Pacientes esperan en el centro de salud Espartero. Juan Marín

La paciencia de los pacientes

Los enfermos no se quejan del trato recibido, pero sí de los tiempos de espera | Cuando la gripe empieza a hacer estragos, crece la demora y cada vez es más difícil conseguir cita con el médico

Pío García

Logroño

Miércoles, 23 de enero 2019

En el centro de salud Rodríguez Paterna hace un calor de desierto africano. Cuando uno viene de la calle, a cinco o seis grados, siente de repente un bofetón asfixiante. Son las diez y veinte de la mañana. En la primera planta del edificio, ... 18 personas esperan su turno en silencio. Sobre las sillas hay unos folletos fotocopiados, firmados por el «Colectivo de Médicos/as de Atención Primaria de La Rioja». La gente no les hace mucho caso. Algunos miran el móvil, pero la mayoría agacha la cabeza y examina concienzudamente los detalles del pavimento. Un chico joven con barbas de hípster se abisma en la lectura de un mamotreto. Llega una señora. Pregunta en voz alta:

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-¿Está llamando?

-Sí.

En este momento, Francisco Moreno y Rosa Montilla salen de la consulta. En el pasillo aprovechan para ponerse los abrigos. «Nosotros no tenemos queja del médico; creemos que está todo el tiempo que hace falta para atendernos. Otra cosa es el horario -advierten-. De 25 minutos de espera no baja nunca. Las citas se retrasan mucho». El cronista sube a la segunda planta. Echa un vistazo y anota en su libreta que hay otras 18 personas esperando. Se oyen soplidos y algún bostezo. También toses impetuosas. Al bajar, coincide en el ascensor con María Pilar Uriarte, que se confiesa encantada con la atención que recibe: «Yo con mi médico estoy contenta, y tampoco tengo que esperar mucho», advierte. A medida que se pasea por los pasillos del ambulatorio, el cronista descubre que Einstein tenía razón: aquí el tiempo es relativo y quizá ni siquiera exista.

En la otra punta de la ciudad, en el centro de salud Gonzalo de Berceo, la vida cambia poco. Un cartel amenazante, pegado en la pared, dice: «¡Gripe!» y en los vestíbulos esperan los enfermos. El reloj marca las once de la mañana. Una señora se levanta con inquietud y pregunta:

- ¿Por qué hora va?

- Todavía las diez.

- ¡Jesús!

El cronista decide hacer una prueba y pide cita por el móvil. Le dan para el viernes 25 por la tarde

Entonces se abre la puerta de la consulta número 24 y un enigmático brazo vestido de blanco tiende un fajo de recetas a una señora. A su lado, un hombre resopla. Ambos se levantan trabajosamente. El cronista los aborda en el pasillo de salida. «¡Llevamos dos horas aquí!», protestan. Ninguno de ellos tiene queja sobre el trato que les dispensan, pero sí sobre los tiempos muertos: «Cuando te atienden, te atienden bien... ¡Pero perder dos horas para unas recetas!». El cronista apunta las respuestas y les pide sus nombres. La señora va a decírselos, pero el caballero la interrumpe con un sigilo de agente secreto: «¡No! ¡No des el nombre! Damos la información, pero no los datos». Sin tantos escrúpulos, Julio Anadón, que acaba de visitar a su médico, confirma sus tesis punto por punto: «Va muy lento. Luego, cuando estás dentro, sí se toman el tiempo que hace falta. Pero va muy lento».

«Del médico no tenemos ninguna queja; otra cosa son los tiempos de espera»

Francisco Montero y Rosa Montilla | Rodríguez Paterna

«Va muy lento, aunque una vez que has entrado, sí que se toman todo el tiempo que haga falta»

Julio Anadón | Gonzalo de Berceo

«Hay mucha diferencia entre venir o no a primera hora»

Dori de Torre | Siete Infantes

«Hoy llevan un retraso...»

El centro de salud Gonzalo de Berceo no tiene nada que ver con el de Siete Infantes. Aquí todo es nuevo y blanco e incluso hay un cierto propósito arquitectónico en su luminoso patio central. Pero el paisanaje, sin embargo, no varía. Son las 11:50 y 36 personas esperan turno en el primer piso. Un hombre con la cara enrojecida e inflamada aborda a su médico cuando ve una rendija abierta. «No he oído mi nombre y llevo 50 minutos esperando», se queja. Le hace entrar y cierra la puerta. Durante quince minutos no dejan de oírse unas toses roncas, casi apocalípticas. Luego el paciente sale a la carrera y se va. Un enfermo que estaba medio dormitando en los bancos delanteros decide irse también. Se cruza con una amiga.

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- Estoy aquí desde las diez y media, ya no puedo más.

- Hoy llevan un retraso tremendo.

En el vestíbulo de salida, coincide con Dori de Torre, que acaba de rendir visita al médico. «Cuando vienes a primera hora, haces todo seguido, pero luego se va alargando -explica-. Hoy habré esperado una media hora. Pero yo estoy contenta con la atención y además tengo la suerte de venir poco».

Antes de abandonar el ambulatorio, el cronista decide hacer una prueba. Pide una cita para él mismo con la aplicación del móvil. Pulsa el icono de 'Rioja Salud' y le dan... para el viernes 25 a las 15:48. Tres días después. Luego lo intenta con su hijo. Tiene algo más de suerte: había un hueco libre el jueves 24 a las 9:21.

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Menos mal que no han cogido la gripe. Aún.

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