la rioja
Sábado, 11 de febrero 2023
«Una pequeña capital española tiene comida y vino de renombre, sin multitudes». Se trata de Logroño y así titula el periódico The Washington Post un artículo sobre la ciudad, un recorrido gastronómico en el que reconoce el placer de acudir a La Rioja ... a «beber los tempranillos y garnachas de primera calidad producidos en una zona celebrada por el vino tinto».
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El periodista gastrómico David Farley se detiene en la capital riojana y se dirige al casco antiguo al que se refiere como «un laberinto de calles estrechas» que recomienda a los aventureros y que lo tendrán prácticamente para ellos solos.
La casualidad en toda la bonita historia que dedica a Logroño en su artículo es que asegura que cuando conoció a su esposa le indicó que ella había nacido aquí y confiesa que «nunca había oído hablar de él». Tras varias visitas afirma que es uno de sus lugares favoritos, por lo sentimental, y lo que es más importante en lo que al turismo y esta recomendación se refiere «porque han estado floreciendo restaurantes, bares y hoteles mejorables», en los últimos cinco años. En esta reseña deja clara sus intenciones «mostrar cómo aprovechar al máximo Logroño».
Para ello comienza hablando de vino, legión de bodegas, dice, y concreta que en Logroño hay ocho. Entre ellas aparece Arizcuren y Bodegas Franco Españolas. El siguiente espacio se lo dedica a los pinchos y Laurel es parada obligada. «Los lugareños salen a la calle a tomar una copa de Rioja mientras saborean pinchos clásicos y contemporáneos», describe. San Juan también tiene su protagonismo, no podía ser de otra manera en estas líneas. Apunta un detalle que quizá en La Rioja se pasa por alto «algunos bares solo se centran en un pincho». Ahí aparecen El Perchas, el Jubera, el Sebas... y recomienda, si se quiere algo más 'moderno', lugares como el Tastavin.
Ha observado el narrador y lo hace saber que Logroño se escapa de las intenciones, según opina, de amantes de la comida de San Sebastián o Barcelona. Lo interpreta como algo positivo para el visitante ya que «se puede tener una experiencia gastronómica más asequible aquí y sin tener que hacer reservas con meses de anticipación».
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Destaca Farley que Logroño cuenta con tres estrellas Michelin y de ahí a hablar del cambio de solo comida tradicional del norte de España a la fusión de culturas culinarias. Se fija en el Íkaro, de Carolina Sánchez e Iñaki Murua, en el Ajonegro de Gonzalo Baquedano y Mariana Sánchez, describe incluso algunos de sus platos como expresiones como «me encantó» y llama frijol a nuestros caparrones. Restaurante Juan y La Chispa Adecuada también tienen su protagonismo.
No ha podido dejar sin postre a sus lectores, les invita a acudir a la heladería Della Sera. Fernando Sáenz, a quien puede verse fotografiado por este diario, transforma «aromas, como hojas de higuera» en sabores de helado, concluye.
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