A los Magos de Oriente los menciona el Evangelio de Mateo, pero no dice que fueran reyes ni que fueran tres; sí relata que abrieron sus cofres y ofrecieron al niño «oro, incienso y mirra». Desde ahí, la tradición fue llenándose de capas hasta ... acabar configurando, en algún momento de la Edad Media, la leyenda actual: se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar, uno tenía la barba blanca, el otro era rubicundo y negro el tercero. En España las primeras cabalgatas se organizaron en el siglo XIX y quizá fuera entonces cuando comenzaron a traer modestos regalos a los niños.
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Basta ver el tumultuoso aterrizaje del helicóptero real en Las Gaunas para darse cuenta de que esta tradición –más jovial que religiosa– no ha perdido empuje en La Rioja. «En los juguetes no ha cambiado mucho la costumbre», revela Eduardo González de Garay, de Gonlez-Juguettos. Nadie mejor que él puede atestiguarlo, ya que forma parte de la cuarta generación de una familia juguetera logroñesa. «Cuando entró el boom de internet, hubo un poco de desviación al universo 'on line' –explica–, pero el cliente sigue cogiendo el catálogo, seleccionando los artículos y escribiendo la carta a los Reyes. Y al final acaba viniendo a la tienda a comprar».
Al universo infantil español se ha incorporado en los últimos años, con gran trompetería, Papá Noel, protagonista de decenas de películas navideñas que estos días se asoman al cine o a las plataformas de televisión. El vicario de la diócesis, Vicente Robredo, se muestra comprensivo con esta inopinada y apabullante invasión anglosajona: «En una sociedad plural, es un deber ciudadano respetar las diferencias y modos culturales que no atenten contra la dignidad humana. Y llevar esperanza, alegría, generosidad, solidaridad al corazón de las personas merece ser considerado y valorado. No obstante, creo que es importante no perder nuestra identidad», apunta.
Para muchos niños Papá Noel se ha convertido en un nuevo proveedor de regalos que añadir a los Reyes Magos. No se trata tanto de un relevo como de una incorporación. Sin embargo, esta multitud de seres mágicos de proverbial generosidad no ha disparado la venta de juguetes: «Se están vendiendo menos juguetes, pero porque hay menos niños –la caída de la natalidad se nota– y además los niños dejan de jugar antes. El rango de edad es cada vez menor y la presencia de pantallas también afecta al tiempo de juego», señala González de Garay. En cualquier caso, esta merma se está equilibrando de una manera sorprendente. En los últimos años ha surgido otro tipo de público, los llamados 'kidult': «Son mayores a los que les gusta comprar juguetes clásicos, coleccionarlos, jugar con amigos... –explica González de Garay–. Y también está creciendo mucho la familia de juegos de mesa, que suponen un refugio para los padres y permiten que los niños dejen las pantallas y se diviertan en familia».
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