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Pablo, José Andrés y Rubén posan junto a una carpa.

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Pablo, José Andrés y Rubén posan junto a una carpa. Juan Marín

Una pesca de ida y vuelta

'Carpfishing' ·

Rubén Monasterio, Pablo Albelda y José Andrés Somalo son unos enamorados de la pesca sin muerte, a la que califican de clave para poder conservar los ríos y sus entornos

Lunes, 10 de agosto 2020

Suena el despertador. Son las cuatro de la mañana de otra calurosa noche de agosto. Es viernes. Cuando media ciudad duerme, Rubén Monasterio, Pablo Albelda y José Andrés Somalo ya están en pie. En el horizonte, una nueva jornada de pesca, su pasión.

Una actividad que para ellos es algo más que un anzuelo y una caña. Es la base de sus vidas. «Podemos estar días enteros. Cuando algo te gusta, no importan las horas. Esperemos que pronto sea legal hacer noche en el río, como lo es en Francia», comenta Rubén, a quien un documental de pesca en la televisión le encendió la mecha. «Después de verlo, comencé a ir a pescar con mi abuelo, y hasta ahora. Seis años pescando». Los primeros, centrados en la pesca tradicional para, con el paso del tiempo, variar la modalidad hasta adentrarse en la pesca sin muerte. Como sus amigos Pablo Albelda y José Andrés Somalo. «La pesca sin muerte es una modalidad de pesca deportiva que principalmente consiste en el respeto al medio ambiente basado en la captura y la suelta», detalla Rubén.

Juan Marín

Con el sol todavía perezoso, los tres amigos se dirigen a lo que será su casa durante todo el día. A orillas del río Ebro montan tres tumbonas y las cañas, cuya instalación difiere en gran medida a las tradicionales. Además del precio –más caro–, las cañas disponen de trípode, tensores y alarma. «Cuando pica el pez sale hilo del carrete, pasa por la alarma, esta pita y nosotros venimos y clavamos el pez. Son cañas específicas para lanzar a grandes distancias, para aguantar el peso de grandes peces», relatan.

La pesca sin muerte es minoritaria en España, a pesar de que en los últimos años está cobrando protagonismo

Esos peces son sobre todo las carpas, cuya pesca responde a la modalidad 'carpfishing'. En el Ebro, abundan las de 6 o 7 kilos, aunque pueden llegar hasta los 15 kilogramos. Antes de la llegada del fotógrafo y el redactor a su campamento base, Rubén, Pablo y José Andrés han pescado dos carpas de aproximadamente 6 kilos y medio. Las capturan mediante un anzuelo diferente al utilizado para la pesca tradicional. «El anzuelo es de micro muerte porque al final lo que importa es devolver el pez en buenas condiciones, no es un pinchazo mortal para el pez», aseguran. Con ello, hacen posible un regreso sano de la especie a su hábitat natural.

Los jóvenes en un momento de descanso. Juan Marín

Tras fotografiarlas, las devuelven al agua mediante la bolsa de pesaje. Además de carpas, suelen capturar otras especies como siluros, truchas o castores. Lo hacen en las aguas del Ebro a su paso por Navarra, Logroño o embalses como el de Ortigosa o Valbornedo. Todo ello desde el más escrupuloso respeto al entorno. «El futuro de la pesca deportiva depende de nosotros. Si cuidamos los ríos y lo que les rodea, todo irán bien», afirma Rubén.

Juan Marín
Imagen principal - Una pesca de ida y vuelta
Imagen secundaria 1 - Una pesca de ida y vuelta
Imagen secundaria 2 - Una pesca de ida y vuelta

En España, la pesca de captura y suelta todavía es minoritaria. Abunda lo tradicional. Pescar para comer. Pese a ello, desde hace varios años se está produciendo un aumento de altas federativas para pescar en modalidades de caza deportiva.«Es que no nos queda otra, si no, nos vamos a cargar uno de nuestros grandes tesoros, los ríos. Van a parecer verdaderos vertederos», exclama Rubén.

Es mediodía. Las doce. Fotógrafo y redactor concluyen su reportaje. Es hora del refrigerio en plena ola de calor. Los protagonistas no les siguen. Su relación con la pesca está a prueba de bombas. Comprobado. Ni una cerveza fría puede con su pasión.

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