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Miércoles
El otro día metí la pata en una información. Cometí un error muy frecuente y muchas veces difícil de ver: saltar de un hecho cierto a una conclusión probable, pero aún no segura. Mea culpa.
Era el asunto de los carriles bicis de Logroño. El hecho cierto: el Ministerio ha rechazado los argumentos del Ayuntamiento para cambiar los proyectos que ... financió Europa en Logroño. Avenida de Portugal, Sagasta, el puente de la circunvalación. La conclusión aún no cierta: que el Ayuntamiento tenga que decidir entre volver a hacer lo que el plan del ejecutivo anterior decía o devolver 6,5 millones de euros.
Es un error, porque no estamos ahí, al menos aún. El asunto tiene recorrido administrativo, pero lo cierto es que el Ayuntamiento lo lleva, por decirlo suavemente, complicado. En la resolución del Ministerio saltaba a la vista algo evidente: los motivos técnicos que el Consistorio alegaba eran como poco endebles y con demasiada pinta de haber sido pergeñados a posteriori para justificar una decisión puramente política.
Es decir, se puede sostener políticamente que no te interesa el carril bici, que no quieres que Sagasta sea sobre todo peatonal, que no te apetece hacer un voladizo ciclopeatonal para conectar La Portalada desde el sur. Pero serán argumentos políticos, porque los técnicos (que son los que valen para disolver un contrato firmado y pagado) no parecen aguantarse.
De seguir este camino, el Ayuntamiento de Escobar se acabará encontrando en ese punto al que yo, erróneamente, decía al principio que ya habíamos llegado. Lo único que le puede salvar es una negociación política, pero para eso ha de aceptar que está en las manos del rival más incómodo y menos necesitado de hacerle un favor a los ayuntamientos del PP. Es decir, el Gobierno de España y su ministro Puente.
Porque el de Logroño no es un caso único. Una quincena de consistorios ahora populares y antes socialistas ha cometido el mismo error: tomar el carril bici como un arma política de venta fácil, sin darse cuenta de que desde un punto de vista legal el Ayuntamiento de antes y el de después son lo mismo, y que el contrato que el primero firmó obliga también al segundo. Las decisiones tomadas deprisa (sin motivo, porque la legislatura es larga) rara vez salen bien.
Sin embargo, al menos para mí, la falta más notable es la técnica. No hay argumentos de circulación o bienestar urbano que justifiquen lo hecho en la ciudad. Una receta inequívoca para equivocarse.
Hoy Elecciones
Una vez los españoles mandamos a Europa a Ruiz Mateos. Aquel jeta medio chiflado, empresario de éxito y bribón bastante demostrado que se disfrazaba de Supermán y le arreaba ostias a un ministro. A algunos les hacía la gracia suficiente como para, lo dicho, mandarle a Estrasburgo y pagarle un sueldazo. El equivalente político del Chiquilicuatre, un «jojojo» de cuñado.
Ahora parece que los españoles estamos a punto de mandar a Europa a un tal Alvise, que es lo mismo pero en peor. Será el signo de los tiempos: hay tanta gente para la que «la verdad» es «lo que le da la razón» que tiene hasta cierta lógica que acabemos mandando a cobrar sin dar golpe a un trol que se ha hecho famoso por mentir en redes sociales para solaz de la parroquia más ultra. En fin, qué se yo. Casi prefería a Ruiz Mateos, que era más inofensivo. Sobre todo porque de aquél sé ya que sólo fue una anécdota, mientras que del de ahora sólo puedo desearlo.
Jueves Tema
Odiar está tirado. Es un sentimiento facilísimo cuando uno se enfrenta al distinto, al que uno puede echarle la culpa de casi todo. Es más difícil hacer lo que dice el cristianismo original, ese del que ya tan poco se acuerdan quienes tienen todo el día en la boca la «civilización occidental»: acoger al distinto, perdonar al otro, no odiar nunca.
Caen las bombas en una escuela en Gaza. El odio se alimenta, germina, se contagia, se reproduce. Una bomba no puede poner la otra mejilla. Un muerto tampoco.
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