Algo pasa con Gali
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La newsletter de Pío García se centra esta semana en la situación que se ha desencadenado tras el ingreso en Logroño de GaliDe pronto, sin saber muy bien cómo, Logroño se ha convertido en uno de los centros calientes de la política internacional. Ayer me di una vuelta por los alrededores del hospital San Pedro. Vi a los cámaras de Televisión Española y de Antena 3 ... buscando localizaciones, también me pareció descubrir a algunos policías de paisano merodeando discretamente por el parking del Cibir. Mientras tanto, en Ceuta, más de 6.000 personas, alentadas por la pasividad de la policía marroquí, cruzaban a nado o a pie la escasa frontera (apenas un espigón) que separa la ciudad autónoma de la población alauita de Castillejos.
¿Cómo ha sido posible? Para entender el follón que se ha preparado, conviene echar la vista muy atrás, a los primeros años 70. No pretendo elaborar aquí una esmerada disertación histórica sobre la cuestión del Sáhara Occidental, pero sí debemos tener en cuenta dos cosas: España, en los estertores del franquismo, abandonó su excolonia a la carrera, dejándola en manos de Marruecos y de Mauritania. Los mauritanos se desentendieron de la cuestión pero el rey Hassan II, que estaba atravesando un momento difícil en su país, organizó una invasión del territorio saharaui (la Marcha Verde) que acabó adquiriendo proporciones de epopeya nacional. Según la legislación internacional no hay duda: la situación del Sáhara Occidental debería haberse resuelto mediante un reférendum de autodeterminación y la ocupación marroquí es ilegal. La población saharui rebelde lleva más de cincuenta años hacinada en los campos de refugiados de Tinduf, en pleno desierto argelino. Allá se fundó la República Árabe Saharaui Democrática, un supuesto estado que no ha sido reconocido por España ni por la Unión Europea, aunque sí por países como Argelia, Cuba o Sudáfrica y por la Unión Africana.
El Frente Polisario se montó como una guerrilla independentista para luchar primero contra España y luego contra Marruecos. Su causa puede ser justa, pero su hoja de servicios no es tan impoluta como pretenden sus defensores. Hubo trabajadores y pescadores (sobre todo canarios) que murieron asesinados o fueron secuestrados en los años 70 y 80, en los que el Frente decidió emplear una estrategia especialmente agresiva contra la «potencia ocupante», Marruecos, y contra quienes colaboraran con ella. Brahim Gali, considerado del ala dura del Polisario, era ya uno de sus cabecillas.
La República Árabe Saharui Democrática (RASD) gestiona los campos de refugiados y controla una parte del antiguo territorio del Sáhara Occidental. Aministía Internacional, que ha cargado duramente contra Marruecos por su actuación inicua e ilegal, también ha censurado al Frente Polisario por su gobierno autoritario y por su opacidad a la hora de defender los derechos humanos en los lugares sobre los que extiende su autoridad.
Pero Marruecos es muy consciente de su importancia geoestratégica. La luce siempre que puede, sin escrúpulos morales ni piedad por sus propios súbditos. Sabe cómo negociar, también cómo chantajear (esos matices son siempre resbaladizos). Para ellos, el Sáhara es una cuestión nacional, sobre la que no admiten la más mínima reconvención. Mohamed VI y los suyos ya torcieron el morro cuando Pablo Iglesias, entonces vicepresidente del Gobierno, defendió la causa saharaui en vísperas de la visita de Pedro Sánchez a Rabat. Aquella visita fue inmediatamente cancelada. En política internacional, hay cosas que deben decirse en voz alta y otras que deben manejarse en silencio, discretamente, incluso poniendo cara de póker. También Alemania se las tiene tiesas con Marruecos y están a la gresca, pero a los marroquíes Düsseldorf les pilla demasiado lejos. En cambio, basta con que la policía fronteriza haga la vista gorda en Castillejos para Ceuta tiemble.
El monte estaba ya seco y lleno de maleza, pero el ingreso de Brahim Gali en el hospital San Pedro fue la cerilla que prendió el incendio. No era la primera vez que el Gobierno español accedía a que un líder polisario recibiera tratamiento en un hospital de la península, pero en esta ocasión lo hizo de tapadillo, con nombre falso y sin avisar a Marruecos. La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gónzalez Laya, no solo demostró torpeza, sino también una ingenuidad casi enternecedora: ¿acaso creía que por ingresarlo en Logroño no se iba a enterar nadie? Los servicios secretos marroquíes no son Mortadelo y Filemón, y el Frente Polisario es para ellos objeto de atención prioritaria. Ahora el Gobierno declara que lo de Ceuta no tiene nada que ver con el ingreso de Gali en Logroño. Tal vez los ministros no hayan escuchado bien a la embajadora de Marruecos en España, Karyma Benyaich: «Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir». Mientras tanto, Marlaska ordena la devoluciones en caliente de todos los emigrantes mayores de edad..., sí, amigo, esas mismas devoluciones en caliente que el PSOE y Podemos tanto criticaban cuando estaban en la oposición.
Quisiera terminar esta carta subrayando algo que jamás debemos perder de vista: las víctimas de todo este embrollo son los ciudadanos magrebíes y subsaharianos que tratan de escapar de la miseria a nado: muchos de ellos son chavales de diez u once años que abandonan a sus familias para tratar de encontrar un futuro decente en Europa. También son víctimas los miles de refugiados saharauis que malviven en pleno desierto en condiciones muy precarias. Y siento preocupación por los vecinos de Ceuta, que han visto cómo su ciudad es incapaz de gestionar la avalancha descontrolada de emigrantes y temen por sus negocios y sus familias. Ya sabemos que el hambre, la desesperación y las multitudes generan delincuencia y desórdenes públicos. Lo que menos necesitan ahora los ceutíes es que vaya Abascal a soltar voces en plan batalla de Clavijo.
La politica regional siempre deja noticias, acontecimientos y declaraciones aprovechables para el debate, el comentario, el análisis, la reflexión... Cada uno puede ver lo que sucede en las altas esferas del Palacete desde un punto de vista, pero sin duda uno de los más mordaces, inteligentes y interesantes es el que ofrece la pluma de Pío García.
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No creo que Brahim Gali, sin embargo, sea víctima de nada. Al contrario: es un privilegiado, protegido por el gobierno argelino, al que están ofreciendo tratamiento médico de calidad en un país extranjero, algo inaccesible a cualquier otro ciudadano de su propio pueblo. Si España hubiera querido realizar una verdadera «acción humanitaria» podría haber montado un hospital de campaña en Tinduf, con respiradores, medicamentos y personal preparado, en el que hubiera podido ingresar Gali y cualquier otro saharaui víctima del covid. Pero me temo que en la decisión del Gobierno español no haya pesado tanto el motivo «humanitario» como el deseo de hacerle un favor a Argelia, país de cuyo gas dependemos.
Y aquí estamos, metidos de lleno en todo este follón diplomático. Me imagino a la ministra de Asuntos Exteriores diciéndole en un aparte a Pedro Sánchez, como si se le hubiera ocurrido una idea de las buenas:
- ¡Ya lo tengo, Pedro! Lo ingresamos en Logroño, que está donde Cristo pegó las tres voces, y no se entera nadie.
- Hostia, Arancha, qué talento. ¡Pero si ahí no llega ni el AVE! Espera, que voy a llamar a Concha.
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