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Hace apenas dos décadas Treguajantes era una aldea prácticamente abandonada, con apenas un habitante. Primero la construcción de la pista forestal en los 80 que ... hizo más cómodo el acceso, después su reciente asfaltado y, por último, la inauguración de la comunidad energética a finales del año pasado y que ha dotado al pueblo de las comodidades básicas, han hecho que esta pequeña localidad encajonada en el barranco de San Blas, custodiada por montes de sonoros nombres como Matacostales y Matasancho, recobre una nueva e inusitada vida.
«Hay más gente que en fiestas», musitó alguien el último domingo de abril en Treguajantes durante el torneo de futbolín que organizó la asociación cultural Virgen de Serrias en el bar que gestiona y que reunió a jóvenes de todo el Camero Viejo. Lo que parece muy poco, como un torneo de futbolín, hasta hace apenas unas semanas era impensable porque no había electricidad y, por tanto, el bar, esencial como punto de encuentro, no podía abrir el tiempo deseado.
Todo empezó con el impulso de la asociación, que creó un sentimiento de propiedad para rehabilitar la iglesia de San Martín, cedida por la diócesis y desacralizada, aunque allí los carameños Ita y Miguel celebraron el año pasado sus bodas de oro. Entonces, entre los descendientes costearon una nueva cúpula que el Gobierno de La Rioja ayudó a izar para dotar de un techo al templo, durante años a cielo abierto. Y ahora continúan con el arreglo de la ermita de la Virgen de Serrias, un precioso paraje sobre la presa de Soto-Terroba con vistas a todo el valle del Leza.
Treguajantes ha sido la primera localidad de La Rioja en contar con una comunidad energética, promovida por el Ejecutivo regional y costeada con la ayuda del Ayuntamiento de Soto, del que depende, y los propios vecinos, lo que facilitó el enganche de quince viviendas. Esto ha propiciado que los residentes habituales hayan pasado de uno a tres pero, sobre todo, que los habitantes esporádicos se conviertan en más asiduos gracias a la comodidad que aporta la electricidad en las casas frente a los generadores y velas. De pronto, Treguajantes está en el siglo XXI, tras décadas anclado en el XIX.
«Ahora ya no tenemos que andar pensando todo el rato en qué vamos a gastar la electricidad de las placas solares y generadores que teníamos antes, así podemos utilizar más la maquinaria. En fiestas teníamos que subir generadores enormes, que gastaban mucha gasolina, y ya no los necesitamos», expone Lucía Olivas, presidenta de la asociación. El bar, por ejemplo, abre ahora todo el fin de semana gracias a que pueden enchufar sin miedo las neveras que enfrían las bebidas.
«En el pueblo, los que subimos, hemos subido siempre, pero ahora tienes esa comodidad, no piensas en que se te va a ir la luz en cualquier momento y te quedabas a oscuras», recuerda Lucía Olivas, cuya abuela se marchó del pueblo por la penosa vida que le ofrecía y ahora aprecia unas comodidades similares a las de la ciudad. Treguajantes quedó deshabitado en 1967, cuando su última vecina, Amparo San Martín, decidió marcharse. En 2010 acogió la XXII Fiesta del Camero Viejo como un aviso a navegantes, allí no pasaría lo que en Santa María, Montalvo, Avellaneda... no quedaría abandonada ni olvidada.
La independencia, clave en la resurrección de la aldea de Soto Una de las claves de la resurrección de Treguajantes es su independencia. No han esperado nunca a que llegasen subvenciones o apoyos instituciones que, cuando se han recibido, bienvenidos han sido. Para la iglesia, antes de optar a una ayuda ya habían recaudado dinero a base de degustaciones y sorteos en fiestas, así como con una campaña de micromecenazgo. Para la restauración de la ermita de la Virgen de Serrias están trabajando por su cuenta, sin colaboraciones externas. El bar, gestionado por la asociación, es una fuente de ingresos, y recientemente organizaron un torneo de futbolín.
«Cuando yo empecé a subir no había ni desagües ni agua corriente ni luz ni una calle hormigonada. Se nota bastante que ha avanzado el tema», reconoce Diego Reinares, de 21 años. La televisión no aguantaba encendida ni una hora al día. «La mayoría de las casas tenían placas solares y, cuando se consumía la electricidad, enganchaban el generador y gastabas gasolina. Era bastante más caro», señala Diego Reinares. Un detalle revelador es que, como muchas casas están en plena reforma, poder enganchar las herramientas facilita el trabajo. Y a nivel más doméstico, Treguajantes ha empezado a dotarse de electrodomésticos. «Antes, cuando me levantaba, tenía que hacer fuego para calentar la leche y desayunar, y ahora, con el microondas, es mucho más cómodo», reconoce Diego. Su madre, Susana López, afirma que ahora acuden más al pueblo. «Por la noche te tenías que marchar porque no tenías luz para quedarte o dormías a oscuras con una velita, pero ahora nos quedamos todos los días que hace falta. ¿Un día de fiesta?: al pueblo», comenta Susana.
Carlos Garrido es vecino y concejal del Ayuntamiento de Soto y asegura que la electricidad ha dado vida al pueblo. «La gente ya puede hacer vida normal, como en una ciudad, tener lavadora, nevera, microondas...», explica. «Con los equipos primitivos podías estar aquí un día, con los que teníamos hasta ahora, cuatro o cinco, y ahora ya podemos residir», declara Carlos. Para el alcalde de Soto, la clave es que la propia gente de Treguajantes se ha movido para sacarlo adelante. «Tanto el Gobierno de La Rioja como el Ayuntamiento de Soto colaboramos, pero la gran iniciativa que mueve a las personas y atrae a turistas son la propia gente del pueblo. Sucede parecido en Luezas, que cuenta con gente joven y va a ser la siguiente aldea en tener comunidad energética», anuncia Pedro Elías Cristóbal. «Además, se están arreglando casas, la gente sube más e, incluso, se interesan por terrenos», advierte el alcalde.
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