Que no pase nada

Que dejen de pasar cosas significa, por ejemplo, que tengamos un gobierno de España y que gobierne. O sea, que se ocupe de las cosas del comer a su modo y con su ideario, y veamos si funciona o no sin apelar al apocalipsis ni a las grandes palabras feas y vacías.

Que dejen de pasar cosas sería, también, que los catalanes nos dejen (un poquito) en paz. O sea, que la vida siga también en la republiqueta y que los que tienen la tentación de tirar piedras (o cosas peores) se queden en su cueva. Y que poco a poco se den cuenta de que el estado de excepción perpetua no lleva a ninguna parte.

En La Rioja, en fin, me agradaría que también el 2020 nos ahorre los sobresaltos de su hermano mayor, el 19. Lo del verano de la investidura, (que sí, que no, que sí) pasará a la historia como un pequeño ejemplo de lo peor de la política, con un tira y afloja en el que los ciudadanos éramos, en fin, una cosa que estaba ahí, al fondo, como para hacer bonito.

No es poco lo que nos queda por solucionar en este 2020, en fin, y aquí junto a esta columna hay deseos de sobra de gente que sabe más que yo. Pero me da a mi que pocas cosas se solucionan en tiempos de turbulencia: el trazo grueso y el griterío quedan bien en la tele, pero a la hora de la verdad las soluciones que duran son las que nacen en tiempo de paz, con una mesa, papeles y tiempo por delante.

Les (nos) deseo a todos, pues, un buen y aburrido año. Que llueva, nieve, haga sol y el mundo gire. Y todos en paz.