Más de ocho décadas de amor incondicional

Para toda la vida. Muchas veces suenan a frase hecha cuando se aplica a una pareja, pero hay ejemplos en los que esas cuatro palabras son toda una realidad. Uno de ellos es, sin duda, el de Natividad Torralba y Félix Varea. Ambos están cerca de cumplir los cien años (lo harán en este 2024) y de ellos, más de 80, 83 para ser más concretos, los han pasado juntos. Un amor incondicional e indestructible.

Los dos son riojanos. Félix –cuentan sus hijos, porque tanto él como ella tienen dificultades para comunicarse– nació en Aldeanueva de Ebro, aunque«muy jovencito, con apenas un año» llegó a Logroño. De la capital riojana es también Nati. «¿Dónde naciste?», le pregunta su hija. «En la calle San Juan, en el número 8», acierta a decir. En el año 1924 llegaron los dos al mundo, ella el día de Navidad y él el 23 de junio, por lo que los dos están cerca de convertirse en centenarios.

¿Y cómo se conocieron? «Como se conocía la gente en esa época, andando por la calle Portales», coinciden Fernando y Natividad, sus descendientes. Eran dos adolescentes que decidieron empezar una relación y que no contaron con la oposición de sus familias. Todo fue bien. Tan bien que, tras nueve años de noviazgo, se casaron en La Redonda en 1950. «En la capilla de la Virgen del Pilar», recuerda su hija.

Fruto de ese matrimonio nacieron los ya citados Fernando y Natividad; y también Félix, fallecido hace una década. Aquellos adolescentes de poco más de quince años a los que el destino unió en uno de sus paseos por el centro de Logroño habían formado una familia. Su familia.

Juntos vivieron en diferentes puntos de Logroño: María Teresa Gil de Gárate, Rey Pastor, Lardero y finalmente, donde ahora residen, la plaza Primero de Mayo. Allí es donde Félix acostumbra a echarle un vistazo al periódico. Una rutina que ha prolongado durante muchos años este riojano que trabajó durante buena parte de su vida (cuarenta años) en un almacén de licores para luego pasar a ser conserje del Casino hasta que se jubiló. Nati, mientras, estuvo unos años en una sastrería para después dedicarse a su familia en cuerpo y en alma «Hemos sido felices», resumen los hijos de la pareja, quienes recuerdan los días en las piscinas del Ebro o las partidas que jugaba su padre en La Amistad. «Una vez que se jubiló pasó al Casino y allí ha seguido jugando al dominó hasta hace poco tiempo», afirma Natividad (hija).

Logroño ha sido el epicentro de sus vidas, pero no el único lugar en el que han compartido momentos, de esos que nunca se olvidan, juntos. Benidorm también los ha visto disfrutar, y mucho. «Han bailado un montón, en todos los sitios bailaban y a Benidorm estuvieron yendo todos los años hasta 2011», exponen los hijos del matrimonio, quienes no dejan pasar la ocasión para destacar cuál ha sido otra de las pasiones de su padre: el Logroñés. «Desde el año 1944 socio, sin darse nunca de baja», resalta Fernando. Primero del Club Deportivo y después de la Sociedad Deportiva Logroñés, de la que es el socio número 1. El mismo puesto que tiene en la asociación de veteranos del mítico club blanquirrojo, nacido en 1940.

En casa de los Varea Torralba, un álbum de fotos recuerda ese vínculo de Félix con el fútbol, con imágenes en las que se le puede ver con su amigo Pepe Blanco disfrutando del partido. En otro libro de instantáneas se hace un repaso de la vida que él y Nati han compartido. Más de ochenta años juntos. ¿Cuál es el secreto? «La forma de vida de antes es muy diferente a la de ahora, que a la mínima ya no se aguantan las parejas», afirma su hija. Pero la clave está en otro lado. «Se han querido, y se quieren mucho», añade. Solo así se puede construir un amor incondicional.

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