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Retrato de la Duquesa de la Victoria, obra de Madrazo.
Que no pase nada

Que no pase nada

La crónica ·

«Soy un efímero y no muy descontento ciudadano de una metrópoli considerada moderna porque ha evitado cualquier gusto conocido, tanto en el mobiliario y el exterior de las casas como en el plano de la ciudad» ARTHUR RIMBAUD ('VILLE')

Jorge Alacid

Logroño

Domingo, 11 de octubre 2020, 09:07

Más de un logroñés del ala sénior recordará todavía la imagen desaparecida hace décadas de Duquesa de la Victoria, enmarcado su tramo a partir de avenida de Colón por una suerte de túnel vegetal, formado por los plátanos que desde ambas aceras construían aquel hermoso ... arco, inolvidable. Obra mitad de madre naturaleza, mitad pericia en las labores de poda, el bosquecillo retrataba la imagen de una ciudad de aspecto bondadoso, confortable. Daban ganas de pasear por cualquiera de sus orillas, porque la calle poseía la majestuosidad (a la logroñesa) que hermanaba su fisonomía con las estampas que figuraban en los libros de historia y geografía: ciudades alojadas más allá de los Pirineos, dotadas de frondosas avenidas, alamedas propicias para la caminata, una escala más humana para nuestras zancadas... En el tramo final, hacia Lobete, la calle desaparecía y ese era otro de sus encantos: se alineaban en ambos costados campas y más campas, esa Rioja rural que acecha en cada frontera de Logroño reclamando su espacio y sólo el delicioso encanto de las Casas Baratas recordaba al caminante que aquel suelo que pisaba seguía siendo el de su ciudad.

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