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Este repaso de hoy se resume en el título: el ocio nocturno mata las ciudades. Pero todo resumen necesita una explicación así que permítanme que, ... eso, me explique.
El modelo español de ocio nocturno destruye las ciudades. Sobre todo los centros históricos. Fíjense que digo «el ocio nocturno» y no «la hostelería nocturna». También hablo de ellos, pero no solo. Porque este debate se queda siempre en el borde, retenido por la apelación al derecho de los empresarios a ganarse la vida. Sí, lo tienen, pero con límites y no a costa de todos.
También hablo, claro, de mí. De nosotros. De los españolitos a los que nos encanta este modelo de ocio, a los que nos ha encantado desde hace tiempo y a los que nos jode que nos pongan límites. Lo que hacemos destruye la posibilidad de que el centro histórico de tantas ciudades, (Logroño, sí) deje de ser un agujero sucio e inhabitado.
Si esto lleva siendo así tanto tiempo, ¿qué cambia ahora? Pues cambia la llegada de los pisos turísticos. Antes la presencia de casas deshabitadas era un efecto colateral no estrictamente deseado, aunque cuantos menos vecinos quejosos hubiera, mejor. Pero ahora, que esos pisos se vacíen genera un negocio enorme.
Y sumen todo. Un buen montón de gente que quiere gozar, beber y gritar donde sea y hasta cuando sea. Otro montón de empresarios hosteleros que ganan más dinero cuantos menos límites se pongan. Y un tercer montón de empresarios inmobiliarios a quienes les vienen bien ambas cosas y, además, están encantados con que se les queden muchos pisos vacíos lo más baratos posible.
El resultado es una bomba atómica para el centro de la ciudad. Un centro en el que hay solo pisos turísticos, bares y restaurantes es un vampiro que solo vive de noche, del fin de semana. Es la muerte para el comercio y cualquier servicio público que dependa de la gente que viva cerca. Y, al menos en Logroño, es un cáncer expansivo: primero fue Mayor y aledaños, luego la Plaza del Mercado, ahora Bretón.
Toca a los ayuntamientos y a sus votantes decidir qué quieren. Una ciudad para vivir o un donut en el que nadie entre antes de las siete de la tarde. Y sí, estoy convencido de que hay solución. La misma que consiguió reducir los accidentes mortales en las carreteras o el tabaco en todas partes, cosas que durante décadas se dieron por imposible: hacer cumplir la ley, tasar, multar, perseguir.
O conformémonos con un gran meadero al aire libre. Si eso es lo que queremos...
Jueves Parlmamento
Me pregunto cómo piensa el Gobierno de España sobrevivir cuando no haya elecciones. Desde principios del año pasado el interminable ciclo de urnas le ha servido para vender el discurso del «nosotros contra ellos». O sea, de enfadar a los más enfadables y preocupar al resto, haciéndonos creer que estamos en el borde de una catástrofe si Sánchez pierde. Un espejo de una parte importante del discurso de Vox, ese partido al que dábamos por casi enterrado hace un año pero al que el coro del sanchismo va consiguiendo resucitar.
El ciclo electoral se acaba en dos semanas. O eso parece. Pero viendo cómo en el Congreso el PSOE no consigue aprobar las cosas que quiere y viendo cómo, en fin, a su presidente le va tan bien en la dialéctica electoral del guerracontratodismo, ya me voy preparando para el siguiente paso: otras elecciones antes de que pase un año. No creo que a los españoles nos convenga, la verdad. Pero eso, en realidad, a quién le importa.
Lunes Teo
Como orgulloso periodista de pueblo que soy, siempre me ha admirado la labor de los fotógrafos de pueblo. Como Teo, que nos acaba de dejar: gente que pone delante la cámara y detrás su talento, y saca de ahí lo mas parecido al corazón de una época. Me sigue pasando mucho cuando veo lo que traen mis compañeros fotógrafos. Juan, Justo, Sonia: no sé si ellos se dan cuenta, pero con sus fotos podría hacerse lo mismo que andamos haciendo con Teo ahora que ha muerto. La mejor suma de cómo éramos y cómo somos.
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