Subió al estrado Diego Bengoa (PP) y les llamó pagafantas. La ciencia política se está llenando últimamente de conceptos imaginativos, que superan la tradicional división entre socialdemocrátas, liberales y conservadores, esa antigualla que suena a imperio británico y a gente que fuma cigarrillos, se ... trata de usted, bebe coñac y discute caballerosamente. Qué espanto, qué hedor a transición. Ahora, en cambio, se vuelven a llevar los fascistas y los comunistas, que es un prêt-à-porter muy años veinte, aunque siempre hay propuestas innovadoras que debemos estudiar con detenimiento.

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No sé exactamente de qué estaba hablando Bengoa, porque a esas alturas del pleno yo ya había desconectado el cerebro, pero capté esa palabra, pagafantas, y me pareció un hallazgo terminológico a la altura del leviatán de Hobbes. Porque, por debajo de la habitual horajarasca dialéctica, en realidad este jueves se debatió en el Parlamento si el Gobierno de Concha Andreu había sido un poco pagafantas con lo de Gali.

«Nadie nos ha aclarado aún quién pagó su estancia, por qué acabó metido en el San Pedro o si se ha llevado puestas dos o tres sondas nasogástricas»

A la presidenta le preguntaron por el líder saharaui y por los indultos y respondió que la vacunación va de maravilla. Sabemos lo que pasó con Gali porque nos hemos ido enterando de tapadillo, pero nadie nos ha aclarado aún quién pagó su estancia, por qué acabó metido en el San Pedro o si se ha llevado puestas dos o tres sondas nasogástricas. Suponemos que Sánchez le pidió el favor a Andreu y que esta se lo concedió. Y es aquí en donde entran las sospechas de pagafantismo: somos muy amigos de Moncloa, le decimos a todo si bwana, le hacemos reverencias a lo José Luis López Vázquez («un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo»), pero a la hora de la verdad solo mojan los guapos malotes y a nosotros no nos cae ni medio kilómetro de AVE.

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