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Podemos sufrió una debacle electoral en La Rioja y, sin embargo, se ha convertido en juez de un posible cambio de gobierno. Las conversaciones en el 2015 para confluir con IU en las autonómicas fracasaron. Las halagüeñas expectativas de la formación morada en pleno auge ... se confirmaron y cosechó en solitario más de 18.000 votos y cuatro diputados. Un fulgurante estreno en un Parlamento que por primera vez en dos décadas rompía la mayoría absoluta del PP, aunque la suma del bloque de derechas y las continuas disputas entre el grupo parlamentario y la dirección regional diluyeron su papel. Con los sondeos en contra, cuatro años después el pragmatismo alumbró a última hora una forzada coalición autonómica con IU (y Equo) cuya endeblez se evidenció ya en la imposibilidad de una sintonía similar en muchos municipios para los comicios locales. El resultado es que poco más de 8.000 riojanos optaron el 26M por esa papeleta común que cosechó solo dos asientos.
Raquel Romero (Podemos) y Henar Moreno (IU) mostraron de inmediato su disposición a apoyar al PSOE sin más condiciones que la garantía de conformar un gobierno progresista. La llegada desde Castilla-La Mancha de dos negociadores presentados como ajenos a la dirección federal aunque con posiciones prefijadas -las mismas que plantearon a la vez en Aragón, donde también tomaron las riendas del trato con Javier Lambán hasta que fueron relegados- marcó el punto de inflexión. La formación morada e IU rompieron la unidad de acción y mientras Moreno ciñó sus exigencias a un acuerdo programático que selló más tarde bilateralmente con el PSOE, Romero asumió la exigencia de los negociadores de entrar en el gobierno como línea roja. El fruto de aquellas diferencias y la ruptura interna de facto de Unidas Podemos fue la firma in extremis del 'pacto del café Moderno', traducido en el apoyo de ambas para convertir al socialista Jesús María García en presidente del Parlamento y a Moreno en vicepresidenta primera de la Mesa como prólogo a perfilar la participación en el Ejecutivo. «Un gobierno de coalición es un gobierno de coalición», sentenció Francisco Ocón aquel mismo día. Una renuncia al Ejecutivo monocolor defendido en principio y que ha derivado en el curso de los acontecimientos en un «gobierno corresponsable». Esto es: un consejo de Gobierno en exclusiva del PSOE y Podemos colaborando en direcciones generales, lejos de la exigencia podemista de asumir tres consejerías en aras a las aritmética pese a su escueta representatividad. Las posiciones que se antojaban cercanas en origen se sitúan hoy en el precipicio de la repetición electoral. Y todo ello, mientras Podemos da un paso atrás en la batalla de recursos frente a Germán Cantabrana y la judicialización con que se justificó la exclusión del exportavoz parlamentario de unas primarias abortadas para encumbrar 'a dedo' a una novata Raquel Romero.
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