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En el pleno del Parlamento de La Rioja celebrado el pasado jueves hubo incluso tiempo para ocuparse del pony de la señora Von der Layen. ¡ ... A ver si ustedes se piensan que nuestros diputados no se ganan el sueldo! De todas las intervenciones cruzadas a propósito de un asunto tan central en nuestras vidas, no me resisto a reproducir la sentencia de Héctor Alacid, diputado de Vox: «Una persona que tiene un pony de mascota deja mucho que desear. En Vox tenemos caballos». Es una frase magnífica; supongo que a estas horas ya estarán grabándola en mármol para colocarla en el frontispicio de su sede central. La gente con mala idea podría en todo caso reprocharles que, siendo los caballos animales nobles y poderosos, Sandiego Obescal (sic) haya decidido ser el pony de Donald Trump, pero ya sabemos que el mundo está lleno de zurdos que no quieren que América sea grande otra vez.
Por desgracia, en nueve horas de pleno no solo hay tiempo para las grandes cuestiones geopolíticas; también se abordan tristes menudencias provincianas, como la anunciada quita, exoneración o –mejor dicho– trasvase de deuda de las macilentas tetas autonómicas a los ubérrimos pechos del Estado. Fue un debate interesante –con perdón– y ambos contendientes, el consejero de Hacienda, Alfonso Domínguez, y el diputado y exconsejero socialista José Ángel Lacalzada se condujeron con solvencia. Al representante del PSOE hay que agradecerle que se situara varios peldaños por encima de la ministra portavoz, Pilar Alegría, tan dada a explicarnos las cosas con metáforas de profesora de infantil. En su comparecencia después del Consejo de Ministros, a la seño Pilar solo le faltó ponernos a colorear de amarillo la condonación de la deuda, con unas nubecillas blancas y un cielo muy azul.
Lo malo de la deuda es que no se evapora. Para los gobiernos autonómicos la quita es un caramelito, aunque a los ciudadanos no se nos perdona nada: lo que antes debíamos como riojanos ahora lo debemos (pero más) como españoles. Lacalzada señala con razón que La Rioja salió bastante bien parada del sistema de financiación autonómica diseñado en 2009 (reinando Zapatero) y añade que eso nos podría obligar ahora a transigir con una cierta compensación a regiones infrafinanciadas. El problema es que esta es una dudosa frontera: ¿se sobreendeudaron por manirrotas o por infrafinanciadas? En 2009 a los catalanes el sistema les parecía «un buen acuerdo» y ahora se quejan amargamente de que el dinero no les ha llegado para nada. Quizá se gastaron demasiado en efusiones patrióticas.
Más que la discusión contable, tan prolija e intrincada, a mí me preocupa la forma en que se ha negociado la quita. A la cifra catalana se llegó tras un acuerdo bilateral no ya con la Generalitat de Cataluña, sino con el tercer partido político del Parlament, cuyo líder, Oriol Junqueras, no solo lo anunció 'urbi et orbi', sacando pecho, sino que se permitió añadir que a los demás algo nos darían también. ¿Pero no debería haberse negociado una cosa tan sustancial entre todos y en los foros oportunos? El PSOE dice defender desde siempre, como este humilde cronista, un estado federal; pero parece haber encontrado un modelo original y bastante pintoresco de federalismo, todavía no descrito en los manuales de ciencia política.
P.D. Es cierto que la literatura sobre federalismo es abundante y muy variada. El concepto de «lealtad federal» se expresó con contundencia en la antigua RFA y puede ser compatible con cierta asimetría competencial o funcional y con los llamados hechos diferenciales, pero no con las negociaciones bajo manga o con la preeminencia de unos territorios sobre otros. Uno de los mayores expertos españoles en la materia, Eliseo Aja, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Barcelona, fallecido en 2022, lo expuso hace ya tiempo con admirable precisión. Según el profesor Aja, la idea federal no solo se asienta en una organización dividida en dos niveles, sino también en «el respeto y la colaboración entre los distintos pueblos que integran el conjunto, a partir del reconocimiento mutuo de la igualdad substancial, sin que un pueblo pueda considerarse superior a los demás». Vaya usted a contarle esto a Junqueras, a ver qué dice.
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