El PP afronta un otoño, un invierno y una primavera que amenazan con ser eternos. Tres estaciones que casi parecerán de viacrucis, hasta que Madrid se decida y dé luz verde al congreso regional. Una cita que, si nada lo remedia, se parecerá mucho a ... la que enfrentó en Riojafórum a Cuca Gamarra y José Ignacio Ceniceros.
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Los nombres han cambiado: Gamarra, la perdedora en aquel congreso, vive otro mundo, con un sillón ministerial como futurible y La Rioja como una realidad cada vez más lejana. Ceniceros, el ganador, se retiró tras las elecciones de 2019, probablemente pensando en que a estas alturas estaría ya liberado de la presidencia del partido.
No se sabe si a Gamarra le saldrá bien su apuesta por la política nacional, pero lo evidente es que la gestión de la casa no le ha salido muy bien ni a ella ni a Ceniceros. Escarmentados por la guerra que tanto daño hizo a las opciones electorales de los 'populares', buscaron de la mano una solución única y una candidatura que comenzara pronto la carrera para recuperar el Palacete.
Pero lo que tienen ahora es, de nuevo, a un partido en dos hemisferios, que cada vez parecen más alejados. Y los últimos movimientos no auguran nada nuevo sobre la posibilidad de que vuelvan a conformar un orbe común.
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Alberto Bretón ha tenido mucha ventaja en la carrera. Primero, por cuestión temporal: su ruptura, hace meses, con Ceniceros y la dirección le ha dado tiempo para recorrer pueblos jugando al mus, y para aglutinar en torno a su figura a aquellos descontentos con la dirección. Que pueden identificarse grosso modo con los 'gamarristas' de entonces, aunque las fronteras se van desdibujando y las lealtades también.
Su rival, el aún no oficial Alfonso Domínguez, dio el miércoles al fin un paso para empezar a mover sus posibilidades. Al salir de la dirección, Domínguez llamaba a la «unidad» y a «huir de personalismos». Este jueves, Bretón respondía: «unidad», sí, pero liderazgo también. Traducido: bienvenida sea la unidad con Alfonso Domínguez, pero dentro de mi candidatura.
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Bretón dice sentirse fuerte y con una candidatura cada vez más asentada. Es un poder que poco tiene que ver ni con la dirección regional ni con la madrileña, así que es difícil ver cómo se le puede forzar a una solución que él no quiera.
Porque además, en esta carrera falta un ingrediente que fue crucial en la que acabó con el lío de Riojafórum: el poder. Una competición sin que ninguna de las dos partes esté en el gobierno regional es de todo punto más reñida. Porque nadie tiene el poder de los sillones ni el dinero, que es mucho poder: así consiguió Ceniceros darle al vuelta a la favorita Gamarra, y así, más cerca, Concha Andreu dejó sin ninguna opción a Francisco Ocón en el PSOE.
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Nadie da un paso atrás. La carrera parece ahora inevitable y ahora mismo, cualquier pronóstico no pasa de ser un brindis al sol.
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