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La primera noticia local que este periódico publicó sobre Podemos fue el 13 de marzo de 2014. La formación morada, que adoptó el círculo como emblema y propósito, había nacido apenas un mes antes, en Madrid, fruto del empuje de un grupo de profesores de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Sus nombres, entonces casi desconocidos, cobraron súbita fama: Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón. Supieron condensar el entusiasmo popular del 15M y dieron forma política a un sentimiento. Eran jóvenes, habían leído, tenían ideas y entusiasmo, hablaban con soltura, conectaban con la gente, llegaban sin hipotecas.
La primera meta del nuevo partido fueron las elecciones europeas. Se abrió un proceso de primarias para elegir candidatos, aunque el número uno de la lista tenía ya propietario, Pablo Iglesias, cuya fotografía incluso se convirtió en el logo del partido, primer chispazo del feroz egocentrismo que acabaría devorándolo. En La Rioja ese proceso se abrió el 12 de marzo, con la comparecencia pública de dos jóvenes simpatizantes: Sara Carreño y Julio de la Cruz. Carreño, licenciada en Administración de Empresas, empleada en una clínica logroñesa, hija de un alto cargo del PSOE en Asturias y estudiante de Derecho, se convertiría de este modo en la primera imagen de Podemos en La Rioja. En aquella comparecencia, Carreño reconocía la ligazón del nuevo movimiento con el 15M: «No basta con salir a las calles –decía–, hay que llegar a las instituciones para cambiarlas». Sara Carreño cumplió al menos el primer propósito: años después se convertiría consecutivamente en diputada en el Congreso, directora del Observatorio de los Derechos Humanos y directora general de Participación.
Pero en ese primer momento, la moqueta parecía aún un sueño lejano, un cielo secuestrado por la casta. Dos «colaboradoras» riojanas fueron elegidas por las bases y acabaron integrando aquella lista fundacional a las elecciones europeas: Inés Rodríguez Cabrera (número 34) y Virginia Elena Hernández (número 50). Un tercer riojano, Raúl Ausejo, estuvo a punto de entrar en aquella candidatura, aunque quedó fuera por los pelos. Ausejo, ingeniero de Montes, hijo de un alcalde socialista y antiguo miembro de las juventudes del PSOE, se dejó contagiar por aquel entusiasmo vivificador. «Los recuerdos de los inicios son muy bonitos; nos juntábamos gente con mucha ilusión, muy desencantados con la política tradicional, que creímos que Podemos era la gran ocasión para cambiar las cosas», recuerda. «Por desgracia –añade– antes de cumplir un año ya nos dimos cuenta de que era un bluf».
Raúl Ausejo fue el primer secretario general de Podemos en La Rioja. En aquella competición interna se enfrentaron dos listas: la de la corriente Todos Juntos Podemos, liderada por Ausejo; y la candidatura de Claro que Podemos, encabezada por Sara Carreño y respaldada por la dirección nacional. No había grandes diferencias ideológicas, aunque sí un matiz importante: Ausejo reclamaba «fortalecer los círculos» y Carreño advertía de la necesidad de «combinar el espíritu asambleario con una organización interna lo más eficaz posible». Ganó contra pronóstico la lista de Ausejo, con el 64% de los votos. Eso sucedió el 14 de febrero de 2015. Dos meses después, Ausejo ganó también las primarias para encabezar la lista de Podemos al Parlamento riojano.
Comenzaron entonces las turbulencias; una marejada interna que no ha cesado en diez años y que en ocasiones ha alcanzado formas de galerna. La dirección nacional resolvió anular «por fraude electoral» la candidatura victoriosa de Ausejo. Un comunicado colgado en la web del partido aseguraba que había habido «pequeños bloques de votos telemáticos» que habían contaminado la elección. Raúl Ausejo fue apartado. «Logramos reunir al 80% de firmas autentificadas –explica– y lo consultamos con abogados pero vimos que, aunque demostráramos nuestra inocencia, no íbamos a conseguir nada, salvo quizá que nos restituyeran en nuestros puestos cinco años más tarde. Era tal el desencanto que decidimos apartarnos y olvidarnos de todo».
No se repitieron las primarias, sino que la dirección nacional resolvió respetar los votos obtenidos por la corriente oficialista, Claro que Podemos. De este modo, Germán Cantabrana se convirtió en el cabeza de lista de la formación morada al Parlamento de La Rioja. Pese al terremoto, la marca funcionaba. En las elecciones autonómicas, Podemos consiguió más de 18.000 votos, una cifra inaudita para una formación tan joven. Cuatro diputados morados ocuparon sus asientos en el convento de la Merced: Cantabrana, Juan Calvo, Natalia Rodríguez y Ana Carmen Sáinz.
Pero Podemos –el Podemos riojano– no encontró la paz. Hay culebrones sudamericanos con menos personajes, relaciones torticeras, amores truncados y giros inesperados de guion. Si observamos los resultados electorales, hay un dato relevante: la formación morada, concurriera o no en coalición, siempre ha funcionado mejor en las Generales que en las Autonómicas. Su pico lo alcanzó en junio del año 2016, en la repetición de las elecciones al Congreso, cuando Iglesias acariciaba el 'sorpasso' al PSOE y se llevó más de 28.500 sufragios riojanos. Sara Carreño, aquella joven que fue en el primer rostro de Podemos en La Rioja, logró quebrar el férreo bipartidismo regional y ocupó un escaño en la carrera de San Jerónimo. Hicieron cumbre. Nunca volvió el partido morado a superar el 15% de los sufragios.
Después de aquella primera defenestración –la de Raúl Ausejo–, el segundo golpe inesperado llegó con la elaboración de la lista autonómica de 2019. Germán Cantabrana, tras cuatro años convulsos en el Parlamento regional, enfrentado –incluso judicialmente– con algunos de sus compañeros de escaño y con la dirección del partido, se postuló para repetir, pero Madrid (Pablo Echenique era secretario de Organización) intervino 'manu militari', anuló el proceso, sacó el dedazo y colocó sin mayor trámite a una desconocida periodista riojana, Raquel Romero, de la que solo se sabía que había vivido en Berlín.
Aunque Podemos recibió un importante castigo en las urnas, quiso la aritmética electoral que su voto fuera decisivo para investir a la socialista Concha Andreu como presidenta de La Rioja. Romero se rodeó entonces de los 'hombres de negro', oscuros negociadores llegados de Castilla-La Mancha, que acababan de salir del gobierno manchego y buscaron acomodo en La Rioja. Lo encontraron en la Consejería de Participación. Aunque la titular del departamento iba a ser –y así se anunció– Nazaret Martín, de la noche a la mañana, y por razones nunca claramente desveladas, la propia Romero asumió su puesto. La Consejería se convirtió entonces en un satélite autónomo no solo del Ejecutivo, sino incluso del partido, y en fuente continua de controversias y escándalos. Romero acabó expulsada de Podemos en abril de 2022, aunque nunca dejó de sostener al Ejecutivo de Andreu.
La entronización de Romero acarreó, entre otras cosas, el final del mandato de Kiko Garrido, la disolución de la comisión gestora y la apertura de un confuso interregno que solo concluyó en 2020 con la designación de Arantxa Carrero como coordinadora autonómica. La presencia templada de Carrero trajo algo de serenidad al partido, alejado por fin de los huracanes, aunque no dejaron de suceder cosas que –miradas desde fuera– resultaban sorprendentes. Carrero no logró reunir los avales suficientes para postularse a las elecciones autonómicas y en la candidatura, conjunta con IU, figuró como número dos Raúl Pérez, un histórico afiliado morado de la primera hora. Sin embargo, Pérez renunció al escaño cuatro meses después por motivos personales. Por primera vez desde su irrupción en 2015, Podemos se quedaba sin diputados en el Parlamento de La Rioja.
Y este el paisaje que queda después de tantas batallas, sostenidas más entre sí mismos que contra la casta o el sistema. Aquella formación nueva, intrépida e ilusionante, que llegó a reunir casi 30.000 votos, cuatro escaños regionales, una diputada en el Congreso y una Consejería, se limita hoy a resistir en el Ayuntamiento de Logroño, en donde mantiene una concejala, Amaia Castro.
Como líder de Podemos, Pablo Iglesias solo visitó la comunidad autónoma en una ocasión, durante la campaña electoral de las elecciones de 2019, cuando dio un mitin en Nalda. La Rioja, territorio de escaso peso demográfico y político, nunca mereció los desvelos de la dirección nacional. «En las reuniones en Madrid comenzamos a ver que el núcleo directivo era bastante inaccesible. Errejón algo menos, pero no había manera de discutir asuntos organizativos con Iglesias y Monedero», recuerda Raúl Ausejo, primer secretario general. Las decisiones de 'Estatal', como se mencionaba a la cúpula madrileña, fueron traumáticas: en 2015 descabalgó a la candidatura ganadora de las primarias por supuesto fraude y en 2019 impuso el nombramiento de Raquel Romero como candidata.
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