Perder la inocencia
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Aquel movimiento se llamó 15M y cristalizó en la arena pública no mucho después: la oleada de indignación llegó a las instituciones, encarnada en una fuerza mayoritaria, Podemos«La fuerza más fuerte es un corazón inocente», Víctor Hugo
Primavera del 2011. Un grupo de españoles responde masivamente una vaga llamada a movilizarse contra el penoso estado general de su patria. Atendida en su mayoría por el sector más joven de la ... ciudadanía, cuya comprensible indignación (entre un mar de recortes económicos, poda de derechos sociales y vomitiva propensión a la corrupción) exigía revolucionar la sociedad española. Aquel movimiento se llamó 15M (por el 15 de mayo, fecha detonante de la acampada en la madrileña Puerta del Sol, luego replicada por toda España) y cristalizó en la arena pública no mucho después: la oleada de indignación llegó a las instituciones, encarnada en una fuerza mayoritaria, Podemos. Cuya irrupción alcanzó a La Rioja, con el desenlace conocido: tocó el poder pero se pervirtió. Y entró en crisis. El 15M perdió a una velocidad exagerada su inocencia, en ese inmaterial paso desde la adolescencia a la edad adulta. La frontera que marca en la política dos territorios: ser parte de la solución o ser parte del problema.
Del Bogart al Moderno. La crisis política que sufre La Rioja, fruto del desacuerdo entre el PSOE y sus potenciales socios de Unidas Podemos (esa coalición ya inexistente), contrasta con las escenas de consenso que ilustraron la sesión naciente del nuevo Parlamento. El 20 de junio, a punto de constituirse, por la calle Mayor llegaron al antiguo convento de La Merced las tres mujeres que simbolizaban el renovado tiempo que se abría: en el apartado del café Moderno, Concha Andreu, Henar Moreno y Raquel Romero habían firmado su acuerdo de gobernabilidad que, como primera medida, concedía a la dirigente de IU un puesto en la Mesa del Parlamento. Donde también se sentó el presidente en funciones en esa misma sesión: hasta José Ignacio Ceniceros sabía que su tiempo como gobernante se batía en retirada. Moreno y Romero sellaron su armisticio con dos besos, ya sentadas en sus escaños. Culminaba con éxito la serie de reuniones que habían comenzado por San Bernabé en otro local logroñés: el Bogart, un viejo pub de la calle Gil de Gárate. En ese insólito escenario fue donde la delegación del PSOE conoció a sus futuros verdugos: los miembros del equipo negociador de Podemos, llegados desde Castilla-La Mancha, a quien el grupo que dirige la organización en La Rioja había llamado en su auxilio. Bien porque se sentían más cómodos Kiko Garrido y los suyos con el parapeto que formaban sus colegas, ajenos a la realidad riojana, bien porque no se fiaban de Romero, una recién llegada casi tan desconectada de La Rioja como ellos. Venía de una larga estancia fuera de su tierra y, como primera medida, los suyos prefirieron apartarla de la negociación. En el PSOE empezaron a tantearse la ropa.
Cuca Gamarra fue la única parlamentaria riojana en Madrid ausente durante las dos primeras sesiones del debate para la fallida investidura de Concha Andreu. Desde el PP riojano se justificó su inasistencia por las obligaciones propias del cargo que ocupa en la cúpula de Génova, donde parece estar llamada a más altas responsabilidades: según una información publicada por el diario El Mundo, Pablo Casado confía en ella para encargarle un mayor protagonismo interno en la presente etapa de oposición. En la misma noticia, el citado periódico también anunciaba novedades en la organización territorial del PP en toda España. Que en el caso de que alcanzaran a La Rioja, donde el clima de enojo hacia la dirección sigue sin calmarse, deberán esperar a que se resuelva la crisis de gobernabilidad.
Entre el Bogart y el Moderno, lo cierto es que las conversaciones prosperaron. Hubo acuerdo para formar un Gobierno de coalición, pero aquí las interpretaciones difieren. En el PSOE (desde Podemos han declinado responder a la invitación de este periódico para conocer su opinión) culpan de la ruptura a la formación morada: «Había un acuerdo que dinamitaron». Según su versión, quedaba pendiente la concreción de ese pacto y, entre otras cuestiones capitales, decidir si pasaba por permitir que Podemos llegara al Palacete o si, como ocurrió con IU, se conformaba con prestar apoyo parlamentario a cambio de que sus principales reivindicaciones integraran la acción de Gobierno. El PSOE se sintió traicionado cuando los dirigentes morados se enrocaron detrás de un argumento que apareció por sorpresa, una vez que el escaño de Romero ya se había convertido en imprescindible: querían entrar en el Consejo de Gobierno. Y la delegación socialista se bloqueó. Un bloqueo del que sigue sin escapar. Transigió en ofrecer cargos menores pero nunca una cartera en el equipo de Andreu, una opción que sí hubiera superado el veto y permitido su investidura. El PSOE dio prioridad al acuerdo programático; Podemos, al nominal. De fondo, otra negociación: la que protagonizan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. En Martínez Zaporta se desmiente que su estrategia esté dictada por Ferraz aunque todos, a un lado y otro de la mesa, sienten cierta presión: notan que sus hermanos mayores vigilan sus movimientos.
De Iglesias a Garrido. La vieja política, que merece todo tipo de reproches en sus usos recientes, mantenía sin embargo un atributo que permitía desbloquear negociaciones como estos fallidos contactos entre PSOE y Podemos: sus dirigentes llevaban de antemano cartografiado el territorio. Por el contrario, sus herederos carecen de mapa y hasta de brújula. Como exploradores por los Polos, caminan casi a ciegas. Miembros de la delegación socialista confesaban su asombro ante el grado de amateurismo que detectaban entre sus compañeros de baile, que además se consideraban libres de ataduras respecto a sus jefes nacionales. No sólo por el grado de autonomía que Pablo Iglesias otorga a las organizaciones territoriales, sino por una coyuntura muy específica de La Rioja: dirige su estrategia una gestora. Que incumple tanto el mandato de seleccionar a sus candidatos consultando a la militancia como desoye la conveniencia de abrir el debate a las bases en horas tan trascendentales como la formación de Gobierno. Garrido, su pareja Nazaret Martín, el par de negociadores ajenos a La Rioja y un puñado de cargos electos que encabezaron las listas mediante una elección tan arbitraria como la que benefició a Romero forman un equipo que tiene mucho de camarilla. En el PSOE se tiraban de los pelos ante sus ocurrencias y hacían suya la célebre frase del conde de Romanones (aquello de «menuda tropa») cuando tropezaban con exigencias como la relación de competencias que sus hipotéticos socios pretendían asumir en un futuro Gobierno: «Era como la lista de la compra». A saber, reto demográfico, turismo, igualdad, transición ecológica, política local y (sorpresa) la Oficina de Europa con sede en Bruselas. Cuando el PSOE hizo ver que esas áreas tan dispersas no cabían en una única consejería, desde Podemos pidieron tres. Y para que cupieran en el equipo de Andreu, que pretendía limitar a ocho consejeros, los dirigentes morados le invitaron a que ampliara su Gobierno. Fue entonces cuando el PSOE empezó a temer que su candidata a presidenta sería solo eso. Candidata.
El último sondeo del CIS, donde se preguntaba a los españoles por sus preferencias respecto a las alianzas de Pedro Sánchez para formar gobierno, incluía una parte menos destacada pero que tiene un sobresaliente interés para La Rioja. La entidad que preside José Félix Tezanos preguntaba a los riojanos (entre otras cuestiones) sobre el medio de comunicación que eligieron para informarse durante la reciente campaña electoral y los días que siguieron al triunfo del PSOE: en La Rioja, los encuestados afirman que su medio de referencia fue Diario LA RIOJA (así responde casi el 86%), a una llamativa distancia del segundo, el periódico madrileño El País. Fueron los dos únicos medios mencionados por los preguntados, a quienes se sondeó también sobre la manera que tuvieron de informarse de la actualidad política: en una elevada mayoría, los encuestados se inclinaron por los medios tradicionales.
De Gil a Romero, pasando por Herrera. La dirección socialista pasa al ataque. Luego de sopesar distintas fechas para la investidura (incluyendo las mismas que Sánchez ya había adelantado, por si acaso hubiera elecciones y los riojanos fueran a las urnas a la vez), marca los días 15 y 16 para la sesión plenaria. Y el 18, la última bala. Es su manera de presionar a Podemos pero su maniobra no encuentra eco. Los negociadores que, en nombre tan sólo de la gestora riojana, dirigen sus movimientos (Francis Gil, ideólogo en la sombra, con Mario Herrera de brazo ejecutor) no se inmutan. La novedad es que la convocatoria de pleno obliga a que Romero salga a la luz: como otro dato peculiar de sus negociaciones, la principal protagonista nunca había estado presente. ¿Quién es esa misteriosa diputada, invisible en la política hasta que lideró, ungida por el dedo de Garrido, la lista morada? Quienes la conocieron en el breve tiempo que ejerció en La Rioja su oficio (periodista), la recuerdan como una mujer vehemente, acostumbrada a ir por libre: «Le daba lo mismo lo que dijeran de ella». Con ese mismo talante ocupó su escaño, defendió la postura de su grupo, se alió con PP y CS contra el pacto de izquierdas y aceptó risueña el papel vicario que le reservan sus compañeros, tan ajena a los dardos que le dirigió Moreno, lejanos los días de sus sonoros besos, como a los abucheos que le llegaron no sólo desde PSOE y PC, los partidos que encarnan la vieja política: también le dejaron indiferente los reproches de sus antiguos compañeros. Los que viéndola votar se preguntarían por la vigencia de las viejas proclamas. Aquello de «hemos sido engañados». Aquello de «no nos representan». Pura ira, gritos sin respuesta. Ignorados cuando se pierde la inocencia.
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