El camarada Capellán tiene ante sí un reto formidable, inaudito. No me refiero a la tarea de acabar con el aislamiento ferroviario de La Rioja o con las listas de espera sanitarias. Esas son menudencias administrativas, tareas cotidianas que debe acometer un gobernante cualquiera, lo ... mismo da Page que Urkullu. Aquí estamos hablando de algo espectacular, verdaderamente grande, definitivo incluso. El camarada Capellán compite contra la historia.
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Para encontrar un contendiente a su altura debemos trasladarnos a la Bulgaria de los años sesenta y a Tódor Zhívkov, egregio secretario general del Partido Comunista y hombre que concitaba enormes unanimidades y encendidos aplausos. Aquellos congresos del PC búlgaro se hicieron famosos no tanto por su pluralidad como por las adhesiones apabullantes, sin duda sinceras, que concitaba el camarada Zhívkov. Las votaciones alcanzaban invariablemente proporciones apoteósicas, que llegaban al 100% de síes en el peor de los casos, consagrando de este modo un bonito triunfo de la política sobre las matemáticas. Como era un hombre previsor y no quería disgustos, Tódor Zhívkov se aseguraba de que todos los dirigentes díscolos quedasen apartados de las decisiones y retirados de la vida pública y aun de la privada, en procesos depurativos muy tranquilizadores.
En el lado occidental del telón de acero se acuñó entonces la expresión «congreso a la búlgara» para señalar, con un poco de mala leche, esas asambleas que acababan con todos los delegados en pie sacudiendo los pompones como 'cheerleaders'. Ese es precisamente el reto que ahora afronta el camarada Capellán: si alguien puede sacar más de un 100% en el próximo congreso del PP de La Rioja es él. Por decirlo en términos deportivos: ¡peligra el récord de Zhívkov!
Quizá recuerden ustedes lo mucho que hemos estado esperando el congreso regional del Partido Popular. Durante meses fue nuestro Godot, nuestro hito en el calendario, nuestro día D. Era algo inminente: en primavera seguro, del verano no pasa, a principios de otoño, en navidades quizá. A Génova le entró temblequera. A Feijóo se le apareció el fantasma del Congreso de 2017, con esa lucha fratricida librada en el Riojafórum entre Cuca Gamarra y José Ignacio Ceniceros que se cerró, contra pronóstico y por pocos votos, a favor del político camerano.
La solución fue, como en las épocas búlgaras, perfectamente democrática. El dedo de Génova se posó dulcemente sobre Gonzalo Capellán, que pasaba por ahí, y los dos precandidatos y las terceras vías y los cien concejales asamblearios que tanta guerra estaban dando se esfumaron de pronto como pompas de jabón. Alberto Bretón se salió del partido, montó otro, no sacó nada y ahí acabó su aventura. Casi todos los demás plegaron velas. Si lo miramos desde el punto de vista electoral, la estrategia les salió bien. Algunos de los afiliados que con mayor énfasis y rotundidad habían reclamado un congreso democrático (¡un afiliado un voto!) tienen hoy tratamiento de Excelentísimos y manejan presupuestos importantes. Vieron la luz a tiempo.
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Ahora, por fin, tenemos fecha para el congreso: el 25 de noviembre. Con mucha facundia, el PP contempla el supuesto de que «haya más de un candidato» y anuncia una votación por «sufragio universal, libre, igual y secreto». Llámenme osado, pero yo apuesto por Capellán.
Tiembla, Zhívkov.
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