Estación de tren de Logroño Miguel Herreros
Crónicas venenosas

El gol de la honrilla

«No tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas» (Arundhati Roy, 'El dios de las pequeñas cosas')

Pío García

Logroño

Domingo, 25 de febrero 2024, 08:39

Una de dos: o metemos de una vez trenes en la estación de Logroño o la alquilamos para rodar películas de terror apocalíptico. Hay que sacarle algo de rentabilidad al mamotreto. Vale que haya ganado premios de arquitectura y salga en revistas de lomo grueso, ... pero de eso no se vive. Tenemos que buscarle un mercado, que a estas alturas solo puede ser cinematográfico. Qué no hubiera dado Harry Potter por entrar en nuestro ferroviario palacio de cristal, descender por las escaleras mecánicas, pillar un tren regional de gracioso traqueteo y acabar bajándose en esos paraísos de mágicos y evocadores nombres: ¡Castejón! ¡Ribaforada!

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Mientras La Rioja Film Commission se pone las pilas y reparte un dossier entre las productoras, el presidente Capellán ha decidido echar un último esfuerzo para ver si los de Madrid tienen a bien mandarnos alguna locomotora. De la alta velocidad ya ni hablamos: es probable que en las fechas que se manejan (2030, 2050) vayamos todos volando en monopatín o alguien haya inventado la teletransportación.

Capellán ha decidido, como en el caso de Las Glosas, jugar esta partida a pequeña. Los campeones de mus insisten en que esta es una estrategia de perdedores, pero olvidan que esta partida la tenemos perdida desde hace mucho tiempo y que bastante nos han estado engañando unos y otros con promesas fatuas diferidas 'ad calendas graecas'. Asumida la derrota, se trata ahora de que la victoria rival no sea por goleada y consigamos, por lo menos, marcar el gol de la honrilla. Los antiguos seguidores del Club Deportivo Logroñés conocemos bien esa sensación. La modesta pero acertada petición de Capellán (más trenes ahora y el resto ya veremos) tiene la virtud de la concreción y de la urgencia. Resulta, con los datos en la mano, difícilmente rebatible.

Si el ministro Puente es inteligente, no le quedará más remedio que acceder. Es posible que, metido como está todo el día en sus peleítas de Twitter, aún no se haya enterado de lo que pedimos. En ese caso, tal vez haya que establecer en el Ministerio de Transportes un código disciplinario como en los institutos y exigirles a los altos cargos que dejen el móvil en un cestito durante las horas de trabajo. Ya lo cogerán cuando salgan al recreo.

La petición de La Rioja es, en el fondo, un regalito para Puente. Una manera barata y cómoda de quedar bien con un territorio menor, olvidado y ferozmente periférico y un modo de contrarrestar –al menos en términos de propaganda– la previsible riada de millones que reclamarán en los Presupuestos todos esos socios nacionalistas que tan generosamente contribuyen al sostenimiento del gobierno. Ni siquiera deberías regatear, Puente. Firma los papeles, móntate en el primer tren, date un paseo por Logroño y contempla nuestra sonrisa de equipo humilde que va perdiendo 4-0 y acaba de meter un gol.

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