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'Lo urgente no es siempre grave y lo grave no siempre es urgente' es una de las máximas que rige el sistema de triaje, ... la catalogación con la que los sanitarios evalúan y deciden qué hacer (y cuándo) a cada uno de los pacientes que acuden a un servicio de urgencias cada vez más sobrecargado. El del Hospital San Pedro, por ejemplo, el año pasado batió récords con más de 124.000 atenciones y en este 2025 va camino de superar esa cifra.
La explicación de ese aumento imparable (por ejemplo, en 2022 se quedaron en 113.860) es multifactorial. La exigencia de una inmediatez en el diagnóstico, la falta de paciencia de una sociedad cada vez más acostumbrada al aquí y ahora, la confianza de los pacientes en las pruebas y no solo en el ojo clínico de los médicos, la dificultad o tardanza para acceder a una cita en Atención Primaria, el envejecimiento progresivo de la población, los cada vez más palpables problemas de salud mental... Todo suma para haber convertido urgencias en una de las mayores puertas de entrada al sistema sanitario.
Pero, ¿todo lo que llega a urgencias debería hacerlo? «No, muchas de esas personas deberían haber acudido a otros servicios. Siempre se les atenderá, pero llevará más tiempo», explica Marisa Berges, coordinadora de Urgencias del Hospital San Pedro.
Un tiempo de espera que no es aleatorio y en el que el sistema de triaje ejerce de bisagra entre los recursos existentes y la emergencia. Pese a que todos los pacientes pasan por las consultas donde enfermeras especializadas llevan a cabo este proceso, el triaje continúa siendo muy desconocido para la gran mayoría. «El triaje es una herramienta de gestión, es la piedra angular de urgencias, con la que se busca la equidad en el trato y la mejor atención en el mínimo tiempo», analiza Rebeca Soto, supervisora de Urgencias.
Mediante distintas preguntas al paciente y gracias a un sencillo pero completísimo sistema informático, los especialistas de triaje valoran los grados de urgencia en la atención. En total, cinco niveles con protocolos muy distintos. Por ejemplo, el 1 lo conforman los más graves, los casos de vida o muerte que exigen una atención inmediata. Accidentes, heridas mortales, lesiones cardíacas, hemorragias masivas, quemaduras... Para hacerse una idea de la gravedad de estos, cabe destacar que en 2024 en el centro hospitalario de Logroño se registraron 180 casos de nivel 1 en relación a esas más de 120.000 asistencias.
Un escalón por encima (2) están las urgencias que se identifican con el color naranja y que deben ser atendidas en un plazo de 30 minutos. Son casos en los que una demora puede costar la vida (infartos, accidentes, ataques cerebrovasculares...) y que el pasado año ascendieron a 12.461.
La escalera sigue subiendo y pasa al nivel 3, que son urgencias menores (identificadas en color amarillo) y cuyo tiempo de espera máximo son dos horas (si no se cumple el plazo por saturación se puede volver a triar), el nivel 4 (consultas prioritarias que se pueden demorar hasta 4 horas) y, finalmente, el nivel 5, aquellos sin ninguna urgencia y que se identifican con el color azul.
El año pasado, 51.158 atenciones fueron catalogadas como de nivel 4 y 7.385 como nivel cinco. Es decir, las consultas de pacientes con dolencias moderadas o leves supusieron la mitad del total. Un dato que, desde urgencias, creen que debería servir para la reflexión. Sobre todo en un momento en el que se acaba de anunciar la ampliación de espacios de unas urgencias hospitalarias que actualmente cuentan con 42 médicos, 90 enfermeras y 70 técnicos en cuidados auxiliares de Enfermería, además de diversas categorías de trabajadores que permiten que el sistema funcione.
«Pero en muchas ocasiones está saturado y con los recursos existentes se cataloga y se atiende dependiendo de la gravedad», señala Berges, que explica que urgencias «se ha naturalizado demasiado». Y pone varios ejemplos: desde los pacientes que acuden con un dolor leve que ni tan siquiera han intentado aliviar con un analgésico, a otros con un simple proceso catarral al que apenas han dado tiempo a desarrollarse o de adolescentes que apenas conocen a su pediatra «porque desde niños siempre han utilizado urgencias como si fuese su médico».
Rebeca Soto Supervisora de Urgencias
Con una larga trayectoria en el servicio, Rebeca Soto defiende la importancia de Urgencias dentro del sistema sanitario. «Con un acceso universal y gratuito, no se pueden cerrar sus puertas porque es la esperanza de mucha gente», reflexiona. Aunque reconoce que en demasiadas ocasiones se producen abusos. «La urgencia, por definición, es muy subjetiva. Por ejemplo, en la final de la última Eurocopa de fútbol vinieron cien personas menos de las habituales. Y si un sábado sale el sol, la demanda es menor. O en verano las atenciones se dan más por la noche», explica.
Todos los que acceden al servicio pasan por las manos de una enfermera, «aunque muchos ni lo sepan». La antesala que supone el triaje permite dar respuesta a las peticiones mediante un estricto método de clasificación que prioriza la atención a quien más lo necesita. Un sistema que está en continua revisión y mejora:«Nos basamos en el Sistema Español de Triaje, aunque estamos dando pasos hacia el triaje avanzado, que supone que antes de que un médico vea a un paciente, a este ya se le puedan ir haciendo pruebas».
Ese camino irá de la mano de la inteligencia artificial, que supone una revolución puesto que permite ser más preciso y más rápido, aunque siempre de la mano de un profesional de Enfermería especializado. En otras regiones, como en Madrid, ya funciona un sistema de triaje telefónico «muy potente» a través del cual «se decide si el paciente va a Urgencias, a Primaria o a otro recurso».
Pero el enfermero debe estar en esa puerta de entrada al sistema. «No puede triar cualquiera. Hay que tener un conocimiento profundo de Urgencias, de los recursos existentes, una experiencia mínima de un año en Urgencias y otra en el servicio donde vaya a triar», expone.
Además de ese bagaje profesional y de una notable capacidad comunicativa para escuchar a los pacientes y convertir sus palabras en las primeras pistas para acertar con el tratamiento, el trabajo en emergencias tiene un componente puramente vocacional. «Es un trabajo muy estresante, que exige a nivel profesional y personal. La atención urgente desgasta mucho. En ocasiones lloras de impotencia cuando ves que no está en tu mano hacer todo lo que querrías», confiesa Soto.
Una labor compleja que, cada vez con más frecuencia, se ve enturbiada por la actitud de algunos pacientes o familiares. «Nos insultan, nos amenazan, nos dicen de todo... Y no denuncias por no perder el tiempo, pero igual deberíamos empezar a cambiar de actitud», señala. «Tenemos unas cargas de trabajo asistencial brutales y entendemos que la gente acude con dolores y quiera una respuesta lo más inmediata posible, pero no podemos entender ni permitir las amenazas», advierte Soto.
Afortunadamente, en el Hospital San Pedro los trabajadores de Urgencias forman «una piña». «Es un equipo muy unido y con mucho compañerismo y eso ayuda a sobrellevar lo estresante del trabajo», resume la supervisora.
Marisa Berges Coordinadora de Urgencias
Marisa Berges repasa de carrerilla los recursos existentes en Urgencias del Hospital San Pedro. Dentro de unos meses serán más, con la ampliación, nuevos espacios bienvenidos para dar respuesta al «enorme» incremento de atenciones, que hace «difícil» la gestión del día a día, tanto por el personal como por instalaciones.
«Se suman diversas causas, pero creo que hay un aspecto que podríamos denominar cultural. Algo así como 'yo elijo cuando voy al médico'. Además, la gente quiere inmediatez», analiza Berges para explicar ese aumento. Aunque reconoce que «la dificultad de acceso a Primaria o la falta de conocimiento de los recursos de esta ayuda». La coordinadora de Urgencias también pone el foco en la ansiedad. «En tiempos de crisis económica, en el covid... crecieron las atenciones en Urgencias y es lógico porque esa ansiedad tiene su repercusión clínica, es un factor asociado a cómo percibimos nuestra salud. Aunque en este momento lo que notamos es un aumento brutal de los problemas de salud mental», indica.
Así que encontrar facultativos que se decanten por este servicio, en un momento de déficit estructural de profesionales, en ocasiones resulta complicado. «Es un trabajo duro física y mentalmente, con situaciones muy estresantes y en ocasiones desagradables. Pero creo que para un médico es el servicio más gratificante, el más bonito que existe, porque te permite salvar vidas y te exige estar en continua formación», abunda Berges.
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