
Pidamos perdón a México, o algo así
Martes | México ·
A los americanos les debemos una disculpa sincera, aunque quizá no por lo que ellos piensanSecciones
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Martes | México ·
A los americanos les debemos una disculpa sincera, aunque quizá no por lo que ellos piensanLos españoles tenemos que pedir perdón a los mexicanos. Y no solo a ellos: deberíamos extenderlo al resto de los americanos, también algo a los ... filipinos y, desde luego, mucho a los saharauis. Deberíamos hacerlo porque lo que les hicimos no tiene nombre y, aunque ya no esté en nuestra mano repararlo, al menos que sea un gesto de hidalguía. Ya lo siento, macho, no era mi intención.
Lo que pasa es que el perdón que tenemos que pedirles no es el mismo que, con conveniente populismo electoralista, nos exigen los mandamases mexicanos. E igual, al final, resulta que no les gusta.
Los españoles mandamos en América durante unos 300 años mal contados. Hicimos cosas terribles, algunas voluntariamente y otras no tanto. Acabamos, por ejemplo, con la práctica totalidad de los indígenas de las islas que primero encontramos, entre el maltrato y las enfermedades. Luego fuimos conquistando aquello más bien por las bravas, quitando y poniendo reyes con artes tirando a malas para cumplir el objetivo básico: quedarnos con todo, mandar y enriquecer a la madre patria. Se suele decir que el dinero se nos fue luego en guerras holandesas, cosa cierta, pero también nos hizo ser la principal potencia europea durante un siglo. Que no es poco.
Pedir perdón por eso es como pedirlo por haber extinguido a los neanderthales. Este mundo no es ese mundo, esta humanidad no es la misma. Y aquella humanidad de hace 500 años compartía esa brutalidad aún sin haberse conocido: si los mexicanos hubieran conquistado Europa, hubieran hecho lo mismo con el añadido sin duda folclórico de algún corazón de marqués a la parrilla. Porque, en realidad, eso mismo era lo que se hacía en todas partes por aquella época.
Luego también hicimos cosas buenas, que tres siglos dan para mucho, y en nuestro mandato por allí hubo asuntos de los que enorgullecerse.
Pero sí que hay algo por lo que los españoles tenemos que disculparnos: por haber creado primero y colocado después en el gobierno de nuestras provincias americanas a una élite racista, extractiva, oligofrénica y oligopólica, con tendencia a la dictadura y el populismo. Una clase que lleva al menos 200 años sojuzgando a sus gentes, impidiendo su desarrollo, asegurándose de que los nativos estuvieran lo peor posible.
Hay que pedir perdón, en fin, por gente como López Obrador o Sheinbaum. Esa cruz se la pusimos nosotros a los americanos encima.
Visita Gonzalo Capellán el palacio de La Moncloa. Debería haber pasado antes, supongo: sería cosa de cortesía que el presidente de los españoles llamara a los autonómicos cuando estos asumieran. Pero en fin, cortesía, esa palabra. Pocos eventos definen mejor que este cómo quiere Capellán aparecer como político. Hubo un periodista nacional que hasta preguntó dos veces, algo incrédulo, si no había sido más duro al hablar de la financiación catalana. No, no lo había sido: el presidente se plantó con un par de carpetas de asuntos concretitos y sin demasiado vuelo en titulares de fuera de la región. Sacó un par de cosas en claro, o eso parece: algo sobre el aeropuerto, algo sobre el tren Madrid-Logroño (o mismo que ya había dicho puente, en realidad) y que Sánchez promete intentar ablandar a la Academia de la Historia sobre las Glosas. Cero confrontación PP-PSOE, todo tono exquisitamente cordial. Emociones fuertes, buscadlas en otra canción.
Acabáronse los sanmateos. Otros más: los canosos llevamos tantos que, al final, nos terminan por gustar cada día un poquito menos. Alos jóvenes les da igual, básicamente porque su fiesta es independiente de lo que diga el Ayuntamiento y quizá por eso más pura y más, en el buen sentido, animal. Para los demás, eso sí, estaría bien que el Consistorio no se creyera lo que dijo en su balance el concejal del ramo. No, no han sido los mejores sanmateos. Y más nos vale empezar a pensar en qué hacer para que lo sean.
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