La pandemia triplica el número de jóvenes que acaban en Urgencias por problemas emocionales

A lo largo de estos más de dos años se han dado una serie de circunstancias que emocionalmente afectan a las personas, «como la incertidumbre. Fue algo inesperado que nadie se lo podía creer», apunta Ortega. A ello se sumaron las consecuencias que luego tuvieron el aislamiento, los fallecimientos, sobre todo de la gente mayor, el colapso del sistema sanitario y todo ese tipo de situaciones vivenciales que han pasado factura a muchas personas.

«Lo que más ha intensificado la pandemia ha sido la patología afectiva, es decir, las depresiones, los problemas adaptativos, las situaciones de ansiedad y de angustia», apunta Ortega. Los jóvenes, al ser una población sensible, han sido los que más han sufrido estos problemas, especialmente por el aislamiento al que se vieron sometidos durante más de un mes, por la situación por la que atravesaban sus familias y por el cierre de los colegios donde se encontraban con otros compañeros de su edad y «lo que vemos ahora en consulta es lo que arrastramos de la pandemia», señala.

La salud mental de los mayores también ha sido una de las grandes damnificadas. «Ha habido fallecimientos, no ha habido despedidas de duelos... todo esto son cosas que precipitan el malestar afectivo de las personas, depresiones y cuadros adaptativos y de angustia», describe.

Las consecuencias de la pandemia sobre las emociones se están afrontando con otro problema casi endémico. «La salud mental siempre ha sido la hermana pobre de la sanidad. Tenemos recursos y dispositivos asistenciales, pero lo que más necesitamos son los recursos humanos», asegura. Está previsto incrementar la plantilla, «pero nos encontramos con que no tenemos profesionales», lamenta. Asegura que no hay psiquiatras –previsiblemente se incorporará uno en las próximas fechas– ni tampoco psicólogos clínicos, que es la formación que se exige para trabajar en el sistema público de salud. «Esperamos que esto pueda cambiar en cualquier momento».

España está a la cabeza en consumo de psicofármacos y La Rioja estaría en la misma línea. Yes que «muchas veces las circunstancias vivenciales nos generan malestares emocionales y situaciones de angustia y ansiedad que provocan que se recurra a ellos cuando probablemente mucha gente los toma sin tener que tomarlos».

Antes de que llegara la crisis sanitaria, la salud mental ya tenía un importante peso en las consultas de la región. De hecho, en 2019, el último año del que ofrece datos el Ministerio de Sanidad, el 7% de las consultas de atención Primaria estuvieron relacionadas con salud mental y de estas, el 56,4% fue en mujeres y el 43,6%, en hombres. Por edad, los grupos que más solicitaron asistencia fue el de 15 a 49 años y el de mayores de 80, con un aumento de la prevalencia de la patología psiquiátrica en la tercera y cuarta edad.