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Lo bueno de estar en la oposición es que los gobiernos suelen meter la pata y uno puede escoger, entre el habitual catálogo de torpezas, aquellas que mejor le vengan. Capellán consiguió librarse de la pegajosa sombra de Vox gracias a la mayoría absoluta que ... obtuvo, pero algunas de sus primeras decisiones parecen inspiradas por un cierto espíritu de reconquista de corte voxiano, como si en el fondo echara de menos esas guerrillas culturales a lo Buxadé. Ahí tenemos la idea de quitarle a la Biblioteca el nombre de Almudena Grandes, por pecadora y rojaza, o la decisión de rebajar el departamento de Igualdad a una triste subdirección general con más pinta de gestoría que de órgano ejecutivo con peso y sustancia.
En su particular arranque del curso político, Concha Andreu, secretaria general del PSOE, senadora y (al menos por ahora) parlamentaria autonómica, edificó sobre ambas medidas parte de su impugnación al Gobierno de Capellán: «Sin necesidad de Vox, las políticas de igualdad ya no son importantes y las delegan a una subdirección. A este gobierno, la igualdad no le interesa nada». Andreu censuró el silencio del Ejecutivo en el caso Rubiales y en el de la Gaita de Cervera: «La responsabilidad de un gobierno es velar por la igualdad y por el cumplimiento de la norma», remachó. A la retirada del nombre de Grandes («eso no es más que revancha»), Andreu unió la intromisión en la programación cultural del Valle de la Lengua: «¿En qué beneficia censurar una programación cultural del español para el mundo, con actores, actrices y cantantes de reconocido prestigio, que dieron nueva vida a un valle olvidado?» La batería de quejas de la expresidenta finalizó con una descarga sobre la nueva política de movilidad del Ayuntamiento de Logroño: «Pretenden volver para atrás por miedo al progreso. Pero no podemos ir para atrás y dejar de aprovechar los fondos europeos, poniéndolos en peligro por el capricho de quitar un carril bici». Andreu acabó su diatriba con una revolera orgullosa: «Yo me pongo a disposición de ellos para enseñarles lo que no sepan».
También la intención de replantear la variante ferroviaria de Rincón de Soto encontró contestación socialista: «Renunciar a la alta velocidad es un error brutal –advirtió Andreu–. Eso implica un retraso por lo menos de cinco años; igual que se dejaron caducar la declaración impacto ambiental». La propia composición del Gobierno de Capellán fue discutida por su antecesora, que se espantó ante la decisión de unir Salud y Servicios Sociales en una misma Consejería: «Han tenido que crear dos viceconsejerías; la propia consejera daba la sensación de aturdida con tanto volumen de responsabilidades». En esta materia, sospecha la secretaria general del PSOE que están preparando el camino para una privatización de los servicios: «Ya no hacen cirugías por las tardes ni los fines de semana, con lo que las listas de espera no se reducirán y ese será el motivo que esgrimirán para derivar pacientes a la sanidad privada; pero la salud nunca puede ser un negocio».
En el organigrama del Ejecutivo ha tenido un acomodo un tanto sorprentende la anterior encargada de protocolo de Concha Andreu, Mariana Sáenz, concejala en Badarán y miembro del Comité Federal del PSOE, lo que ha causado algún estupor en las filas sociliastas. Mariana Sáenz decidió darse de baja del partido para enrolarse con la tripulación popular. Andreu confiesa no sentirse dolida por su marcha: «En absoluto. Es una gran profesional, una de las mejores de España. Estarán sintiéndolo algunos del PP, que no han pillado ese puesto».
La oposición suele ser un territorio frustrante pero cómodo, proclive al discurso encendido e indignado. Sin embargo, la oratoria impugnatoria se resiente cuando uno debe atacar al Gobierno regional y a la vez defender al Ejecutivo nacional, aunque esté en funciones y sumando desesperadamente votos para una próxima investidura. La lucecita de Waterloo ilumina el horizonte, pero antes hay una charca llena de sapos venenosos que comerse. Todos los dirigentes del PSOE –sin excepción– hace apenas dos meses casi se santiguaban cuando alguien les mencionaba la palabra «amnistía» y ahora de pronto esa idea se ha vuelto posible y negociable e incluso deseable. «Yo como secretaria general y senadora, lo que tengo claro es que el marco siempre tiene que ser la Constitución. El diálogo debe ser el método y el objetivo, la convivencia. Si cabe en la Constitución, adelante», avanzó Andreu.
En ese «si cabe» se encierran todas las tempestades.
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