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No han dado aún las ocho de la mañana e Iker ya está esperando a las puertas de la Escuela de Enfermería para entrar en clase. El tráfico es incipiente y el día no ha despuntado, pero la luz que despide la fachada es casi ... suficiente para alumbrar por completo el final de la calle Duquesa de la Vitoria. La estructura es afilada y rotunda, con esa mezcla de modernidad y funcionalidad que combina con las instalaciones del CARPA ubicadas a su espalda y contrasta con lo añejo del edificio aledaño: la antigua Escuela de Enfermería que da el testigo a las nuevas aulas que toman su relevo de manera oficial.
Iker ya había estado dentro. Pero solo durante unas horas. Como sus compañeros del primer curso, el mes pasado realizó allí los exámenes del cuatrimestre. Fue un preludio en el que con los nervios de la cita solo apreció los detalles más llamativos, el olor aséptico de lo que está por habitar y las paredes impolutas. El contacto inicial con las aulas que él y sus compañeros van a ocupar a partir de ahora de manera definitiva no puede arrojar mejor diagnóstico. «El espacio es mucho más amplio, todo está más actualizado», opina el delegado de una clase de más de 80 alumnos que van llegando poco a poco, sin ser conscientes que están protagonizando un día histórico.
Al lado, su compañero Unai asiente. Su valoración es incluso más rotunda. «No hay color», dice. Después de estar arracimados en un espacio mucho más reducido, la amplitud de las estancias supone una bocanada de aire fresco. «Cuando empezamos el curso dimos incluso clases en el salón de actos», comenta. «Disponer ahora de aulas con tantos metros cuadrados es una gozada», agrega destacando otra de las principales ventajas que ofrece el centro: la calidad del material. «Las pantallas son nuevas, los ordenadores muy avanzados... Y están aquí mismo. Antes, para hacer las prácticas de informática teníamos que desplazarnos a otro recinto y ahora no es necesario moverse», explica antes de disculparse para empezar una jornada de estudio que se anuncia intensa.
La asignatura a la que se enfrenta Aitor esta mañana es Bioestadística. Luego toca Historia de la enfermería, después llegará Bioquímica. Una agenda completa que le tendrá dentro de la nueva Escuela hasta las 15.30 horas. Lo que más le llama en su caso la atención del emplazamiento es el orden. «Todo está mejor organizado, es mucho más funcional», relata sobre su primera experiencia en las aulas donde realizó los exámenes y la zona común de descanso que también le dio tiempo a disfrutar.
Ni Ana ni Leire son riojanas. A sus 18 años, una ha llegado de Pamplona y la otra procede de Bilbao. Ambas han recalado este curso en Logroño atraídas por la calidad de uno de los grados más demandados y ahora con unas instalaciones de vanguardia. Después de pasar el primer cuatrimestre en el anterior edificio, lo que más impacta a Ana del nuevo es la luz en un entorno diáfano. «Los ventanales aquí son enormes y tanta luminosidad se agradece, sobre todo cuando tienes que pasar tantas horas dentro». La compañera con la que está a punto de entrar en clase le da la razón y añade un dato extra: el tamaño de las mesas. «Parece una tontería, pero en el otro edificio estábamos más apretados y ahora puedes acomodar los apuntes mucho mejor», afirma.
Las clases están a punto de arrancar. En el aparcabicis aún hay espacio de sobra y el barrio que cuando desapareció el Hospital San Millán quedó huérfano de actividad vuelve a recuperar buena parte de su pulso. Ainara mira el reloj. Le queda un minuto para confirmar que también ella está encantada con el cambio. Se disculpa. Va con prisa. El futuro les está esperando.
La nueva Escuela de Enfermería que empezó este lunes a funcionar de manera integral es un anhelo de largo recorrido. Las instalaciones a las que sustituye acumulaban más de 40 años de antigüedad y habían sido periódicamente objeto de críticas por distintas carencias, de forma que ahora se abre una nueva etapa marcada por una drástica mejoría. Diseñado por el equipo de Ignacio Quemada Arquitectos y ejecutado por Aransa Construcción y Obra Civil, S.A.U. por un importe de 8,7 millones, albergará a 360 alumnos (actualmente la capacidad es para 325) y 36 empleados, de los cuales 14 serán profesores de la UR y otros 11 docentes colaboradores. Además, el Centro de Emergencias estará situado en el sótano y dispondrá de zona específica para teleoperación y servicios reguladores, alojamiento para el personal de guardia y aparcamiento para las unidades medicalizadas.
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