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Las organizaciones agrarias creyeron que aún estábamos en el siglo XX, ese confortable mundo que se movía a golpe de teléfono fijo y en el que a veces, por sorpresa, antecedido por un chirrido siderúrgico, aparecía un fax. El pasado 3 de febrero, cuando el ... campo estaba hirviendo ya de indignación y los mensajes de enojo volaban enloquecidos de wasap en wasap, los tres sindicatos agrarios (ARAG, UAGR, UPA) emitieron un comunicado conjunto para enumerar sus peticiones y convocar una tractorada... para dentro de diez días.
En diez días cayó el imperio de los zares. En diez días Alejandro conquistó media Persia. En menos de diez días Israel ocupó Gaza, Cisjordania, los altos del Golán y la península del Sinaí.
La vida se ha acelerado y si uno decide quedarse quieto mientras el viento sopla cada vez más fuerte, lo más probable es que acabe engullido por la fuerza de las aguas.La convocatoria de una tractorada independiente, alternativa, fue corriendo de teléfono en teléfono, sin necesidad de asambleas ni de votaciones: bastó con un mensaje mil veces reenviado. Las organizaciones agrarias no supieron leer los surcos de la indignación campesina y se creyeron en propiedad exclusiva del megáfono.
En las tractoradas hay gente de todo tipo. También, por supuesto, socios de las entidades tradicionales, que no deseaban esperar días y días para mostrar su hartazgo en las calles. Cuando la sopa está en su punto y se tiene hambre atrasada, nadie puede pretender que la gente se pase diez días soplando.
La riada también ha pillado con el pie cambiado muchos políticos y no pocos periodistas, cuyos cerebros han explotado al no poder encajar del todo las manifestaciones en sus habituales marcos mentales. ¿Pero toda esta gente es de Vox? ¿Qué hacen los de la CUP entonces liderando las tractoradas en Cataluña? ¿Todos los que tienen tractor son latifundistas? El análisis más fino hasta la fecha lo he escuchado en una tertulia de La Hora de La 1, en TVE. Una compañera –¡arriba ese gremio!– firmó la explicación definitiva: «En esas manifestaciones vemos mucha barba y mucha calva. Vemos a gente de edad mayor. Vemos a hombres, señoros, mayores». Mi admirada colega –cuyo nombre omito por piedad y porque una mala mañana la tiene cualquiera– olvida que los calvos con barba también tenemos nuestro corazoncito y, sobre todo, que no podemos descartar por completo que alguna vez digamos cosas interesantes.Además, le sorprendería saber que, al menos en Logroño, hubo en las tractoradas bastantes mujeres y gente muy joven.
La movilización espontánea fue un rotundo éxito que, sin embargo, posiblemente lleve en su interior la semilla del fracaso. Se vio en los momentos cruciales, cuando se trató de «negociar» con los políticos. Más allá de la insistencia en que les recibieran, hubiera sido imposible «negociar» nada. Sus peticiones eran una variopinta amalgama de puntos sin orden, fruto del carácter asambleario y de la efervescencia del momento, y nadie parecía tener la autoridad suficiente como para tomar decisiones. Mantener la unidad es difícil cuando la mezcla es tan heterogénea. Incluso dentro de España: el campo andaluz no tiene nada que ver con el riojano. ¿Quién negociará entonces? ¿A qué están dispuestos a renunciar y a qué no? ¿Con qué se conformarían? ¿Y cuál es el enemigo?
Cada cual tiene sus obsesiones, pero ni la Unión Europea ni la Agenda 2030 lo son. Podrán mejorarse muchas cosas, pero la única garantía de supervivencia pasa por Bruselas. Sin la UE, regresaríamos a la autarquía y a la miseria de verdad, la de los años 40 y 50. Conviene tenerlo claro.
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