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Martes Alves
A estas alturas ya hemos olvidado todos el asunto Alves. Fue a principios de la semana, o sea, prácticamente el paleolítico. Pero permítanme que se ... lo traiga otra vez a colación porque la cosa tiene, al menos a mi parecer, una buena cantidad de miga.
El asunto en sí me interesa lo justo. Da la casualidad de que uno de los implicados es un tipo famoso. Pero en realidad solo es un caso más de los miles que, desgraciadamente, ocurren cada año en España. En La Rioja, pongamos por ejemplo, hubo una quincena de violaciones en 2024.
Suelen ser delitos difíciles de juzgar, en los que en demasiadas ocasiones la cuestión se reduce mucho: es la palabra de uno contra la de otro, basándose en indicios que a veces son sustanciales y otras etéreos y contradictorios. Tan etéreos que, como en este caso, unos jueces los ven de una manera y otros de otra. Que para eso están, ojo cuidao.
Me preocupa la reacción de algunos de los que se alegran de la absolución, porque les vale para ese relato casposo del varón perseguido por el feminazismo imperante. Oiga, no: si esto fuera, que no lo es, una guerra de sexos, las víctimas serían ellas en la abrumadora mayoría de los casos.
Pero también me preocupan las (y los, aunque haya menos) que utilizan el caso para alimentar su indignación y hacer también causa general, aunque del lado contrario. Lo del «hermana, yo si te creo» no es una cosa que se haya inventado la vicepresidenta Montero, aunque como suele ser normal en la vicepresidenta, la expresara con brutal falta de sentido común. Es una preocupante tendencia que empuja a rebajar la presunción de inocencia del varón en todo lo que tenga que ver con violencia machista. Es partir de un hecho cierto (sí, casi siempre la víctima es ella y el agresor él) para tomar un atajo indeseable: que siempre y en todo caso haya que creerla a ella por el simple hecho de no tener pene.
Ese no es el sistema de justicia que nos hemos otorgado y que nos separa, con todas sus imperfecciones de los bárbaros. O sea de nosotros mismos hace no demasiado tiempo.
Los atajos no sirven, pero es que tampoco son necesarios. La justicia española juzga cada año miles de delitos contra la libertad sexual, y estoy seguro de que en la mayoría de ellos lo hace con profesionalidad y con el acierto esperable. Mirar el conjunto sería lo deseable, pero es más fácil, ay, coger un caso y ponerse a gritar. Siempre habrá alguno que nos venga bien.
Miércoles Trump
El problema de Trump no es que sea un ultranacionalista, un racista, un tipo sin escrúpulos ni respeto por la legalidad, un empresario lamentable con una rastra de quiebras a sus espaldas, ni siquiera que se trate de un violador condenado. El problema de Trump, y de su administración, es que aparentan ser bastante idiotas. Tanto que uno duda a veces si será de verdad o solo una fachada y, en el fondo, son todos unos genios sobrehumanos.
No, perdonen. Me quedo en que han conseguido gobernar la mayor nación del mundo una pandilla de tipos de una altura intelectual que se mide en milímetros. Lo de los aranceles solo es un ejemplo. De todas y cada una de las declaraciones de la administración americana sobre este asunto se deriva una conclusión fundamental: que en realidad no entienden lo que son ni para qué sirven ni quién paga los aranceles. A partir de ahí, qué hacer. Pues reaccionar con mesura, aunque el contrario sea imprevisiblemente obtuso.
Viernes Presa
Defiende Capellán en Madrid la preservación de la presa de La Retorna, en el Alto Najerilla. Creo que hace bien. Es comprensible y deseable que muchas barreras naturales en desuso deban desaparecer en pro de una renaturalización de los ríos. Pero como en todo, hay que ir con medida y con la excepción preparada. Porque algunas de esas estructuras son una parte de ese paisaje, y el daño natural que causan puede ser desdeñado. Es el caso de este sitio. Se puede preservar, restaurar, usar y disfrutar. Es nuestro paisaje.
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