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Miércoles Fiestas
Los caseros sin escrúpulos, esos que quieren tirar un edificio abajo para hacerse un bloque nuevo (y más caro), suelen obrar por inacción. Simplemente dejan ... de mantener el inmueble y no pasan muchos meses antes de que aquello sea una calamidad. Poco a poco van dejando de funcionar las cosas que nadie arregla, luego falla una teja, al final se hunde el tejado. Y acaba todo en un estropicio inarreglable.
A las fiestas de San Mateo de Logroño hace mucho que nadie les da un cariño, que apenas les pasan una mopa. Y poco a poco se van desarreglando cosas. Los conciertos de la plaza dan cada año un poquito más de pena; desaparecen las casas regionales, de los chamizos nadie se acuerda. Los encierros murieron hace años, la feria taurina tiene cada vez un poquito más cemento. Y este año ha caído hasta la carpa de las peñas, de lo poco que funcionaba como un cohete.
Da la impresión de que, en realidad, nadie sabe qué hacer con estas fiestas. El cambio casi anual de calendario es un buen ejemplo: cuando a alguien, sin duda presionado por el inevitable concejal de hostelería (nunca elegido, siempre poderoso), se le ocurrió mover por primera vez el tradicional 20-26 para irse a dos fines de semana empezó la debacle.
Aquí estamos ahora. Hemos recuperado las fechas, pero lo demás está lleno de agujeros. Y el sinsentido de estos últimos días (no solo lo de las peñas, sino esa mayoría de los actos sin ni siquiera contratar como Dios manda) denota dos cosas. Una, que en Festejos hay un descontrol más que importante. Dos, que hacemos algo o esto se muere.
Si quieren mirar, en el Ayuntamiento pueden tomar ejemplo muy cercano de San Bernabé. Las fiestas «pequeñas» de Logroño se mantienen cada año más vivas aferradas a las tradiciones, las viejas y las que no tanto: hace 15 años se les dio una vuelta que las sacó del letargo y las convirtió en un descubrimiento incluso para muchos logroñeses.
A San Mateo le hace falta algo así. Petrificar las fechas es un primer paso. Ahora falta afianzar lo que funciona, rodearlo de cosas nuevas, probar, inventar. E inevitablemente, gastar.
Ojo, que no es obligatorio. Los logroñeses podemos decidir irnos todos a Salou y pasar de todo. Pero sería una pena, aunque solo la sintamos quienes recordamos cómo esta semana era el acontecimiento insuperable de cada año. Ni siquiera cabe decir que más bajo no se puede caer. Se puede: solo hace falta seguir sin cuidar nuestros sanmateos.
Martes Suicidio
Déjenme que les cuente una cuita de periodista. Cada año se suicidan en España unas 4.000 personas. Unos 30 en La Rioja. Nosotros no se lo contamos: agarrados por un miedo atávico y por unos códigos de conducta bienintencionados pero muy poco útiles, la tragedia brutal que es esto pasa desapercibida. Porque la consigna acaba siendo muy cercana al «no lo cuentes». No des detalles, no digas, todo está mal, no sumes casos, vas a hacer más daño que bien.
Curiosamente, esos mismos códigos nos dicen lo contrario de las víctimas de violencia de género. Y para bien, creo yo: cuéntalo, señala la raíz del problema, sal a la calle, protesta, da datos, números, visibiliza. Provoca el necesario escándalo.
Mi sensación con los años es que los periodistas contribuimos así a la realidad incuestionable de que no se hace lo suficiente para luchar contra el suicidio. Porque no nos escandaliza. Porque no nos enteramos. Porque no lo contamos.
Jueves Sara
Una confesión: me encanta la risa de Sara Ortega. La he visto muchas veces en el periódico, porque nos tiene acostumbrados a verla riéndose a cara abierta: porque fue campeona del Mundo sub17 hace dos ratos, porque fue campeona de Europa sub19 hace uno, porque sigue adelante con la selección de fútbol sub20 peleando por otro Mundial. Lo suyo es increíble se mire como se mire. Esta noche la menuda futbolista riojana del Athletic y sus compañeras buscan la semi. Vamos, Sara, que quiero ver más esa risa.
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