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Un escalofrío recorre la espina dorsal de cualquiera que escuche el testimonio de Roberto Narro. Es más que veterano en las misiones solidarias de ayuda a damnificados por catástrofes naturales o conflictos bélicos, pero confiesa que lo que está viviendo en la zona cero de la DANA, en Paiporta, «es un desastre completo, es el escenario de una guerra». «No te lo esperas hasta que no vienes», se lamenta antes de enumerar que hay «más de 21.000 vehículos arrastrados, kilómetros y kilómetros de barro y lodo amontonado, calles taponadas...».
Perteneciente a la ONG Guardias Civiles Solidarios, Narro y su compañero, Jesús María Curiel, se desplazaron el viernes al «horror» de Valencia, donde trabajan con otros seis miembros de la ONG. Desde entonces se afanan por distribuir la ayuda, comida y medicamentos, además de despejar vías y carreteras. Es su tarea ahora, pero los tres primeros días, su labor fue más penosa aún: «Rescatar personas y cadáveres». «Es una barbaridad esto, hemos encontrado cadáveres por todas partes, sin buscarlos», apunta antes de explicar la terrible situación que vivieron estos dos riojanos en un parón del incansable esfuerzo: «Paramos en una cuneta para orinar y vimos una mano que salía del lodo». Y cuenta lo mismo del paraje en el que se ubica el puesto de mando: «Justo al lado de donde está el puesto de mando, por donde se coordinan casi mil efectivos, apareció otro cuerpo el otro día».
«Te das cuenta de no estás hecho para ver esto, no lo imaginas en un país del primer mundo», relata este experimentado agente. «He estado en Filipinas cuando el maremoto y ahí entiendes que las infraestructuras son muy frágiles, pero aquí, que son ciudades enteras, que no son cuatro casas, sino ciudades con sus edificios altos, con sus calles y con supermercados y demás... Y está todo completamente destrozado; no queda nada en pie de la zona baja; está todo arrasado: las aceras tienen metro y medio de barro, es un lodazal completo». «Hasta que no estás aquí no te haces a la idea, entre esto y Valencia hay una distancia similar a la que hay entre Villamediana y Logroño», detalla este guardia civil, que admite que ahora no se da un respiro para pensar demasiado: «Cuando acabe esto, ya habrá tiempo para recapacitar, para soltar lágrimas».
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