguos compañeros de romper todos los acuerdos con el PSOE así en el Parlamento como en el poder local. Y cuando la pantalla se funde a negro y suena la tonada de aquella serie, 'Enredo', desde Madrid llega el anuncio que pone momentáneo fin a este esperpento: la gestora ha quedado disuelta. Cautivo y desarmado, el espectador respira aliviado.
Aunque seguro que continuará.
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